Poco antes de la dos de la tarde las columnas de los movimientos sociales ocupan varias cuadras sobre Diagonal Norte. Son personas humildes, hay muchas familias, predominan las mujeres. Las descripciones eruditas hablan de familias monoparentales. Se trata de un modismo imperfecto dado que, en casi todas, la jefatura de hogar la banca una mujer. Las hay de variadas edades, con un piberío en derredor. La pilcha es digna, limpia, muy usada. 

Pocas y pocos entonan consignas mientras la mayor parte espera, se sienta en la vereda o donde puede, matea profusamente, reparte comida. Embolsada desde el hogar, infiere a ojímetro el cronista. Las pancartas informan que llegaron del célebre Conurbano bonaerense, José C. Paz, Moreno, Morón, Florencio Varela, siguen las firmas. ¿A qué hora habrán iniciado su jornada? El muestreo verbal, profano (realizado a quienes están cerca) revela que desde la mañana bien temprano, por redondear.

Por la Avenida de Mayo, a dos cuadras, circulan las columnas sindicales, la primera que vemos es una de Camioneros. La proporción numérica de género se invierte rotundamente. El barullo crece, los bombos, redoblantes, instrumentos de viento, la pirotecnia plagan de ruido y de pacifista olor a pólvora la calle. Flamea de vereda a vereda un “trapo” con una imagen de Hugo Moyano, cuando era más joven, tenía rostro vivaz y (eventualmente) una sonrisa de oreja a oreja. 

Lxs trabajadorxs del peaje son un conjunto mixto, con preeminencia varonil, que se rompe cuando llegan las compañeras de la Alimentación, que tradicionalmente emplea mano de obra femenina. 

Las pecheras de los camioneros o de otros gremios a menudo recubren camperas de marcas multinacionales de indumentaria deportiva. El narrador no omnisciente ignora si son auténticas o productos de la creatividad de La Salada, aunque intuye la respuesta. 

Los muchachos se arriman con unos pesos en mano a las parrillas que expenden choris o hamburguesas que, a la hora del almuerzo, huelen como si fueran de primera marca.

Los doscientos metros que separan a quienes (mal)viven de changas o de labores informales y sus compañerxs  en relación de dependencia traducen mal la distancia que los separa en la pirámide social. La segmentación de la clase trabajadora dista de ser una novedad o una consecuencia exclusiva del accionar macrista.  En este lapso se ahondaron las diferencias existentes.


El pliego de demandas: El triunviro cegetista Juan Carlos Schmid habló antes de la hora señalada.  El Secretario General de Dragado y Balizamiento es orador dotado y mejor conversador. Se expresa con soltura, es interesado lector de libros y diarios, tiene “calle”, maneja más de un registro en la tribuna o en una charla. 

Ayer optó por la parquedad, atendiendo a una pila de variables que se insinuarán líneas abajo.

De todas maneras, el mensaje fue nítido, condicionado por el contexto electoral, la interna de la Central obrera, la ansiedad por terminar sin incidentes graves.

Schmid comenzó exigiendo el esclarecimiento de la desaparición de Santiago Maldonado. Antes que nada y no es detalle menudo. Luego desgranó reclamos y alertas de su sector:

  • “Aumento de emergencia para nuestros jubilados.” 
  • “Que se terminen las intervenciones a los sindicatos.” Una palmadita en el hombro del canillita Omar Plaini al que ¡un juez federal penal! le birló el Sindicato por unas semanas.
  • “Plena vigencia de los convenios colectivos.” 
  • No a la reforma laboral o a la del “modelo sindical”.

Son demandas clásicas del movimiento obrero. Algunas anticipatorias, como un telegrama colacionado al Gobierno.

El mínimo no imponible de ganancias quedó relegado, aunque todos los afiliados al gremio de Schmid deben pagarlo. Pero el repertorio es diferente en la era M. Otras son las prioridades, lo que se suma a  que la convocatoria abarca a organizaciones sociales, cuyo pliego cupo en la pieza de pocos minutos: 

  • “Control de precios sobre alimentos y medicamentos.” 
  • “Emergencia social alimentaria para los sectores populares.” 

La letra de esas demandas la nutren los movimientos sociales.


Pasando lista: En el palco no estaban todos los referentes más conspicuos de la CGT. El triunviro Héctor Daer se inclinó por marchar con su sindicato, un modo de “estar faltando” y evitar el papelón. 

