Protagonizada por Julianne Moore y Michelle Williams, Wonderstruck, la nueva película de Todd Haynes, es una oda a las películas mudas. “Me parece que a veces las películas descansan demasiado en los diálogos”, dice el director. “Y así perdés el poder de lo que realmente es el más básico lenguaje cinematográfico, que es el lenguaje visual”. En las últimas tres décadas, hubo pocos realizadores tan eficaces como Haynes en el uso de ese lenguaje visual. Quizá por eso el director de 56 años acaba de recibir en el Festival de Locarno el Pardo d’Onore Manor, un homenaje que celebra toda una vida de maestría cinematográfica. Para celebrarlo, allí se exhibió su película debut, Poison –que se presentó en competencia en Locarno 26 años atrás– y la última, Wonderstruck. Pero mientras su habilidad como cineasta sigue creciendo, algunas cosas nunca cambian. “Esos mismos republicanos todavía están allí”, se lamenta. “Son como vampiros. Pensamos que habíamos abatido a los dragones y todos ellos volvieron.”

Poison fue realizada con la ayuda del fondo del National Endowment for the Arts (NEA), y Haynes recuerda que luego de que su opera prima ganara el Gran Premio del Jurado el festival de Sundance de 1991 “los titulares decían ‘gana en el Sundance un film gay pagado con tus impuestos’. Con lo que tuve que ir a la televisión a debatir con los republicanos sobre los fondos de ayuda y financiación a las artes”. En estos días, el NEA se encuentra bajo amenaza. El presidente Donald Trump ha expresado repetidamente la intención de eliminar esa agencia que en junio pasado otorgó 1.195 créditos que totalizaron 82 millones de dólares. Un mundo en el que se le niega ayuda al próximo Todd Haynes no sólo priva al mundo del cine de un potencialmente increíble talento, sino que además diseñaría un universo en el que la retórica pública puede estar dominada por el blindaje político de la elite, con muy pocas de esas posibilidades que le permitieron a Haynes dar una perspectiva diferente a la retórica que rodeaba a los debates sobre el sida a comienzos de los noventa.

Dice Haynes de Poison, una película de horror y ciencia ficción inspirada por las novelas del activista francés Jean Genet: “El film tenía mucho para decir de lo que estaba sucediendo con el sida, los gays y los cuerpos de los gays, ser definido como un outsider en tu sociedad y lo que eso significaba. Llegó en un momento muy volátil de la experiencia estadounidense sobre el mundo gay y el pánico alrededor del hiv”. 

Mientras crecía en el Valle de San Fernando de California, Haynes nunca se vio a sí mismo como un cineasta, ni hablar de ser uno que pudiera desarrollar su inimitable cuerpo de trabajo. Como mucho pudo sentir que podría trabajar en los márgenes, haciendo cine experimental. Su celebrado film de tesis en el Bard College, Superstar: The Karen Carpenter Story, hacía una crónica de la trágica vida de la cantante utilizando muñecas Barbie como si fueran figuras reales. “Simplemente parecía que ser un director no era una ambición práctica para el tipo de trabajos que me interesaban en ese momento”, dice. “Sentía que podía tener la más creativa libertad artística haciendo películas experimentales y enseñando, y tenía muchos buenos ejemplos en la gente que me rodeaba y que hacía eso”. 

Sin embargo, afortunadamente para los amantes del cine él apareció al mismo tiempo que Gregg Araki, Issac Julien y Laurie Lynd, y fue señalado como parte del “Nuevo Cine Queer”. Aun cuando su obra excedería con el tiempo ese nicho, nunca se alejó demasiado de su deseo de contar historia sobre los márgenes de la sociedad. Incluso Wonderstruck, una historia infantil basada en la novela del mismo nombre publicada en 2011 por Brian Selznick (autor de La invención de Hugo Cabret), es la saga de dos jóvenes fugitivos de 12 años: Rose (Millicent Simmonds), que vive en 1927, y Ben (Oakes Fegley), que pelea en la New York de 1977. Ambos chicos lidian además con el hecho de ser sordos. Haynes asevera que los chicos de dos eras diferentes están vinculados porque “están luchando para desprenderse de su sensación de ser víctimas, e intentan encontrar un lenguaje con el cual comunicarse. Es una película sobre encontrar tu lenguaje y encontrar tu familia”.

