La escritora Hilda Angélica García dio a conocer su última obra Luciérnaga en las hojas el pasado martes 30 de mayo. La presentación estuvo a cargo de la Especialista Karina Tapia. Numerosos actores del arte y la cultura local acompañaron el nacimiento literario. Cerró la velada la interpretación musical de Sara Leiva y Carlos García.

Según Alberto Silva (2019), el haiku es un tipo de poesía muy curiosa, porque es muy breve -su estructura métrica es de 5,7,5, es decir 17 sílabas en 3 versos-, muchas veces no contine verbos, no es muy amigo del adjetivo ni de las metáforas, y aunque no contiene género ni número, resalta sobre todo el poder del sustantivo, ya que deja el cuadro pintado en palabras para la contemplación de la naturaleza por parte de quien quiere leerlo o quien quiere escucharlo.

A su vez, “contemplar el cuadro” requiere una predisposición especial del lector o el auditorio: es necesario aquietar la respiración y aquietar la mente para poder visualizar la imagen, y sentir los ecos sonoros del paisaje que las palabras recrean.

Es el encuentro armónico con la naturaleza, un estado Zen que propone el haijín, o creador de haikus, en nuestro caso nuestra poeta Hilda Angélica García.

Entonces, tenemos que hacer un corrimiento respecto de las nociones poéticas de Occidente, lo que deviene en una construcción cognitiva y sensible diferente, donde cobra especial sentido la contemplación, que lleva la atención del poeta al encuentro con los detalles

Por ejemplo en (se pide al lector visualizar la imagen que se presenta en cada ejemplo citado):

Es el rocío

cayendo sobre el verde

de los helechos.

(García, 2023, p. 124)

O en:

Entre los yuyos,

animal hociquea

verdes raíces.

(García, 2023, p. 104)

Y esa contemplación se manifiesta también a través de la capacidad de sintetizar en un ideograma, o imagen verbal, el tiempo presente que liga un instante con la eternidad (Rascón, 2015)…

Por ejemplo en el siguiente haiku de la autora (por favor, visualicemos):

La enredadera.

Breves jazmines blancos.

Brisa en la tarde.

(García, 2023, p. 36)

Donde se hace presente una idea gráfica -compuesta de los sustantivos enredadera, jazmines y brisa- que se torna cognitiva y emotiva al hablarnos de la brevedad y la blancura de los jazmines y de la tarde que contiene la brisa… Aquí la contemplación nos lleva desde el detalle al paisaje, y de un estado zezen (Silva, 2021) -que es propio del sentarse a meditar y ponerse en presencia de una sensibilidad tan grande y especial, que puede sentirse la brisa en la cara… en las manos… en el cuerpo; es decir, puede sentir una intimidad sagrada con la naturaleza, que permite alcanzar un estado Zen de interiorización trascendental.

Junto a la construcción de imágenes gráficas, en los haikus de Hilda Angélica García se perciben Ecos (Rascón, 2015) del paisaje, según se escucha en los siguientes fragmentos diseminados a lo largo de la obra:

“Un parloteo de aves”… “silbo se oye”… “los gallos cantan”… “hay un zureo/de palomas”… “se escucha/la voz del búho”… “la cantata del río”… “respira el alma”...

Ahora, bien. El haiku es un forma de composición japonesa que por su extraordinaria sensibilidad se ha extendido alrededor del mundo… y desde aquel SVIII en que el monje budista Basho hizo sus primeras inscripciones en Japón, a las que les dio continuidad y popularizó Shiki en el S XIX, hoy se cuentan al menos 5.000.000 de haijíns alrededor del planeta, que se manifiestan en por lo menos 30 idiomas (Rascón, 2015)…

En este sentido, las distintas lenguas del globo han revelado infinitas posibilidades de manifestación de la naturaleza y de formas de encuentro con ella… Por eso es interesante observar cómo el haijín inscribe su natura, y especialmente su encuentro íntimo con ella…

En el caso de Hilda Angélica García veremos que el haiku se inscribe en Catamarca… y recupera especialmente el entorno natural del oeste catamarqueño… Y, me arriesgaría a decir Tinogasta…

Nuestra haijín nos presenta una prolífica obra que reúne 120 haikus, distribuidos en cuatro partes.

