Como sucede con algunas canciones populares, cuyos versos y las melodías siguen resonando a la vez que se van difuminando las huellas del autor, así ha pasado con varias fotografías de Nilo Silvestrone. ¿Quién no ha visto, al asomarse a la vida del legendario activista y dirigente gremial Agustín Tosco, su retrato en el taller, mameluco, mano apoyada sobre la mesa de trabajo? ¿Y quién no se ha cruzado al viajar hasta los días del Cordobazo con la foto del tipo que de frente y a lo lejos, en medio de la calle y del humo negro, de la represión y de la rebelión, tira con todas sus fuerzas una piedra que va en el aire, en dirección a dos policías semiparapetados, a los lados de un semáforo? Son imágenes emblemáticas que retratan una encrucijada histórica, y sin embargo no es mucho lo que se sabe de Silvestrone. En busca de alumbrar su quehacer se ha montado en Córdoba la muestra La mirada que resiste, unas treinta fotografías que tomó mientras se movía durante el Cordobazo como free lance y luego remitió a la editorial Abril, que publicó una edición especial de la revista Siete Días. En cuya tapa hay otra foto emblemática de Silvestrone: una tropa de policías a caballo se repliega en retirada, pero uno de los milicos apunta con su revólver a la multitud. La imagen encabeza también la publicación que haría Paris Match, con el título “Amérique latine, continent en fiévre”. A la vista los nexos entre el Mayo francés de 1968 y la pueblada cordobesa del mayo siguiente, mientras aquí gobernaba de facto, pudridor, el general Juan Carlos Onganía.

Silvestrone nació en Bahía Blanca en 1933; cuando era chico su familia se mudó a la capital cordobesa y allá fue él. Su apellido real era Silvestroni, y así se lo nombra a veces; a veces también aparece aludido como Silverstone. La fotografía le interesó desde adolescente, pero como no había en Córdoba fotoclubs ni sitios específicos de formación ingresó a la escuela de aeronáutica de Córdoba, donde enseñaban fotografía aérea. Más tarde empezó a trabajar en un laboratorio fotográfico de Industrias Kaiser Argentina, IKA, la automotriz que fabricaba la Estanciera, entre otros vehículos. Y aquí es preciso nombrar al fotógrafo cordobés Alejandro Montini, porque es él quien desde hace casi diez años rastrea materiales de Silvestrone, busca sus huellas, habla con quienes lo conocieron, ubica a sus familiares, atiza variables para ir redescubriendo el trabajo de Nilo y su historia, para que eso salga a la luz. Cuenta Montini que cuando era adolescente se encontró, en una vidriera, con la foto del tipo que tira la piedra: el impacto de la imagen lo decidió a dedicarse a la fotografía. “Después, hablando con otros colegas contemporáneos, supe que a dos o tres también les sucedió lo mismo”, dice Montini desde Córdoba. “A Nilo me lo crucé una vez, año 74 o 75: me explicó una cosa de una máquina, habrán sido unos cinco minutos. Yo viví entre el 84 y el 93 en Ushuaia y siempre me quedó esa imagen; al volver vi que aparecía acá y allá, se potenciaba para cuando se recordaba el Cordobazo, estaba en folletos, en libros, en la tapa de algún disco, y casi nunca figuraba su nombre. Y lo mismo pasaba con la foto de Tosco, con los sindicatos que la usaban para promover algunas actividades. Así que en un momento me pregunté: ‘Bueno, ¿qué pasó con Nilo?’ Tengo la suerte de ser muy amigo de Susana Pérez, una de las mejores retratistas del país; y su papá, Anselmo, también es fotógrafo y amigo íntimo de Nilo: él hizo su retrato. Desde ahí entré a averiguar”. Pero en la web no había casi nada, los pares de Nilo estaban ya muy mayores, sus familiares andan desperdigados por el mundo... Es ahora o nunca, se dijo Montini.

Agustín Tosco

Con Anselmo Pérez compartió Silvestrone ya los días en IKA. “La Kaiser subvencionaba la Bienal de Córdoba, que hoy en día estaría al nivel de la de Sao Paulo”, apunta Montini. Apasionado por el montañismo, en el verano de 1964 Silvestrone encaró junto con cinco compañeros del Club Andino Córdoba la subida al dificilísimo cerro Tres Picos, cerca de Lago Puelo, y la aventura terminó en tragedia, porque al descender se accidentaron y dos de ellos murieron. Nilo resultó herido y pasaron muchas horas hasta que lo rescataron: una historia que lo marcó para siempre. “Más allá de la fotografía, la vida de Nilo es para hacer una película”, dice Montini. En el ’66, Kaiser impulsó su última bienal y poco después Silvestrone estaba fuera de la empresa. “Con su experiencia, hace trabajos de publicidad, pero también se pone como free lance”, sigue Montini. “En ese momento se sacaban las fotos y se mandaban los rollos para Buenos Aires, ni siquiera se veían hojas de contacto ni revelado. Aunque cuando hizo lo de Tosco fue con dos cámaras, una para editorial Abril y otra para él: ahí se avivó, el Flaco”.

