El cine lleva siempre consigo su capacidad intrínseca de construir realidad, y así, representación. La captura de imágenes nunca puede ser azarosa, o, como decía mucho mejor el más grande de los nuestros, "todo encuadre es político". Pero más allá de la realización, también programar, distribuir y mirar pueden ser acciones políticas relacionadas con el cine. El problema de quién puede acceder al cine, y qué películas tienen la oportunidad de ser vistas, es también un problema de representación. 

Con el avance de los sitios de streaming y el estreno en estos últimos meses de películas estadounidenses de entretenimiento que volvieron a atraer a la gente a las salas de cine, la aparición de la primera edición del Festival Internacional de Cine de la Provincia de Buenos Aires (FICPBA) merece algunas palabras. Nacido con el objetivo de funcionar como “una potente ventana al mundo de la industria audiovisual y un punto de encuentro de todos sus representantes”, según reza la información oficial, el festival parte de la premisa de que el cine (e ir al cine) es mucho más que entretenimiento. 

La presidenta del Instituto Cultural, Florencia Saintout, al presentar la programación del festival, definió el cine como "verdad en movimiento". "Tiene que ver con esa realidad dinámica que a través de ficción o cualquier género nos cuenta como sociedad. Por eso este festival es importante para seguir impulsando un arte esencial en la constitución constantemente renovada de nuestra identidad", afirmó. 

A partir de este sábado 2 hasta el domingo 10 de septiembre, se verán más de un centenar de películas entre las que se encuentran producciones argentinas, internacionales y, como dentro de su propia categoría, bonaerenses. ¿Qué significa que el FICBA, en su primera edición, dedique no solo una sino dos competencias de cortometrajes y largometrajes bonaerenses? ¿Qué marca ese gesto en términos de identidad cinematográfica? 

La puja por la identidad es un tema constante en la Provincia de Buenos Aires, territorio heteróclito y multiforme, imposible de asir a través de categorías. Naturalmente complejo, económicamente diverso, contiene dentro de sí solamente extremos. Puede ser densamente poblado y urbano, puede ser rural y vacío. No hay un solo habitante bonaerense, como tampoco hay un solo paisaje, ni una sola problemática.  

La sección específica Competencia bonaerense de largometrajes, que tiene como jurados al español Alberto Ammann Rey, la brasileña Rafaela Pavin y la productora Gema Juárez Allen da cuenta de esa diversidad territorial. La característica o la especificidad de aquello que es "bonaerense" no está dada (quizás no exclusivamente) por el origen de sus directores y directoras, sino por algo mucho más grande. El hecho de que el terrotorio provincial ancle la ficción y las historias, o las materialidades de la película, demostrando que esa película solo existe gracias a su componente bonaerense. 

¿Por ejemplo? Es el caso de Implosión, de Javier Van de Couter, una película que aborda las consecuencias de la llamada Masacre escolar de Carmen de Patagones, ocurrida cuando un alumno del Instituto N° 202 Islas Malvinas disparó el arma de su padre en el aula, matando a tres compañeros e hiriendo a otros cinco. La ficción que propone la película no es más que pura verdad en movimiento, retomando la frase, ya que quienes protagonizan la película son los sobrevivientes reales de la masacre. 

Fotograma de Implosión. 

Algo similar ocurre en Danubio, de Agustina Pérez Rial, que trama la historia de una sociedad secreta de comunistas eslavos creada para infiltrarse en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y establecer contacto con las delegaciones socialistas presentes, uniendo cine e historia local. 

AVOMPLA, antes de Navidad de Adriana Lewczuk, es otro documental que pertenece a la competencia bonaerense y se ancla sobre la historia del territorio. La película recoge el intento de toma a la base militar de Monte Chingolo por parte del ejército revolucionario del pueblo (ERP), a fines de 1975. 

Completan los documentales que integran la sección uno donde el pasado no es lo principal, sino hacer un retrato de un presente desconocido por muchos. Cruzar el muro, de Fabio Vallarelli y Mercedes Escusol, muestra cómo es vivir en un manicomio en Argentina a través de la historia de tres mujeres usuarias del hospital “Dr. Alejandro Korn”, en Melchor Romero. 

Pero el documental no es el único dispositivo cinematográfico capaz de producir realidad, sino que las películas de ficción de la competencia proponen también su propia manera de asir la realidad. Algunas, como Bahía Blanca, dirigida por Rodrigo Capriotti, aprovechan el escenario y la personalidad de la ciudad para desarrollar la historia: un profesor universitario pide un mes de licencia buscando huir de la rutina, pero un crimen subyace a través de la aparente calma y aburrimiento urbano. O en Amigas en un camino de campo de Santiago Loza, donde la pampa bonaerense que recorren dos amigas funciona como camino de historia en común para recordar un trauma compartido. O en La barbarie, de Andrew Sala, donde un adolescente demasiado urbanizado deberá aprender a sobrevivir en un ambiente rural al volver a la casa de su padre. 

Fotograma de Sean eternxs, de Raúl Perrone.

El peyorativamente llamado "cine social" que podría estar representando a los sectores más vulnerables está encarnado por dos grandes autores que escapan a esas definiciones, mezclando ficción con documental y cotidiano con poesía. Estas son Reloj, soledad, la última película de César González, donde una empleada de limpieza comete un robo y se encuentra entre los límites de la culpa, y Sean Eternxs de Raúl Perrone, una película que, como todas las del director, huye de las sinopsis de manera explícita. "Hace tiempo que decidí no hacer más sinopsis de mis películas. Quiero que la gente llegue sin saber qué va a mirar. Gracias por comprender", más que afirma, firma siempre el director, y no será este medio el que traicione esa máxima. 

Otros elementos bonaerenses dan vueltas por las películas que completan la sección. Como el fútbol, presente en Camino al éxito, de Sebastián Rodriguez, una road movie donde un mecánico de pueblo lleva a su sobrino a probarse a en un equipo de fútbol de Buenos Aires. 

O el mar de la Costa Atlántica, presente en Sobre nadar, dirigida por Manuela Aguilar y Berenice Vigna, donde una nadadora profesional de aguas abiertas queda embarazada y debe volver a configurar los límites de sus deseos. O Ballenas de Paula Saidón, una pequeña película filmada en locaciones costeras que reflexiona sobre el impacto de los animales en las personas. 

Una a una, las películas que conforman la sección de largometrajes bonaerenses propone una nueva mirada y una nueva representación de un espacio del territorio provincial. Reflexiones, críticas, apuntes para seguir construyendo una provincia más inclusiva, aunque nunca menos compleja.