Si recorremos los títulos de las partes de la obra, “Mariposa del aire”, “Fuego de augurio”, “Habitaste la piedra” y “Agua fresca”, vamos a ver que la clave de la obra -su “código secreto”, al decir de Umberto Eco (1992)- es el encuentro con Natura a través de sus cuatro elementos esenciales: Aire, Fuego, Tierra y Agua. Esto es un hallazgo y un punto de innovación de nuestra poeta, ya que el haiku tradicional internacional se organiza según las estaciones del año y las palabras kigo (Rascón, 2015), es decir palabras que dan cuenta de la estación del año que recupera cada poema… Aquí, si bien no se pierden las kigo tradicionales, van a presentarse palabras que dan cuenta de los elementos de la naturaleza.

Presentación de Luciérnaga en las hojas. 

A su vez, cada parte de la obra se inicia con epígrafes de reconocidísimos poetas, como es el caso de Federico García Lorca en la primera parte titulada “Mariposas del aire”; la segunda parte se denomina “Fuego de augurio” y recupera la voz del dramaturgo local Juan Oscar Ponferrada; a su vez, la tercera parte se intitula “Habitaste la piedra” y trae la voz del poeta local “Migo” Garriga. Finalmente, la cuarta parte se denomina “Agua Fresca” y nos trae en el epígrafe la voz lírica de Humberto Leiva Navarro.

Precisamente, la obra toda está dedicada a la memoria de grandes amigos en las letras de nuestra haijín, los poetas Humberto Leiva Navarro y Miguel Ángel (Migo) Garriga…

La memoria… otra forma de trascendencia…

El libro de Hilda Angélica García se llama Luciérnagas en las hojas, punto sobre el que nos detendremos más adelante.

La portada presenta la fotografía de un paisaje japonés, que anticipa el tipo lírico de que tratará la obra, donde se destaca la presencia del sakura o árbol de los cerezos… cuya sola imagen es poética…

En la solapa vemos una fotografía de nuestra haijín junto a su biblioteca personal y un cuadro de Don José de San Martín, lo que ya anticipa la nacionalidad de los haikus que vamos a leer, Argentina. La fotografía fue tomada por el nieto de la autora, Juan Cruz González Pereyra, y esto también contribuye a la construcción del símbolo de la trascendencia… la descendencia… una descendencia feliz… afectuosa… respetuosa de la sabiduría de sus mayores…

A la vez que presenciamos la imagen, se expresa en palabras la prolífica trayectoria de nuestra poeta.

En la contratapa, se anticipan características de los haikus en la voz de Graciela Maturo, quien los caracteriza como “un acto contemplativo y meditativo que puede haber germinado en largas horas y se agolpa en una imagen momentánea”.

Los haikus de Hilda Angélica García contemplan la inmensidad de la montaña del oeste catamarqueño, su aridez, su soledad; sin embargo, no hay predominio de dolor o de angustia… hay más bien descanso, reposo, felicidad... Y los dolores que aparecen, mucho tienen que ver con las pérdidas de natura, por ejemplo por incendios forestales, de lo que más adelante nos vamos a ocupar… Hay, en todo caso, un estado Zen propicio del recogimiento de la montaña hecho de inmensidad y calma, donde el ritmo de la respiración se va apaciguando; y se va aquietando porque en la mirada, el paisaje se va haciendo uno con la interioridad tanto de la haijín como del lector o del escucha; las imágenes que nos ofrece la poeta se van profundizando cada vez más hasta llegar a una condensación en la que un instante se vuelve perennidad…

Distintas figuras nos van a hablar de los sucesivos elementos de la naturaleza de que habla la haijín:

Sobre el elemento aire, va a pintar con palabras en distintos fragmentos: el “aire fresco”, el “aire celeste”, “el viento”, el “gemir del viento”, la “brisa en la tarde”, la “mariposa solitaria”.

Por ejemplo en el siguiente haiku (por favor, visualicemos):

Perfuma el patio

cada flor en el aire.

Pétalos vuelan.

(García, 2023, p. 58)

O en:

Límpido cielo.

Por los jardines pasa

la primavera.

(García, 2023, p. 40)

Acerca del elemento fuego, a la haijín le duelen los incendios de campos y bosques…

Por ejemplo en:

La hoguera enciende

tristezas en los bosques.

Pájaros lloran.

