Los financistas festejaron el resultado de las elecciones PASO con importantes subas en acciones y títulos públicos. Los papeles del Banco Galicia se dispararon un 14,0 por ciento en los primeros dos días tras las votaciones, al pasar de 64 a 73 pesos. Los del Francés se elevaron de 89 a 94 pesos, con un incremento de 6,0 por ciento y los del Macro avanzaron de 150 a 164 pesos, al subir 9,0 por ciento. Para los inversores el resultado electoral habilita a seguir con un modelo financiero anti industrial, en el que las actividades dedicadas a la especulación consiguen elevadas ganancias mientras la manufactura, la construcción y el comercio no despegan.

El suplemento Cash revisó en detalle los balances de las principales entidades en los últimos tres años. Los bancos ganaron en conjunto el equivalente a 8200 millones de dólares a partir de diciembre de 2015. Embolsaron un promedio de 423 millones de dólares por mes en 2017 y de 420 millones de dólares al mes en 2016. Estos montos son 20 por ciento en moneda dura más elevados respecto de lo que ganaban las entidades en 2015. Los ingresos por cobros de intereses fueron uno de los negocios más rentables, al incrementarse un 30 por ciento en dólares. El discurso oficial de bancos con necesidad de reinventar sus negocios para no perder rentabilidad está lejos de observarse en los datos duros del sistema.   

La contracara de las ganancias bancarias es una economía real estancada. El rebote que registran algunos indicadores de actividad económica a partir de mayo no es suficiente para compensar las fuertes caídas de 2016. Esto implica que los niveles de actividad de este año siguen por debajo de los alcanzados en 2015. La industria en 2017 está produciendo un 4,5 por ciento menos que hace dos años y la construcciones son un 4,1 por ciento menores. En el detalle de los principales rubros industriales, las empresas de alimentos se encuentran un 3,4 por ciento abajo, en tanto que las textiles anotan baja de 2,6 por ciento, las automotrices (-9,1 por ciento) y las metálicas básicas (-12,0 por ciento).

La menor actividad industrial y de la construcción golpearon la capacidad de compra de la población. Las ventas de los comercios minoristas en términos reales, es decir descontadas de la inflación, se mantienen en volúmenes inferiores respecto de 2015. La facturación de los supermercados se encuentra un 17,6 por ciento abajo. Las compras de artículos de limpieza caen 17,1 por ciento, de electrónicos un 23,8 por ciento y de alimentos 14,5. En los centros de compra (shoppings) la facturación es un 24,4 menor, en donde se destaca el retroceso de los locales de indumentaria (28,6 por ciento).

El sector financiero se siente protagonista del modelo económico y considera que el resultado de las elecciones le dio margen para reclamar un ajuste más acelerado en la macro a partir de octubre. Hasta ahora venía pidiendo bajar el gasto estatal. La principal obsesión de financistas es el recorte de las cuentas públicas para reducir el desequilibrio fiscal. El 80 por ciento del gasto son remuneraciones de los empleados públicos, jubilaciones, programas sociales o subsidios que, si se reducen, impactan en el bolsillo de la población. 

Varios consultores del establishment empezaron a difundir informes para sus clientes planteando otro objetivo de ajuste: el salario en dólares de los trabajadores del sector privado. El sueldo mínimo en la Argentina es de 500 dólares y para los economistas de la city no es competitivo. Recomiendan al Gobierno mirar que ocurre en Colombia, en donde el salario mínimo es de 250 dólares. El estancamiento permanente de la producción y el consumo será la regla si el equipo económico convalida esos deseos de ajuste.