El jueves 25 de mayo en Santa María, corazón de los valles calchaquíes, se vivió una velada patria muy particular. En un sitio alto de la ciudad, desde donde se domina la hondura del valle y las montañas pinceladas de terracotas, naranjas, rojos, tuvo lugar un homenaje a los hermanos Manuel y Carlos Acosta Villafañe. “Patriarcas del folclore nacional”: así se denominó el evento todo y la charla con la que se le dio inicio, a cargo del cantor e investigador folclórico Rafael Toledo

Con imágenes, muchas en sepia, de tapas de discos de la compañía RCA Víctor (la del perrito), de programas de actuaciones en estudios de radio y en los principales teatros del país, de partituras y fotografías incunables, el disertante dio cuenta de la importancia del Dúo Calchaquí, que desde los primeros años de la década del 20 dominó la escena musical argentina.

Andrés Chazarreta había llegado al Colón. Nombres como el de Hilario Cuadros o el del longevo Vitillo Ábalos fueron algunos de los de aquella camada de grandes precursores de la música de proyección folklórica en nuestro país. Y desde Catamarca le pusieron su sello particular estos dos hermanos vallistos que compusieron más de un centenar de canciones: zambas, chacareras, valses en un sinnúmero de registros; compusieron incluso música de películas. La charla fue desgranando la historia de este dúo y su influencia en la música nacional. Fueron los precursores de música y tradiciones que llegaban desde Argentina adentro. Yupanqui jovencito fue guitarrista de los Acosta Villafañe, y el mismo cantor, filósofo y trashumante propuso que el escenario de Cosquín, en vez de su nombre, debía llevar el de Manuel Acosta Villafañe, por el peso de su obra y trayectoria.

El público asistente se identificaba con el orador a medida que éste iba recorriendo con enorme didáctica la trayectoria del dúo Calchaquí. La noche tuvo un momento especial y emotivo cuando luego de la charla se homenajeó a Eusebio Mamaní, oriundo de Fuerte Quemado, cantor vallisto que tomó su caja y entregó coplas llenas de sabiduría y picaresca . Mamaní, de 88 años, desempeñó tareas rurales, enseñó a tallar la madera a niños de la escuela de su pueblo y es un representante genuino del canto ancestral, sin aspavientos. 

Su arte no es for export, sino que muestra flecos de una cosmovisión que aún pervive, donde el hombre no reina sobre la naturaleza, sino que es parte indisoluble de la misma. Minutos antes se había entregado una distinción a María Victoria, hija de Carlos Acosta Villafañe, quien se volvió pronto a Santa María y enseñó los nobles oficios de labrar la tierra, comidas típicas, a enseñar el arte de tocar la guitarra y danzas criollas; siendo él mismo creador de algunas como El suri o El guardamonte.

La velada se coronó con Rafael Toledo cantando una decena de temas de los hermanos Acosta Villafañe, en versiones originalísimas acompañadas del teclado y acordeón a piano de Quique Loyola y la percusión de Alberto Villafañe. Bailarines del ballet Yawar Waina bailaron el Suri y otras coreografías creadas por Acosta Villafañe. El evento fue organizado por la delegación de la Universidad de Catamarca, y el grupo de artistas “La madre del viento” con apoyo del municipio local.