Opioides. Un grupo de analgésicos que sumaron popularidad en el último tiempo por dos motivos: el documental de Netflix titulado "Medicina letal" y las imágenes difundidas en redes sociales que muestran las consecuencias que deja su abuso en la población estadounidense. En ambos casos se puede ver cómo las personas sucumben a la adicción que generan estos fármacos. Los deportistas no se le escaparon. Estrellas consagradas y futuras promesas dejaron pendiendo de un hilo sus carreras por no poder despegarse de su consumo. Tiger Woods, uno de ellos.

Kensington es el epicentro de los opioides en Estados Unidos. Desde la avenida homónima salen a la luz miles de videos que retratan el estado de aquellos que lo consumen día a día u hora tras hora. A 8km está el centro de Filadelfia y a unas 20 cuadras el Río Delaware, el trayecto de un lado al otro lo inundan los tapones naranjas de las jeringas descartables con las que los adictos se dan unos pocos minutos de "relajación".

Hombres y mujeres yacen sobre el pasto del Parque Harrowgate, donde por la mañana jóvenes de 6 a 18 años se juntan a jugar al fútbol con el club local. En frente de la casa donde vivía Rocky Balboa –queda a unos pocos metros de la avenida– algunas organizaciones benéficas reparten comida y agua, a veces dejan estos suministros junto a personas que realmente no saben si están vivas o muertas. La policía se encarga de zamarrearlos y empaparlos en busca de alguna respuesta. Ya no solo se drogan con opioides, escalaron hasta el uso de un sedante para caballos bajo el nombre de Xilacina, mucho más barato que el Fentanilo –el otro analgésico callejero que registró casi 2000 muertes por semana en 2022–.

Recetado para calmar los dolores tras una lesión, beisbolistas, futbolistas y golfistas sucumbieron ante él. El boom de estos narcóticos llegó a mediados de los 90’, en pleno desconocimiento sobre los efectos secundarios que producían, muchos médicos recomendaron las pastillas Oxycontin a deportistas profesionales y amateurs. Este producto –cuya historia está contada en el nuevo documental de Netflix– venía en unos comprimidos redondos y blancos enfrascados en distintos gramajes. "o generan adicción" se decía en la época. Tiger Woods, Aaron Gibson y Carter Hope abusaron y terminaron adictos.

A eso de las 3 am del lunes 29 de mayo de 2017 dos comisarios de Florida vieron un Mercedes Benz negro frenado en una banquina con el giro derecho parpadeante. En el volante –y dormitando– estaba el mejor golfista del momento, o de la historia. Los agentes pensaron que se trataba de una borrachera, pero tras algunas pruebas se dieron cuenta que manejaba bajo un gran consumo de medicamentos. Vicodin, Dilaudid, Xanax y Ambien estaban presentes en su sistema.

"Lo que sucedió fue una reacción inesperada a los medicamentos recetados. No me di cuenta de que la combinación de medicamentos me había afectado tanto", soltó en un comunicado tras su liberación.

Desde 2014 que traía una lesión importante en su espalda, tres cirugías previas lo habían dejado peor. Un mes antes de su detención había vuelto a pasar por el quirófano, "estoy tratando de escapar del dolor" le comunicó a la policía. El test de alcoholemia dio negativo, pero cuando le pidieron levantar una pierna y poner un dedo en su nariz no pudo hacerlo, incluso le pidieron que dijera el abecedario a lo que Woods respondió: "Sí, sé recitar todo el himno nacional al revés".

Tuvo que pagar con 250 dólares, 50 horas de servicios comunitarios y un año de libertad condicional. Su caso sirvió de ejemplo para que se instale en el ámbito deportivo un nuevo tópico: el abuso de los calmantes. En los que más repercutió el alto consumo de analgésicos fue en los jugadores de fútbol americano, por los constantes traumatismos que sufren, y en esos que estaban a un paso de consagrarse y una lesión les arruinó el plan.

El cuerpo de los futbolistas fue creciendo temporada a temporada y, por consiguiente, también los problemas que conlleva chocar de frente con una persona de semejante tamaño. Entre los jugadores retirados de la NFL, que se expusieron a opioides durante sus carreras, el 26% siguió con su consumo bajo una receta, y el 12% lo hizo de manera no prescrita.

"La adicción comienza con una lesión deportiva. Los atletas se lastiman y quieren desesperadamente seguir jugando. Van al médico o se hacen una cirugía y les recetan Percocet, Vicodin u Oxycontin. Estos opioides pueden ser abusados ​​por los propios atletas, un compañero de equipo o un miembro de la familia", comentaba Domenica Personti, Directora Ejecutiva de Recovery Centers of America Bracebridge Hall.

Después de una cirugía exitosa de su hombro recibió los primeros sedantes en su etapa como juvenil. Así arrancó el vínculo excesivo entre los fármacos y el ex tackle ofensivo Aaron Gibson. Se mantuvo jugando en la alta competencia durante 11 años mientras en su casa se dormía a base de Oxycontin. Perdió una empresa de guardaespaldas de la que era propietario porque ir detrás de esas pastillas blancas le ocupaba la mayor parte del tiempo.

Vagaba por las calles buscando traficantes a los que comprarle, y hasta llegó a frecuentar residencias para ancianos que tuvieran algún frasco cuadrado en su almacén. 30 minutos tardaba en levantarse de la cama cada día. Tras su retiro integró ese 12% que se mantuvo consumiendo dosis indebidas hasta el punto de que los hombros, las rodillas y la espalda le dejaron de responder como antes. "Un médico, que pensaba que era el único que me trataba, me dijo: 'Aaron, lo que te estoy recetando es lo que le daría a un paciente con cáncer en etapa 4'".

Según la Encuesta Nacional sobre Uso de Drogas y Salud casi 9 millones de estadounidenses abusan regularmente de medicamentos recetados. Uno de esos fue Carter Hope. Él integra el segundo grupo, un beisbolista en ascenso al que su club le soltó la mano al enterarse de su adicción a los sedantes.

Un amigo cercano cayó con un blíster de Oxycontin a su casa. Sin saber bien lo que era aceptó el regalo; creía que era una persona que no podía caer bajo la tentación de ninguna sustancia o medicamento. Describe que encontró placer en ese estado de euforia que recibe a los usuarios primerizos, lo cierto es que esa tarde de invierno de 2014 le marcó la pérdida de una carrera deportiva y también de la suma de 500.000 dólares.

Arrancó recreativamente, pero se masificó cuando dio con el contacto de un proveedor en Arizona, donde Hope residía. De ahí en más el piso de su gasto diario en opioides era de 300 dólares y llegaba a los entrenamientos del Burlington Royals con altas dosis en su cuerpo. Hasta que desde la institución se dieron cuenta de los problemas que estaba transitando y le dijeron "que era hora de concentrarse en su vida". Los opioides se habían convertido en heroína. A los diez días estaba de vuelta en Oklahoma, con 21 años y semi-retirado del deporte.

Deportistas que no llegaron, que perdieron miles de dólares, que se privaron de los mejores años de sus carreras deportivas por un fármaco que "no generaba adicción".