Son pocos los que en algún momento no han idealizado a sus padres. Y, obviamente, quienes no han necesitado alguna vez pelearse con ellos. Y son pocos, también, los músicos –en particular los del jazz– que no han endiosado a sus ídolos y, por supuesto, quienes no han definido sus propias identidades buscando, en un momento determinado, oponerse a ellos. Para Ravi Coltrane, saxofonista extraordinario e hijo de John y Alice Coltrane, ambas historias son una sola. Su padre murió cuando él tenía dos años y se convirtió en una figura legendaria en el ámbito familiar. En el otro, en el de la historia del arte, ya lo era. Ravi creció, y se desarrolló como músico, conviviendo con ambos fantasmas a la vez.

No obstante, ni John ni Alice Coltrane fueron sus únicos referentes. El saxofonista Joe Lovano, según él, “es un ideal de lo que un músico debe ser; de cómo tiene que encontrar su camino”. Y dice haber aprendido de lo que actualmente es como músico de Steve Coleman. En ese coincide con el pianista David Virelles, uno de los creadores más interesantes del jazz actual, que llega como parte de su cuarteto para tocar en la Argentina. Ayer lo hicieron en Rosario y hoy a las 20 estarán en el CCK. Completan el grupo el contrabajista Dezron Douglas y el baterista Johnathan Blake. “La interacción en este grupo es muy fuerte”, afirma Virelles, que ha aparecido recientemente en dos excelentes discos del sello ECM, como integrante de los grupos del saxofonista Chris Potter y del trompetista Tomasz Stanko y que editó la grabación de una obra ambiciosa y notable, Antenna, y prepara un nuevo álbum llamado Gnosis. Nacido en Santiago de La Habana, hijo de la solista de flauta de la Sinfónica de Cuba y del “trovador” José Aquiles Virelles, que publicó en el sello EGREM el recordado disco Por tu sonrisa se crió en la isla y allí estudio en la escuela de Música. “Terminé la carrera, quería aprender a improvisar y la flautista Jane Bunnett me llevó a Canadá”. Allí siguió estudiando, con una beca, y recaló en Nueva York donde tuvo encuentros con Steve Coleman y Henry Threadgill y donde su camino se cruzó con el de Ravi Coltrane. Para ambos, en rigor, la posibilidad de una nueva música está naturalmente ligada a las tradiciones firmemente arraigadas.

Ravi tiene una técnica deslumbrante. En el tema “Movement”, incluido en el disco de ese nombre, donde toca junto con Matthew Garrison (hijo de quien fue el contrabajista del cuarteto de John Coltrane) y el gran Jack DeJohnette en batería, su espiralado desarrollo en el saxo soprano quita el aliento. Tanto como lo hace el saxo tenor del comienzo con una pieza que funciona como clara declaración de principios, “Alabama”, un gospel que su padre compuso a partir del ataque del Ku Kux Klan en Birmingham, Alabama, en 1963, en el que asesinaron  a cuatro chicas afroamericanas. Ravi tocó además con dos de los más cercanos compañeros de ruta de John, McCoy Tyner y Elvin Jones y, más allá de su carrera como solista, colidera el Saxophone Summit junto con Joe Lovano y Dave Liebman.

  “Me interesa cuando algo no está claramente situado en el extremo derecho o en el extremo izquierdo -explica-. Cuando algo está en algún lugar entre esos dos esxtremos. Porque ese punto en algún lugar nunca es estático. Es un lugar donde uno puede ser uno mismo sin estar pensando todo el tiempo quién es uno o por qué. Eso, para alguien como yo, significa muchísimo esfuerzo.  Las cosas nunca son del todo negras o del todo blancas. Siempre hay una mezcla. Y en música esa idea me representa. En Nueva York parecería que si uno toca en el Lincoln Center no puede hacerlo en Knitting Factory, o que si uno usa traje un día no puede andar en zapatillas y remera al día siguiente. Me siento cómodo de las dos maneras. Y puedo estar adentro o afuera. He tocado con Kenny Barron y con Rahied Ali, con  Geri Allen, con Kenny Barron o con Joanne Brackeen. Con músicos de la generación de mi padre y con otros mucho más jóvenes que yo. La música no la produce un solo individuo, es fruto de la interacción y, en ese sentido, en todas esas dinámicas, en todos esos sistemas complejos, estoy yo y, por lo tanto, son únicos y distintos de otros. Cada una de esas músicas, por diferentes que parezcan, son en parte mías y hablan de mí.”