(García, 2023, p. 67)

En este haikú, es notable el movimiento de la kireyí en la construcción del símbolo poético. La kireyí es una cesura, una pausa en la disposición métrica a través de la cual va a sobrevenir una revelación (Rascón, 2015). En este caso, nos abruma en la contemplación, el llanto de los pájaros, imagen dolorosa de la trascendencia abruptamente interrumpida por la hoguera que enciende tristezas en los bosques.

Pero también el fuego tiene otras formas de manifestación para nuestra haijín:

Nos va a hablar sobre la temperatura de Natura cuando dice por ejemplo:

Calor de siesta.

Trepan los chelcos raudos

por las paredes.

(García, 2023, p. 69)

Poema que nos pinta el cuadro desde lo panorámico al detalle, y donde la temperatura elevada se hace sustantivo de presencia absoluta en la frase nominal sin artículo “Calor de siesta”.

Y luego, la poeta nos presenta aun más: la temperatura natural va a confundirse con la pasión amorosa, por ejemplo en: “En la piel del verano/tu sed me quema” (García, 2023, p. 62)

En relación con el elemento Tierra, nuestra haijín va a recuperar la arena, la duna, la greda, por ejemplo en:

Esa palabra

recorre el horizonte.

Greda callada.

(García, 2023, p. 88)

Bellísimo poema de enorme perfección en la construcción de la imagen verbal ya que la palabra se hace una con el paisaje que señala: primero la haijín dice “Esa palabra recorre el horizonte”, luego viene la cesura, y finalmente se presenta la palabra que recorre el horizonte: la Greda…!... Si visualizamos la contemplación, vamos a encontrar greda en el horizonte a la izquierda, greda en el horizonte al frente, greda en el horizonte a la derecha, greda, greda, greda; Greda es el horizonte…! Y además hay en ello, un Eco silencioso: Greda callada. … Hay imagen verbal y hay juego fónico… o en este caso a-fónico…. Es un haiku perfecto. Esta es la revelación… el encuentro con esa inmensidad… la necesidad de callar ante tanto…

Hay que aquietar la respiración, la mente, el alma…

Sobre el elemento Tierra, nuestra haijín también nos va a hablar de “campo”, “yuyos”, “raíces”, “bosque”, “quebradas”…

Por ejemplo en:

Por la cornisa

de las altas montañas,

pasan las cabras.

(García, 2023, p. 78)

No hay más que quedarse contemplando, sintiendo…

Sobre el elemento agua, la haijín Hilda Angélica García va a detallar en distintos haikus cómo podemos encontrarla en el oeste catamarqueño: “agua de lluvia”, “rocío”, “río”, “el río canta”, “la estación de las lluvias”, “agua de pozo”, “tormentas”, “nubes”…

Por ejemplo, en este finísimo Haiku:

Agua de pozo.

Las lluvias buscan nido

en los aljibes.

(García, 2023, p. 130)

La poesía de la poesía… el aljibe, nido; la lluvia, pajarito que busca nido en la forma mullida del aljibe… la poesía de la poesía…

Luego observamos cómo entre los cuatro elementos de la naturaleza, aparecen vegetación y fauna propia del norte agreste; entre la vegetación se mencionan: el “cardón”, los “jazmines”, el “limonero”, los “yuyos”, el “algarrobo”, por ejemplo en este haiku:

Del árbol cuelgan

dulzuras amarillas:

las algarrobas.

(García, 2023, p. 80)

A su vez, entre animales se presentan: “chelcos”, “víbora ciega”, “lagarto verde”, “buey”, “cigarras”, “lechuzas”, “lagartijas”, “cabras”, “perros”, “luciérnagas”…

Y así se va dibujando a lo largo de 360 versos, la natura del oeste catamarqueño, en cuya inmensidad también aparece la cultura humana a través de figuras como “camino”, “pueblo a lo lejos”, “el patio”, “las macetas”, “manos rugosas”, “Juega mi niño”.

Por ejemplo en esta extraordinaria composición:

Alguien pasea,

perdido en los confines

de una mirada.

