Pensemos a nivel global. El año 2016 es hasta ahora el peor año del siglo XXI. En los países centrales comenzaba a erosionarse el supuesto bipartidismo que sostenía el consenso neoliberal. Se incrementó la polarización. Hubo procesos que marcaban giros a la izquierda en Grecia, con Podemos en España, con la renovación en el Partido Laborista, con la candidatura de Sanders. Mientras nada de eso se plasmó hasta ahora en un logro concreto, los triunfos del Brexit y de Trump implican logros hacia la derecha que plantean un nuevo escenario internacional. A esto hay que agregarle la nueva ofensiva neoliberal que se despliega en Brasil y Argentina, los dos principales países de América del Sur, donde también fue derrotada la paz en Colombia. 
El balance sudamericano hace necesario analizar los logros de los gobiernos llamados “populistas” o “progresistas”, junto a sus limitaciones estructurales y los déficits de construcción política. En el caso argentino, el pensamiento crítico no debe adherir a narrativas épicas que rechazan analizar las causas de la derrota electoral. Esas narrativas, por un lado, imposibilitan sintonizar con una sociedad que no va a aceptar que se oculte la inflación, la pobreza o se nieguen hechos de corrupción. Por otro lado, aquellos errores que no sean asumidos seguramente serán repetidos.
El pensamiento crítico tampoco puede adherir a la narrativa antikirchnerista de que fueron doce años dedicados a “robar el país”. La lista de logros es muy amplia y esa narrativa pretende que la sociedad renuncie a defender los derechos conquistados en términos de pobreza, desigualdad, empleo, derechos humanos o ciencia.
Ahora bien, los debates sobre el pasado son relevantes para pensar y hacer en el presente y en el futuro. Hay tareas urgentes, inmensos desafíos para el campo popular y progresista. Necesitamos reinventar y recrear las utopías de emancipación. Esto puede parecer abstracto pero tiene consecuencias prácticas. El trabajo cultural y político debe apuntar a tornar posible imaginar en el horizonte el final del capitalismo. No porque hoy esa tarea sea posible, sino porque es imperioso tornar posible al menos imaginarla. 
A la vez, necesitamos que en el corto y mediano plazo se reconstituya una vocación de mayoría, una vocación de representación política de los más humildes, los trabajadores y las clases medias. Esto requiere tareas muy específicas. Primero, elaborar colectivamente un programa de gobierno que apunte a incrementar la justicia, la igualdad, la democracia, la participación, la calidad del Estado. Segundo, generar estrategias culturales y comunicacionales. Tercero, construir una estrategia política específica para esta etapa histórica.
Ante la fragmentación social y política de los sectores que se oponen a las medidas del Gobierno, es imperioso comprender que el problema ordenador es el neoliberalismo. El camino no debe ser inventado, sino que ha sido señalado en las calles en las movilizaciones del 24 de marzo, del 29 de abril, de San Cayetano, de la Marcha Federal, de la Marcha Universitaria, la movilización de Ni Una Menos y por la Ley de Emergencia Social. Es la articulación de heterogeneidades en una lucha por los derechos. Nadie debe renunciar a su propia identidad, a sus cantos, sus banderas, a sus figuras, a sus imágenes. Pero nadie debería colocar su identidad por encima de la unidad de todos los sectores movilizados.
En 2017 el Gobierno argentino va buscar plebiscitar su gestión a través de una enorme campaña de marketing. Quien menosprecie su capacidad comunicacional, subestima a un adversario que no sólo ganó una elección, sino que ha mostrado que sabe hacer política. Un eventual triunfo del Gobierno en 2017 no sólo implicará incrementar su representación, sino que le facilitará la aplicación de otras medidas mucho más estructurales. Por eso, sorprende que haya dificultades para ofrecer una alternativa política plural a la política neoliberal. Sorprende cuánto pesa el pasado reciente en los problemas políticos del presente. El desafío es a la vez urgente y estratégico: promover una confluencia plural, democrática, por más igualdad, que permita avanzar todo lo que sea posible en el sendero de la emancipación.

* Conicet, Idaes-Unsam.