De a poco se fue poniendo en contacto con los hijos de las dos parejas que tuvo, Claudia y Virginia en Córdoba, y Aurelio y Natalia en El Bolsón, donde Silvestrone se estableció a mediados de los ‘70. “Con Natalia hay un primer acercamiento que después se interrumpe; luego supe que en Villa Allende estaba Virginia, que lo primero que me dijo fue: ‘Mirá, mucho no te puedo decir, porque me abandonó cuando yo tenía siete meses’. Ahí uno dice, bueno, está el fotógrafo y está Nilo. Cuando pude hablar con Claudia me dijo que la mitad de los archivos estaban en Dublín y la otra mitad en Estados Unidos. Ah, bueno, re fácil”, se ríe, Montini. “Me fue difícil entrar a la familia, que me aceptaran, que vieran que lo único que quería yo era investigar. Bueh: investigador de oído. Pero va saliendo bastante bien”. Porque Aurelio, por ejemplo, le pasó el material del Cordobazo. Y desde Europa escanearon otras imágenes. “Y así fueron apareciendo fotografías muy buenas”, dice. “La editorial Abril, por ejemplo, lo convocó como fotógrafo principal para registrar la llegada de Perón, y luego su funeral. En Córdoba trabajó como free lance para muchos medios, sobre todo orientados a la izquierda política, a comienzos desde los 70: entre las fotos que llegaron hay mucho de tomas obreras, paros, convocatorias de la CGT, movimientos de Montoneros, del ERP, mucho registro de eso”.

Junto con Carlos Gato Ludueña (fotógrafo que conoció a Silvestrone) y Mauro Beccaria armó, Montini, el grupo “El Nilo”. En mayo pasado colgaron una gigantografía de la foto del tipo que tira el piedrazo a cien metros de donde el piedrazo había sido tirado; también montaron una primera muestra, incipiente, en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Córdoba. La que hoy está colgada en la sala de arte de la Asociación Gremial de Empleados de Comercio (Agec), se basa en la investigación de Montini y también se centra en el Cordobazo. “Estamos realmente ante un testimonio histórico, un material de museo, con una serie inacabable de aristas, valioso para ferias internacionales de fotografía”, dice la galerista María Wonda, curadora junto a Susana Pérez de La mirada que resiste. “Porque más allá del país, hay una clara conexión con el Mayo Francés y todos los acontecimientos del mundo en ese momento. Todo cordobés de más de 60 años, a la vez, tiene alguna historia alrededor de esto. Es maravilloso haber presentado esta muestra”.

Y pinta que lo que está en el horizonte, por reaparecer, porta el misterio y la maestría de Silvestrone. Uno de los últimos trabajos que hizo, por encargo del presidente Raúl Alfonsín, fue un reportaje fotográfico en torno al proyecto de traslado de la Capital Federal a Viedma. “Nilo reveló e imprimió ese trabajo en los laboratorios de Pedro Luis Raota, un gran fotógrafo argentino, más allá de que no me guste el mensaje que daba con sus fotos”, dice Montini. “Y él le decía a Nilo, elogiándolo: ‘Si vos presentás dos o tres fotos en un concurso, me destronás’”. Trascartón, Montini apunta que una sobrina de Silvestrone lo llamó para felicitarlo por la exposición y le dijo que Nilo estaría muy enojado. “Es que era de un perfil muy bajo. Apenas les preguntábamos a muchos de sus conocidos nos decían: ¿para qué querés saber? Como un tesoro que se guarda. Me costó que contaran. Hay como un amor incondicional hacia él, se ve que era un tipo con una personalidad atrapante”.

Nilo Silvestrone, retrato de Anselmo Pérez

Silvestrone murió en noviembre de 1988, en El Bolsón. Hay perspectivas para hacer una gran exposición el año que viene en el Palacio Dionisi, el gran museo de fotografía provincial. Cuenta Wonda que la intención es que la muestra de la Agec sea itinerante y que la propuso para Buenos Aires Foto. Una nieta de Silvestrone, Flavia, prepara en Dublín un documental. Montini también trajina un libro. “Con mis amigos coincidimos en que si él hubiese nacido en Francia habría terminado trabajando en una gran agencia, porque tenía esa mirada especial, esa que muchos a veces estudian y no la consiguen”, dice Montini. “Cómo explicarlo: a Maradona lo podrías sugerir dónde pararse en la cancha, pero no le podrías decir nada sobre cómo jugar al fútbol, porque todo eso ya estaba incorporado en él. En la foto icónica del Cordobazo, por ejemplo, por una cuestión de seguridad los fotógrafos se movían en grupos, se ponían detrás de la policía; él estaba junto a otros cinco o diez fotógrafos, pero tenemos la secuencia del tipo que tira la piedra, y Nilo esperó hasta conseguir captarla como él quería. Tenía una mirada intrínseca, innata, y eso está en muchas de las fotos de los 70 que van apareciendo”.

La mirada que resiste, de Nilo Silvestrone, se puede ver en la Sala de Arte Agec, Dean Funes 266, Córdoba. De lunes a viernes, de 9 a 20. Hasta el 28 de julio. Gratis.