Desde Nueva York

La muerte de Fidel Castro logró, por algunas horas, correr la agenda noticiosa de los Estados Unidos de la transición entre Barack Obama y Donald Trump y volvió a dejar en evidencia la enorme distancia que los separa. “¡Murió Fidel Castro!”, tuiteó el presidente electo a primera hora de la mañana de ayer, luego de conocer la noticia. Más tarde, emitió un comunicado más extenso calificando al ex presidente de Cuba como “un brutal dictador” que causó “tragedia, muerte y sufrimiento”. En las antípodas, Obama, que durante su mandato tomó la decisión política de iniciar el deshielo de las relaciones diplomáticas después de cinco décadas, envió en un documento oficial sus condolencias a la familia y sin entrar en consideraciones dijo que “la historia va a registrar y juzgar” el “enorme impacto” que tuvo Castro en la vida de los cubanos. Todavía es una incógnita cuál será el rumbo que tomará el vínculo bilateral a partir del año que viene, una vez que Trump asuma la presidencia.
“Hoy, el mundo ve el fallecimiento de un brutal dictador que oprimió a su propio pueblo por casi seis décadas. El legado de Castro remite a pelotones de fusilamiento, robo, sufrimiento inimaginable, pobreza y la negación de derechos humanos fundamentales. Aunque Cuba sigue siendo una isla totalitaria, es mi esperanza que hoy comience a alejarse de los horrores que duraron demasiado hacia un futuro en el que el maravilloso pueblo cubano pueda vivir finalmente en la libertad que tanto merece”, dice el comunicado que emitió Trump. “Aunque las tragedias, las muertes y el dolor causados por Fidel Castro no pueden borrarse facilmente, nuestra administración hará todo lo posible para asegurar que el pueblo cubano pueda comenzar su tránsito hacia la prosperidad y la libertad”, agrega.
En un tono radicalmente distinto, el presidente Obama emitió un documento oficial en el que envía sus condolencias a la familia Castro: “Sabemos que este momento llena a los cubanos, en Cuba y en Estados Unidos, con poderosas emociones, teniendo en cuenta las incontables formas en las que Fidel Castro alteró el curso de sus vidas, sus familias y la nación cubana. La historia registrará y juzgará el enorme impacto de esta singular figura en su gente y el mundo que lo rodeaba”, dice el texto, que destacá que después de “casi seis décadas” en las que “las relaciones estuvieron marcadas por la discordia y profundos desacuerdos políticos”, durante su presidencia “se trabajó duro para dejar el pasado atrás y buscar un futuro en el que el vínculo no esté definido por las diferencias sino por las muchas cosas compartidas como vecinos y amigos”.
La muerte de Castro añade incerteza al futuro de las relaciones bilaterales, que ya era nebuloso tras la victoria de Trump. Mientras que Obama inició el deshielo diplomático, aflojó el bloqueo comercial y en marzo de este año fue el primer presidente de los Estados Unidos en visitar la isla desde la Revolución; y durante la campaña Hillary Clinton fue la primera candidata por un partido mayoritario que prometió terminar definitivamente con el embargo; Trump fue muy crítico de la aproximación propuesta por su predecesor. “Todas las concesiones al régimen de los Castro fueron realizadas por órdenes ejecutivas, lo que significa que el próximo presidente puede dar marcha atrás. Y eso voy a hacer a menos que acepten nuestras demandas”, dijo en un acto de campaña en Miami, una de las ciudades que resultaron claves para hacerlo ganar la Casa Blanca.
Allí mismo, en la Calle 8 de la Pequeña Habana, el barrio cubano de esa ciudad, en la noche del viernes cientos salieron a las calles a celebrar la muerte de Castro. Si bien quedan pocos sobrevivientes de la época prerrevolucionaria que debieron huir en los primeros meses después de la victoria de la Revolución, el odio se transmitió de generación en generación. Con banderas de Estados Unidos y de Cuba, cacerolas y cucharones para hacer ruido y botellas de champagne, se reunieron en los alrededores del restaurant Versalles, meca de los exiliados, y festejaron con cantos, bailes y música hasta la madrugada, mientras que los autos que pasaban sumaban sus bocinas al bullicio.
Sobre esa calle, a pocos metros de distancia, flamea, imperecedera, la antorcha con una placa que recuerda a “los mártires de Bahía de los Cochinos”, exiliados reclutados ilegalmente por la CIA para conformar la Brigada 2506, el grupo paramilitar que intentó invadir la isla en 1961. A ellos también les habló Trump en su comunicado de ayer: “Me uno a tantos cubano-americanos que me dieron su apoyo tan generosamente durante la campaña presidencial, incluyendo a la Asociación de Veteranos de la Brigada 2506, en la esperanza de que pronto veamos una Cuba libre”, dijo el presidente electo.