A mediados de los años 70, Tim Rice y Andrew Lloyd Webber gestaron la ópera Evita, que se convirtió en suceso tras su llegada a Broadway en 1979. Atento al carácter de espectacularidad y las imprecisiones (y difamaciones) de esa puesta, en 1983 Roberto Pansera convocó a los rosarinos Domingo Federico y Miguel Jubany para darle forma a una contrarrespuesta: Evita, volveré y seré millones, ópera popular en tres actos que, aún con un elenco de peso, no llegó a estrenarse, pero que sí tuvo su registro sonoro y posterior edición física. Cuatro años más tarde, Federico y Jubany terminarían de hacer justicia proponiendo una relectura de su propia obra y concretando la puesta en escena de Evita, un puente de amor, cantata que contó en su elenco original con el actor Daniel Querol, el único protagonista que se sostuvo en el elenco a lo largo de treinta años en los que la puesta brindó funciones esporádicas. Con el objetivo firme de revertir esa historia de apariciones eventuales, la obra de Federico y Jubany inició ayer un nuevo período con su reestreno en el Teatro de Empleados de Comercio, donde volverá a presentarse esta noche a las 21 con la dirección general de Querol, uno de los tres responsables de renovar al proyecto.

Con la autoridad que significa su rol autoral, Miguel Jubany es otro de los tutores de un reestreno que, en rigor, comenzó a reflotar en 2014 a partir de la aparición de un realizador español interesado en lograr un registro audiovisual de la obra. Y aunque la propuesta nunca llegó a destino, al menos funcionó como anzuelo para que se involucrara el tercer protagonista del regreso: el músico Pablo Jubany, hijo de Miguel, que decidió asumir la dirección musical de la obra abordando las partituras originales de Federico desde una renovada concepción sonora y marcado por una fuerte memoria emotiva: siendo un niño, el joven Jubany fue testigo directo de cada una de las esporádicas presentaciones de la cantanta.

Con un elenco que se completa con la participación de los músicos Franco D'Ignoti, Daniel Sabransky y Roque López, de la cantante Mirna Manassero y del cantor Javier Migled, Evita, un puente de amor apuntó a una renovación general con la incorporación del músico y Dj Charlie Egg en el diseño sonoro, de Viviana Artigas en visuales y Popi Fournier en fotografía. "Sentimos que esta versión tuvo que ver con nuestras mutaciones como personas, como artistas, con distintos lenguajes que hemos abordado, que se fusionan con mucha vitalidad en algo orgánico. Trabajamos mucho y es la Evita que queremos hacer. Hemos tratado de ser lo más rigurosos posibles, trabajando con honestidad con los elementos con los que contamos, sin buscar espectacularidad. No es una puesta efectista", apunta Daniel Querol, que desde su rol de director defiende el carácter vivo de toda creación artística.

A su lado, Miguel Jubany distingue entonces el cambio de tímbrica lograda por los nuevos músicos, y aclara: "La clave de esta obra es emocional. El asunto era, si lo remozábamos, cómo captar la longitud de onda de la emoción actual. Y lo hemos logrado". Responsable de delinear esa nueva coloratura para las notables partituras de Federico, Pablo Jubany reconoce el vínculo afectivo que lo une al proyecto: "Tengo muchas vivencias de mi niñez porque acompañé cada función, y al ser una obra tan intensa emocionalmente me resultaba impactante ver lo que pasaba con la gente. Creo que en este caso lo que hacemos es reforzar la potencia épica de la obra".

Carente de referencias partidarias, Evita, un puente de amor se concentra en la enorme figura de Eva Duarte y lo que ella generó en el pueblo. "Desde el comienzo se trató de que no apareciera ningún personaje histórico --puntualiza Miguel Jubany--. Acá lo que aparece claramente es un sentimiento, que permanece en el pueblo. Porque lamentablemente la injusticia social sigue, el abandono social sigue, y Eva aparece como el antídoto, una esperanza. La obra es una especie de ceremonia laica. La gente se encuentra con su propio sentimiento, sinceramente. Podés llevar a alguien que nunca fue peronista y se va a encontrar con su sentimiento".

"La obra, aún con toda su potencia emocional es una obra sutil en muchos aspectos. Uno de ellos tiene que ver con no ser muy explícito con la cosa historicista, con los nombres. No estamos frente a una comedia musical. Me parecía que teníamos que seguir en esa línea de que cada aporte que surgiera debía sumar con esta premisa de no ser explícitos en una bajada de línea política", completa Pablo Jubany, que concluye: "La obra hace alusión a lo que ocurre con Eva en vida y cómo funciona como legado, aún sin estar físicamente hace un aporte a la historia del país, sienta un precedente que queda para generaciones posteriores".