(García, 2023, p. 83)

Donde alguien en estado de contemplación mira a alguien que pasea… alguien mira en estado de íntima comunión tanto con aquel al que mira como con el paisaje que éste transita como inclusive con su propio interior; la distancia ya no es solo la inmensidad de la montaña, sino que es también la inmensidad del uno mismo, en cuya mirada “alguien pasea”. Aquí se da primero el estado zezen del predisponerse para la meditación; esto trae consigo el aquietamiento de la respiración a través del shikantaza por el que la respiración se hace consciente y controlada; a su vez, esto lleva al aquietamiento de la mente y del alma, de lo que sobreviene el estado Zen, estado de iluminación que trae consigo una interiorización trascendental del ser uno con la sacralidad del universo…

Un poema que nos habla de un instante que el mismo haiku eterniza…

Por su parte, también aparecen en el libro tiempos como la siesta y la noche… y en este marco aparecen las luciérnagas… Y aquí me voy a detener especialmente, ya que la luciérnaga es el ser natural que desde su pequeñez luminiscente le da título a la obra…

Dice Hilda Angélica García:

Las luciérnagas,

alumbrando el camino,

abren las sombras.

(García, 2023, p. 44)

Y más adelante retoma la pintura, y agrega:

Oscurecía.

Luciérnagas se abrían

en la quebrada.

(García, 2023, p. 98)

Hay que detenerse en el símbolo que construye nuestra haijín… Las luciérnagas en relación con una apertura… ya que abren la oscuridad o se abren en la quebrada para contrarrestar la oscuridad con SU LUZ.

La palabra luciérnaga en sí misma lleva significados implícitos que condensan la idea de la luz, la iluminación como salida: “abren las sombras”, abren la oscuridad..

Es en el plano simbólico donde se reúnen múltiples abstracciones produciendo un pliegue en el sentido cuyo retorno nos sorprende y nos dejan en suspenso por un momento, el momento del descubrimiento (Valenzuela, 2022); por ello, siguiendo la línea de sentido de la luz que abre la oscuridad, pensamos y sentimos que con las luciérnagas se está nombrando el despertar, el autoconocimiento, la iluminación, la sabiduría.

Es decir, aquí tenemos la construcción de un símbolo profundísimo… porque no se niega la oscuridad… sino que en medio de la oscuridad, los juegos luminiscentes de las luciérnagas suspendidas en el aire, o diseminadas entre el follaje nos maravillan, nos sacuden y nos inmovilizan en el asombro, y en este sentido, nos despiertan, nos iluminan. El simbolismo mágico de las luciérnagas es esperanzador… ya que son luz en la oscuridad, pero si las homologamos a nuestro ser, en un movimiento de unicidad con el universo, advertimos que “todos podemos ser luz en medio de la oscuridad” (Valeria Sabater, 2020).

Sabater (2022) piensa que “la idea de la luciérnaga nos ofrece un valioso ejercicio de reflexión personal”… Es decir, podríamos preguntarnos: ¿soy luz? ¿en qué soy luz? ¿para qué soy luz? Y esto nos habla de nuestro propósito en el mundo, del para qué estamos en la Tierra... nos habla de un sentido de trascendencia y eternidad…

Además, la idea verbal de la luciérnaga nos retrotrae a la idea de la comunidad: las luciérnagas crean juntas fascinantes juegos luminiscentes verdes, amarillos o naranjas… Juntas, son capaces de sincronizar su parpadeo; como bien nosotros como comunidad podríamos sincronizarnos…

Como estamos todos aquí, hoy, en sincronía, para acompañar este alumbramiento, este “dar a luz”, este nacimiento, esta llegada a la vida pública del libro de Hilda Angélica García Luciérnagas en las hojas….

En definitiva, esta es la obra de Hilda Angélica García, y posiblemente su propósito sea iluminarnos acerca de las particularidades de los elementos esenciales aire, fuego, tierra y agua en los secretos de nuestro territorio a través de nuestros vegetales y animales, e incluso a través de nuestro hacer como cultura, partiendo de la pausa de la contemplación y de la trascendencia en la iluminación. Este es un regalo de un poder maravilloso.

Bienvenido, entonces, Luciérnaga en las hojas, de Hilda Angélica García!

(*) Karina Tapia es Profesora y Licenciada en Letras por la UNCA y Especialista en Ciencias Sociales con Mención en Lectura, Escritura y Educación por FLACSO. Se desempeña como Docente Universitaria en las Cátedras de Semiótica y Metodología de la Investigación Literaria, de la Facultad de Humanidades, UNCA. Es integrante de la SADE, Filial Catamarca.