El  martes 15 de agosto en horas del mediodía recibimos la visita del señor Ceferino Reato, quien se mostró molesto por no encontrar su último libro exhibido en nuestras librerías. Al parecer ello motivó una nota de Reato en Infobae, “Dicen que cayó la venta, pero esconden libros ‘molestos’”.

Al respecto creemos pertinentes algunas reflexiones: Somos una librería familiar que ha sufrido clausura, persecución y exilio de su fundador durante la dictadura cívico-militar del 76. Muchos amigos, autores, editores, clientes, lectores en definitiva, fueron perseguidos o asesinados durante ese período. No vamos a narrar acá los horrores de la dictadura, porque son conocidos, porque sus ejecutores han sido y están siendo juzgados y porque han sido narrados en muchos libros durante estos últimos 40 años. A pesar de todo esto nos reconstituimos y seguimos practicando el oficio librero, lo hacemos con amplitud y respeto por casi todos los pensamientos políticos y filosóficos  de los miles de autores que ofrecemos y de las personas que diariamente nos visitan; somos una de las librerías más bibliodiversas de habla hispana, tenemos en nuestros locales más de 60 mil títulos a la venta de pequeñas, medianas y grandes editoriales, incluidos los del señor Reato.

Dicho esto, señalaremos entonces que pese al lugar común de algunos egos autorales, “como no van a tener mi libro en vidriera, es imprescindible”, no nos es posible exhibir todo, a un ritmo de más de 1000 títulos nuevos por mes. Somos respetuosos del pluralismo porque esa es en parte nuestra tarea. Defender los derechos de todos en el acceso al conocimiento y la expresión, al menos en lo que al campo editorial se refiere. Y esa defensa no necesita de “tolerancia”, pseudo virtud con la que los autoritarios soportan crispados aquello con lo que no están de acuerdo, como una concesión de época, sino de compromiso con la libertad de expresión y aquellos que verdaderamente la defienden. Reato nos endilga livianamente, llamativo en un periodista de investigación, “vivir mejor en regímenes autoritarios que destruyen libros y apalean autores” solo por el hecho de no exhibir su libro y tal vez algunas apologías del racismo y la dictadura genocida. Malas noticias, señor Reato: a pesar de su patoteada comunicacional y editorial defendemos la libertad y el pluralismo y lo seguiremos haciendo, y en esa defensa se encuadra nuestro propio derecho como libreros a elegir qué poner en vidriera y en mesas, precisamente para eso, para que ese tipo de régimen donde nosotros y miles de argentinos (no usted que tiene la capacidad del diálogo amable con el genocida condenado Videla, al que tolerante le estrechó la mano más manchada de sangre de la historia argentina) la hemos pasado muy mal, sea una posibilidad cada vez más remota, para que nadie prohíba libros, nadie persiga autores y nadie encarcele lectores. Para que no tengamos que andar preguntando, señor Reato, dónde está Santiago Maldonado.

No se engañe el lector, no se trata de falta de pluralismo lo que molesta a un Reato que se siente con poder de sometimiento, sino por un lado los carteles que encontró en nuestra vidriera recordando el genocidio de la dictadura del 76, y por otro un tema meramente comercial, de absoluta banalidad en torno al aspecto comercial de un libro, donde su autor se pone irascible y twittea represalias  frente a una librería que no acepta como principio rector supremo la conveniencia comercial de destacarlo. 

Señor Reato, no se ponga el traje del perseguido o el prohibido que molesta con sus textos y al que le esconden sus libros. Esa vestimenta le es extraña a un oficialista del poder dominante como usted. Nosotros, que seguiremos haciendo nuestra tarea y sirviendo sus libros a quien lo solicite (permítanos en nombre de la democracia y el derecho de opinión no recomendarlos), no escondemos nada, y si alguna vez escondimos libros fue para salvarlos en la noche más oscura de la jauría dictatorial que hoy en tiempos de democracia aplaude, reciclados sus partidarios, en sus textos. No hubo errores, no hubo excesos, son 30 mil los desaparecidos durante la dictadura cívico-militar. 

* Propietarios de la Librería Hernández.