Talaron al árbol centenario que estaba ubicado al costado del puente de la localidad de Vaqueros, del lado que corresponde a la capital salteña. El majestuoso árbol fue talado a fines de junio. Llamado pacará o timbó (nombre científico: Enterolobiumcontortisiliquum) era un árbol típico de la selva de transición de la ecorregión de las yungas y se erguía imponente en la entrada de Vaqueros, saludando con su porte perfecto y su belleza a quienes por allí pasaban.

El pacará y la vida que albergaba eran un oasis en el camino. Cantidad de aves, que con sus cantos aplacaban los ruidos molestos de los vehículos que cruzan el puente a diario, infinidad de insectos merodeaban sus flores. Plantas epífitas y nidos reposaban sobre sus ramas. Cada primavera ofrecía una gran cantidad de frutos (vainas negras y lustrosas cuya forma recuerda a una oreja) que en el verano eran dispersados por las lluvias a través del Río Vaqueros. Quizá algunos de esos frutos haya dado origen a algún hijo suyo en las márgenes de la tan maltratada ribera … ojalá… era un árbol semillero…

Afectó a los trabajadores de los puestos

Bajo su copiosa sombra, de una circunferencia no menor a 20 metros de radio, disfrutaban de su frescura muchas personas que a diario ubican sus puestos de venta de productos tradicionales. Trabajadores que se quedaron sin un compañero que alegraba los días, y especialmente las tardes calurosas, haciéndolas más amenas.

Se habla de la obra de un nuevo puente, más rutas y una rotonda; pero nadie sabe muy bien por donde pasará la traza de esa ruta porque nadie fue informado, y muchos temen que sean demolidas obras hechas hace pocos años en el nuevo paseo de la costanera. 

Rodrigo, del puesto “El Pacará” tiene a su familia con una trayectoria de más de 40 años vendiendo tradicionales bollos, exquisitos buñuelos y masas, bajo la frondosa sombra del pacará. Con nostalgia me contó de la triste sorpresa que se llevaron cuando lo sacaron, agregando anécdotas familiares que se relacionan con el amado árbol. “Un día llegamos y nos encontramos con que estaba todo mutilado. Sentí como si me hubieran sacado una parte de mí". Este relato suyo me impactó, porque tuvimos la misma sensación, como si se hubieran llevado una parte nuestra. “Nadie avisó nada, no se le consultó a nadie". Me contó que su madre, ya fallecida, trabajó en el puesto durante muchos años y que unos cuarenta años atrás, mientras atendía, dejaba a su bebé descansar en una manta a la sombra del pacará. 

Me explicaron que aparentemente la obra vial ya no iba a continuar, que la habían frenado, no sabían si debido a las elecciones, o por qué razón; pero notaron que se habían llevado las máquinas que habían estado alisando el terreno y se guardaban tras un alambrado a unos cuantos metros del lugar donde se ubican los puestos. Rodrigo remató diciendo: “y lo sacaron ahora que se viene el verano y las noticias dicen que en todo el mundo hay sequías, incendios y está haciendo mucho, mucho calor; ya no vamos a tener la sombra del pacará para aliviarnos”. 

¿Cómo urbanizamos?

¿No había otra posibilidad de hacer la obra sin talar semejante árbol, tan querido por los vecinos? ¿Por qué no se consultó a la ciudadanía y ni siquiera a las personas que compartían a diario parte de su vida bajo su sombra y lo consideraban un compañero más?

¿Es necesario aclarar que la sombra fresca que da un árbol nada tiene que ver con la sombra calurosa que puede dar un gazebo, una improvisada lona o una estructura de cemento?

¿Podría pensarse que la tala de ese árbol fue un acto de maldad? O quizá una tala premeditada para que nos acostumbremos a una forma hegemónica de urbanizar, arrasando con todo espacio natural para cambiarlo por cemento.

No sabemos si la decisión fue del municipio de capital; quizá despechado por haber perdido en las elecciones de mayo pasado, de Vialidad, o de la empresa contratista. Una ceguera empresarial que no tiene la más mínima contemplación del ambiente a la hora de arrasar con todo para dar paso a toneladas de cemento en obra vial que nos venden como “progreso o desarrollo”. 

La intendencia de Vaqueros también miró para otro lado o, peor aún, pudo haber participado de la decisión. No sería extraño ya que unos meses atrás, en nombre del mercado inmobiliario, avaló la tala rasa de un predio que tenía un hermoso monte nativo, provocando la indignación de los vecinos de los alrededores y hasta la presentación de una acción de amparo. Y Vialidad, que tiene el mal criterio de aplastar todo al paso de sus topadoras, con el fin de ensanchar caminos, no considera otros posibles criterios de cuidado; como dejar en pie algunos árboles, hacer podas racionales, o transplantes. Sí, un árbol añoso se puede transplantar, siempre que sea absolutamente necesario sacarlo de ese lugar, y recuperarse perfectamente si se toman ciertas precauciones técnicas.

“Si talan a unx, talan a todxs”

Deberíamos considerar que gran parte de los ambientes naturales que están quedando en pie, se encuentran como zonas amarillas en el mapa de Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos. Esto significa que se debe mantener la cobertura boscosa y hacer un manejo racional de ella, no una tala rasa. Que hay alternativas de manejo posibles, que se podría consultar con especialistas. No alcanza con desmontar y plantar arbolitos en negocio con algún vivero o hacer “microbosques” de especies nativas que nadie cuida y terminan secándose.

En fin, las malas decisiones ya son parte del folclore de la dirigencia de turno; y seguirán siéndolo si los ciudadanos comunes seguimos presos del individualismo, de las pantallas de los celulares y los videos de tiktok; sin ser consultados sobre cómo queremos vivir. Cuando nos imponen el “mal desarrollo” y éste se logra naturalizar. Nos estamos alejando cada vez más de la democracia participativa, tan necesaria en estos momentos de crisis, cuando hoy, más que nunca, debemos hacer valer en su total dimensión la justicia social que está estrechamente relacionada con la justicia ecológica. Y tal vez podamos lograr que la naturaleza y los demás seres vivos no humanos también sean sujetos de derechos.

*Bióloga y vecina.