Copista material es el nombre que las curadoras Agustina Pérez y Paola Cortés-Rocca le pusieron a la muestra sobre el escritor y artista visual Osvaldo Lamborghini, que acaba de inaugurarse en el CCK y estará abierta hasta el 12 de noviembre, en la sala 502 del 5to piso.

El autor de El fiord es uno de esos imprescindibles de la cultura argentina, aunque ajeno al panteón de los próceres, y la exhibición, no solo un recorrido inédito por su labor plástica sino un homenaje a quien derribó fronteras entre lenguajes, empleando distintos soportes y materialidades.

Escritor maldito, su obra se reedita y revalora luego de su muerte en Barcelona -ocurrida en 1985 a sus 45 años, consecuencia de un infarto- gracias a escritores como César Aira, ​Rodolfo Fogwill, Néstor Perlongher y Ricardo Strafacce.

Lamborghini​ publicó tres libros en vida. El fiord (1969), Sebregondi retrocede (1973) y Poemas (1980), literatura cargada de imágenes violentas, con un uso mestizo de la jerga política,​ el lunfardo, la parodia y la pornografía.

Creador total

Producto de una cuidada selección de piezas de entre más de mil, la exposición destaca una serie de persistencias de la poética lamborghiniana, con hincapié en su condición de creador total, alguien que apostó por destruir la organicidad de la obra, resquebrajando las fronteras tradicionales que condicionan la producción artística.

Osvaldo, “una divinidad naciente”, según Fogwill, tuvo una vida compleja, experimentada en paralelo con la de su hermano más famoso, Leónidas.

Collages, pinturas, dibujos, cuadernos, cajitas y cigarreras, confeccionados en sus últimos años, abrieron una faceta en la estela de las nuevas experiencias artísticas del fin de siglo veinte. OL optó por seguir el camino opuesto, “subrayando no tanto el resultado como el proceso, la invención continua, la búsqueda del grado cero de las palabras y las cosas”, señala Agustina Pérez.

Cuenta Cortés-Rocca que originalmente la expo se iba a llamar Brutales acoplamientos, “tomando una frase un poco crítica del escritor Sergio Chejfek” sobre la escritura de Lamborghini. Lo que las curadoras querían era “hacer foco en el acople o superposición de materiales. Tradiciones como el psicoanálisis y la gauchesca, la frase hecha, la obscenidad e incluso de manera más literal, marcadores, revistas de segunda mano, papel usado, fluidos corporales”.

Copista material es una suerte “de título nobiliario de la minoridad, como condición ante la Justicia (que Lamborghini sabía que no impera en este mundo): legislación penal o Gran Literatura”, dice Pérez. Desde su primera página “trabajó como un amanuense la materialidad de las palabras, el copista material evoca al medieval, escribe al dictado, no elige ni especula”.

Pero, como le ocurre al escolar no ejemplar, el que copia también tergiversa la letra de la Ley. “Por otra parte, tiene una relación manual, física con lo escrito. Lamborghini se vuelca a un trabajo análogo precisamente en tiempos del advenimiento de lo digital, con su borroneo del cuerpo”.

Un año antes de morir, OL arma e interviene cuadernos. “Es un cuerpo que se dispone de forma alterna en relación con el mundo para volverse una caja de resonancia, una topografía donde las inscripciones se dilatan o demoran el sentido”, explica Cortés-Rocca.

Poner al alcance del público argentino esta escritura por otros medios, de hechura tan esquiva, convoca al cuerpo a cuerpo para vérselas con ella. Es una propuesta impertinente desde el vamos, “muestra la hilacha que conduce a la madeja-Lamborghini”, destaca Pérez.

La periodización desprolija sitúa la escritura entre 1969 y 1983, (cuando compone un noventa por ciento de su obra escrita), el Teatro Proletario de Cámara y la obra plástica en 1984, y la objetual entre noviembre de 1984 y noviembre de 1985.

Las obras de Lamborghini quedaron archivadas bajo el cuidado de Hanna Muck, su última pareja, quien muere en 2015. Ese mismo año se realiza la primera muestra de esta obra en el MACBA. “Elvira, la hija del copista, viaja a Barcelona en 2016 para traer aquellas s/obras. No recibió ningún apoyo institucional para hacer el traslado de semejante material. Lo tuvo que despachar en valijas como si fuesen remeras y medias”, cuentan las curadoras.

A los más de 50 cuadernos montados e intervenidos que compuso en menos de un año, se suman los libros, revistas y pequeños objetos, como cajas de fósforos, intervenidos. La desmesura del volumen de obra en un lapso tan corto es significativa. Además, cada cuaderno es en sí mismo un artefacto que reclama, para su visión, tiempo y trabajo. “La muestra es apenas el gesto de señalar, de apuntar con el índice y decir mirá, ahí”, señalan.

Lejos de hacer borrón y cuenta nueva, las cualidades plásticas irrumpieron, sin dejar de insistir con los núcleos centrales de la escritura. El autor se abocó al reciclaje de materiales de descarte, el uso de la ironía acerca de la transparencia comunicativa, el rescate productivo del chiste y la superposición de sentidos eróticos y políticos.

“Se trata de una experiencia estética de nunca acabar (doble sentido mediante), no se dirige a armar una obra cerrada y perfecta sino a producir, aburrirse o abandonar y pasar a otro texto, otro dibujo, otro boceto. La idea del reciclaje nos condujo a pensar más en la figura del copista o del artesano que escribe a máquina, como ya lo hacía Cortázar a mediados de siglo, o como lo va induciendo la cultura digital que se viene a fines del XX”, aporta Cortés-Rocca.

Es la primera vez que se ofrece un conjunto de piezas en mutación permanente, entre el manuscrito y el boceto, que no termina de volverse libro ni pintura, pero que permite acercar al público un universo de creaciones muy poco conocidas. “Lamborghini está ahí con sus textos a mano, sus útiles escolares y sus cuadernitos de hojas cuadriculadas. El fue un cartonero de la lengua y de la imagen" destacan las investigadoras

“La reflexión sobre el modo en que se visualiza o en el que habla el poder es una constante suya. Me encanta ese juego con el corte significante que conecta un procedimiento lingüistico y psicoanalítico, su traslación a lo visual y el efecto siempre sexual y político que emerge”, admite Cortés-Rocca, directora de la tesis de doctorado de Agustina y quien sugirió que el archivo IIAC de la Untref, a cargo de Martín Paz, fuera el lugar para que Elvira dejara la obra en guarda.

Copista material es una continuidad entre lo visual y lo literario. “Por eso mostramos dibujos, pinturas y collages, pero también algunos manuscritos y cuadernos donde se ve cierta pulsión visual, en el diseño de la página o en los dibujos y bocetos incluidos cercanos al texto”. Se incluye un video que recorre el Teatro Proletario de Cámara y también algo que llamaron Pictionario, suerte de diccionario de imágenes anteriores, de Goya, por ejemplo, pero también de Silvio Lang y Carri-Couceyro, que llevaron El fiord o la novela inconclusa Tadeys al teatro.