Buena parte del film carece de diálogo, y ese desafío de contar la historia con imágenes más que palabras fue algo que excitó enormemente a Haynes. “Hasta que empezamos a montar el primer corte de Wonderstruck, no me di cuenta de cuánto tiempo habíamos pasado sin ningún tipo de palabra hablada”, dice. Con la ausencia de diálogo, la música incidental se convirtió en un elemento importante a la hora de contar la historia. El realizador señala que se fijó el objetivo de ir a contramano de la práctica cinematográfica aceptada. “¿Vio que hay gente que dice que las grandes bandas de sonido son cosas que se supone que uno no debe advertir?. Bueno, en esta película sí se nota”.

Cuando hace películas, Haynes arma listas de canciones de la era sobre la cual está poniendo el foco. “Mi pareja Bryan (O’Keefe) es una gran musicólogo y archivista, con lo que armamos juntos playlists de los años 20, de los 70 y del cine mudo, lo cual incluye muchos compositores clásicos que llegaron a América e hicieron bandas de sonido para el cine mudo, como Prokofiev, Shostakovich y Benjamin Britten. Eso sonaba todo el tiempo mientras visualizaba la película”. 

Su encantamiento con la música y los músicos es muy claro en su obra. Velvet Goldmine estaba inspirada en la era del glam rock y en particular en David Bowie. Su ecléctico film sobre Bob Dylan, I’m Not There, presentaba a seis actores diferentes –incluyendo a Cate Blanchett– dibujando diferentes facetas del cantante y compositor. Ahora acaba de anunciar que está trabajando en un documental sobre The Velvet Underground.

Además de las melodías, lo que empuja al director a hacer películas sobre músicos icónicos es el estilo de vida de los artistas y los mensajes contenidos en sus canciones. “En la de Karen Carpenter, es un período con una especie de ideas reprimidas sobre la familia y sobre imágenes que quizá eran engañosas, sobre una familia feliz y lo que existía debajo de esa superficie. En el glam rock era lo opuesto, no se trataba de la familia, no se trataba de la represión, se trataba de romper con las ideas recibidas sobre la identidad y sobre la masculinidad en particular y darlas vuelta, invertirlas. Se trataba de la androginia y la bisexualidad”. Su poco convencional mirada sobre la vida de Dylan encaja con su enfoque del músico y de él mismo. “Dylan es alguien que tan pronto como fue absorbido y amado y aceptado, tuvo que decir que no y rechazar a la audiencia que había creado, empezar de nuevo y arriesgarse a la alienación, porque de allí es de donde llega la inspiración artística. Quizá hay algo de eso en mí también, la sensación de que de algún modo tenés que estar solo y aislarte para poder inspirarte. De alguna manera, tenés que sentir que estás mirando al mundo desde afuera”.

Dado el modo en que los tiempos están cambiando, es fácil tener el deseo y la necesidad de que Haynes vuelva a hacer películas a causa del clima político más que por el desafío de la realización cinematográfica. Pero un film en la era Trump podría estar fuera de caja, dado que él es un director que prefiere trabajar con cierta comprensión que da la perspectiva. “Veo las cosas del presente mucho más claramente cuando las observo a través del marco del pasado: creo que es muy difícil evaluar el momento que estamos viviendo”, señala.

Otra característica notable de sus películas es la prominencia que tienen los personajes femeninos. En Wonderstruck, Moore interpreta a una estrella de las matinés de Hollywood, Lillian Mayhew –en el segmento de 1927–; en 1977, Michelle Williams es la madre de Ben, que exhibe un espíritu libre. Es la tercera vez que trabaja con Moore después de Safe (2015) y Lejos del paraíso (2001), y además de tener a Blanchett representando a Dylan también la eligió para Carol (2015), su adaptación de Patricia Highsmith que consiguió una nominación a los Premios de la Academia. “Tradicionalmente, las vidas de las mujeres son un tema sujeto a muchas más restricciones que la vida de los hombres”, asegura. “Pero yo descubrí en esas restricciones todo el potencial dramático y las cosas que siento que puedo aprender. Creo que, como hombre gay, las entiendo, o me siento atraído por ello.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.