Son los oficialismos los que ganan y pierden las elecciones. La afirmación adquiere sentido si se sopesa correctamente el poder del aparato del Estado. Esto aplica también para la provincia de Santa Fe y para Rosario. En apretado resumen: No será fácil ganarle a Omar Perotti la categoría a diputados provinciales, como tampoco lo será con Pablo Javkin a intendente de Rosario. Las evaluaciones de las gestiones son por demás subjetivas y se requiere para el cambio no sólo la voluntad de cambiar sino tener a mano quien encarne ese cambio de sentido político o personal. Hay que apuntar también que las expectativas de transformación del electorado no están precisamente en la cúspide sino más bien estos comicios -en todos sus niveles- despertarán con suerte un moderado entusiasmo para un porvenir más venturoso. Va a ser muy difícil, como pide Cristina Kirchner, “volver a enamorar”. Hay demasiados corazones rotos.

Tanto el gobernador como el intendente de Rosario creen que en este año electoral sus gestiones se expandirán hacia costados que en los años anteriores con pandemia plena y sequía interminable no fueron explorados. Claro que está el tema de la inseguridad que no fue afectado por ninguna de estas variables y que es la amenaza más importante hacia el gobierno provincial y local.

A tal punto que los mensajes del pasado 25 de mayo apenas rozaron el tradicional contrapunto entre la realidad y la entrega de los hombres de Mayo ante la enorme empresa que tuvieron por delante. Pero hasta la revolución tuvo marchas y contramarchas. Perotti y Javkin no pudieron evitar centrar sus discursos en la impotencia que sus gestiones exhiben, con distintos grados de responsabilidad, ante las renovadas y creativas maniobras crueles del crimen organizado. Como dijo Javkin “no puede ser que un preso decida desde su celda si una escuela da o no clases”. O Perotti que no descartó nada cuando le preguntaron si la política podría estar metida en un año electoral, en la campaña del miedo en Rosario.

El gobierno provincial intenta transformar en virtud los defectos que tuvo que atravesar en la materia. Y lo puede hacer sin sobreactuar porque a esta altura todos entienden la escala estructural del flagelo. Un ejecutivo convoca siempre a la oposición desde una posición de debilidad, y esta no es la excepción. Pero lo que se está comiendo la espiral ascendente del crimen complejo es al Estado todo, no una gestión. Por eso, después de las primeras reacciones a la invitación (“es una avivada electoral” o “ahora nos convoca cuando ya es tarde porque termina su gobierno”) le sucedió la lógica reflexión acerca del problema real que se le viene a cualquiera que le toque gobernar. No en vano los primeros en tomar contacto en reuniones informales con funcionarios provinciales, fueron los técnicos y la propia Carolina Losada que le imputa a su adversario interno Maximiliano Pullaro haber “chocado la calesita” cuando fue ministro de Seguridad en el gobierno de Miguel Lifschitz. 

Perotti a su vez no resigna sus argumentos de responsabilidades pasadas y por momentos retoma la dureza que exhibió en su primer mensaje a la Legislatura donde trazó una raya y habló de los límites que impondría en su gestión en la connivencia con el delito. Esta semana, cuando le recordaron que dirigentes del socialismo le dijeron que era “tardía” la convocatoria a las distintas fuerzas políticas para establecer una política de Estado en materia de seguridad; respondió: “Lo tardío es no hacerlo, lo tardío es no haberlo hecho en 12 años. Ahí tenemos lo tardío en cómo enfrentar el delito y su crecimiento en la provincia”.

Pero no es sólo este tema el que ha cavado una profunda zanja entre el socialismo y Perotti. Desde sus últimos años como intendente de Rafaela los dirigentes del Frente Progresista supieron que si alguien podría desplazarlos del poder, ese era Perotti. No sólo por sus condiciones personales sino porque significaba que el peronismo había encontrado al candidato. Y cuando eso sucede, todo el mundo de la política sabe lo que eso significa. Por supuesto, del lado del actual gobernador también sabían quién era el adversario a vencer y por dónde entrarle. Pero, paradojas de la política, hoy el peronismo daría lo que no tiene para que el socialismo terciara en el debate electoral como sucedió en los últimos años. Sin esas circunstancias se divide por dos y ese sí que es un escenario más complejo.

Lo que preocupa en materia de seguridad es que casi ningún dirigente pone el foco en serio en el problema que representa la policía de Santa Fe. Quizás porque en el mientras tanto hay que trabajar con lo que hay en la fuerza. Pero desde afuera los expertos hablan permanentemente del quiebre del “doble pacto” (con la delincuencia y con la política) y la aparición de pactos atomizados y peligrosos que explican una parte importante de la violencia callejera. En la fuerza santafesina se reproduce aquello del 2-6-2 que a veces explican los coach de empresas. Dos buenos, dos malos y seis en el medio que se inclinan para el lado que se va imponiendo.

Por su lado, Javkin encontró su hit, por aquello que decían sus detractores (“el problema de Pablo es que no tiene un solo hit"). Es decir, un solo éxito o un solo acierto en su gestión. Puede parecer poco pero el impulso anímico y emotivo que impulsó entre los rosarinos la reapertura de La Favorita fue un soplo de aire fresco en una ciudad desolada. Se dirá que es una tienda del centro a la que pocos pueden acceder, pero hay que mirar lo que derramó hacia los comercios y bares de los alrededores haciendo volver un panorama que hacía mucho tiempo no se veía en el centro de la ciudad. La pandemia había profundizado la desertificación del área central hasta transformarla en un páramo.

Si bien no es sólo la mano de Javkin, por algo ningún dirigente político quiso perderse la inauguración del histórico edificio de Córdoba y Sarmiento. Todos fueron concientes de la importancia de participar porque se recuperó una parte de la historia próspera de la ciudad, no la etapa chilena de la tienda que a nadie conmovió nunca, sino la de antaño, la de la familia García que construyó todo desde la nada cien años atrás.