Los que quedaron arriba vocearon la marchita. Hasta ahí llega su capacidad de cantar a coro: las diferencias internas son notables y crecientes. Baqueanos del sector cuentan que varios empinados jefes que posan para las fotos de las reuniones ni siquiera se dirigen la palabra. 

El triunvirato nació como rebusque para contener a una fracción importante (nunca la totalidad) de la CGT. Hoy en día, queda la impresión de que la manta se acorta. 


La pared está lejos: La sonora frase “a mi izquierda la pared” no le cabe a la cúpula del movimiento obrero. Ni ahí.

Existe un mundo de representaciones a la izquierda de la CGT. 

El sindicalismo clasista, que siempre está en el inventario. También las dos CTA, que carecen de peso específico para conducir al conjunto y hasta para autonomizarse en la acción de la CGT. Dentro de ésta, se postulan como alternativas la Corriente Federal y el camionero Pablo Moyano, con mayor combatividad y coherencia. Sus representados están por encima de la media de los trabajadores, en ingresos, cobertura, nivel de las obras sociales.

El bancario Sergio Palazzo corporiza un nuevo estilo sindical, él mismo sintetiza tradiciones radicales y peronistas. 

Sin haber alcanzado el peso específico de su padre en mejores (ya lejanos) tiempos Pablo Moyano reproduce de modo frontal algunas de sus características. Una de ellas es un desdén olímpico por la “opinión pública”: cero cuidados en prestar atención más allá de las fronteras de su gremio. Es opinable que sea una virtud, si no se la matiza. Su mayor mérito sobre todo en esta etapa, es mantenerse siempre en el espacio opositor y no cejar en las reivindicaciones. Es un arquetipo de gremialista confrontativo.  Un valor positivo, considerando el contorno.


Más puntuales que en Estocolmo: “¿Un acto peronista que termina pre puntual?” indaga por Skype el decano de Sociales de Estocolmo. “¿Hay un cambio cultural en la Argentina? ¿El paradigma meritocrático y eficientista modifica la subjetividad los desolados peronistas?”. Su (ex) discípulo predilecto, el politólogo sueco que prolonga la eterna tesis de post grado sobre Argentina, le explica que no es así, que era funcional cerrar antes.


Calendario escalonado: Schmid anunció un calendario escalonado. Reunión del Comité Central Confederal (CCC) el 25 de septiembre para discutir un Plan de lucha y un paro general.

De concretarse el compromiso de convocar al CCC, se congregarán varios miles de delegados de todos los gremios. Los dirigentes más conocidos estarán, claro, pero el número y el ámbito le abrirán una oportunidad a jóvenes camadas forjadas en provincias, con menos mañas y más garra para enfrentar al macrismo. En tal escenario será difícil retroceder, conceder tanto como se hizo en el primer año de la gestión de Mauricio Macri. 

La CGT, diluida y todo, concretó tres actos masivos (abril del año pasado, marzo y agosto de éste) más la huelga general de abril.

La ofensiva que lanzará el oficialismo  la forzará a optar entre replegarse de modo suicida o defender su propio terreno.

Es aventurado hacer un saldo de la nutrida movilización de ayer hasta ir viendo “cómo sigue”, la pregunta del millón.

En el sistema político real existente son muy gravitantes la acción directa y la ocupación del espacio público. Demarcó límites, siempre provisorios, a las embestidas de Macri contra derechos laborales, sociales y humanos. Tentativas a menudo teñidas de ilegalidad.

Para sopesar la sinceridad republicana del Gobierno debería pensarse en qué hubiera concretado si no hubieran mediado resistencias colectivas.

Uno de los méritos de la convocatoria de ayer es  haber reunido (superando disidencias internas) a banderías políticas diversas, organizaciones sociales, sectores encuadrado en otras Centrales. Tal ha sido la lógica de la movida callejera, menos dividida y más predispuesta a la “unidad en la acción” que las fuerzas políticas. El punto da para más, por supuesto.


La voz del cambio: A las tres de la tarde, la muchedumbre se desconcentra mansa y tranquila, emprendiendo el largo camino de vuelta. La peatonal Florida conserva algo menguada la actividad habitual, con negocios abiertos, tanto los formales como los manteros. 

Gentes de a pie, de aspecto modesto, interpelan a los transeúntes: “cambio, cambio”. No son militantes de Cambiemos. Los “arbolitos” la yugan todos los días, en jornada muy larga. Como tantos laburantes, minga de cobrar horas extras. 

A ellos, en una de esas, no los dañaría aún más una reforma laboral  “a la brasileña”. Pero a muchxs de quienes pusieron el cuerpo en la Plaza, sí.

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