Delfina sigue aprendiendo a ser Delfina. Y en esta época, eso significa ejercer el gusto y hacerse el sueldo sacando fotos, pensando videoclips y dirigiendo publicidades. Hasta hace poco más de un año, solía ser Delfina nadando, representando a Argentina con su nombre y con su apellido, Pignatiello. Fue parte del seleccionado juvenil, marcó récords argentinos y sudamericanos, y ganó medallas olímpicas, panamericanas y en mundiales. Hasta que por un remolino de sensaciones que cuenta bien en su libro Diarios de Delfín, decidió dejar el alto rendimiento, formarse en fotografía y empezar a trabajar alrededor de la música, sacando fotos a bandas y en recitales, y dirigiendo sus primeros videoclips.

A los 23, Delfina sigue compitiendo contra la fugacidad del tiempo, pero ya no en los andariveles de una pileta olímpica sino en otra zona que también es puro movimiento: "la valla" de un recital, ese espacio de trabajo entre la divisoria y el escenario, habitado por fotoperiodistas, monitoristas, staff, patovicas o gente desmayada. O en el set de alguna filmación, en donde maneja la presión y el flujo de gente y acciones igual que como bracea: enfocada, con una emoción incomparable que explica como algo así como la manija del día de competencia.

Así trabajó la idea del video de Kompressor, de Yesan y Brian Taylor, y actuó e hizo foto fija en él. Y así dirigió el de Cortaste toda la luz, de Malena Villa. En los dos, una pileta -dos distintas, en verdad- es a la vez escenario y protagonista de la acción. En ambos casos, el resultado es notable. "Desde que decidí arrancar un rumbo nuevo, le puse la misma energía que le había puesto a lo que hacía antes. Siento que cualquier cosa que haga en mi vida va a ser de la misma manera, con amor. No sé si bien o mal, ni si con un objetivo muy claro, porque ni en el deporte lo tuve tan claro."

► Diarios de Delfina

Con 8 meses, Delfina empezó su relación con la inmersión, la flotación y la conciencia de su cuerpo. Su mamá, profesora de natación, la llevaba con ella al club durante su jornada, y la piba terminaba sumergida en cuanta clase hubiera. "Si te fijás en cualquier persona que más o menos haga bien lo suyo, casi siempre hay una relación de mucho tiempo con eso, mucha práctica", resume. Todo ese tiempo de series, de videojuegos, de salidas, de paseos, de fast food y de fiestas que integra el menú adolescente/juvenil argentino, Delfina se lo daba al deporte: a entrenar, a preparar su cuerpo, a preparar su mente o a descansar.

"La natación era algo super cotidiano en mi vida y lo es, porque sigo nadando, pero cuando quise empezar a competir tuvo que ver justamente con salir de esa naturalidad para ir a buscar una emoción, un desafío. Fue así, constantemente, durante toda mi adolescencia, mientras iba creciendo en el deporte. Pero se ve que en algún punto también naturalicé el competir y empecé a ir por un camino que ya no me generaba esa adrenalina, y me empezó a pesar o aburrir un poco. Al mismo tiempo estaba este bichito dentro mío, esta parte que estaba mirando para otro lado, curiosa de ver qué había fuera de esa burbuja en la que vivía, que obvio que elegía a diario y que disfrutaba porque era mi vida, pero era una burbuja."

Foto: Alejandra Morasano

  • ¿Cómo procesaste la salida de ese lugar? Es significativo porque competías excepcionalmente bien y era algo que te ofrecía reconocimiento e ingresos.
  • Me tomó un año y pico elaborar el espacio para esta otra curiosidad, hasta tomar una decisión, aunque estaba siempre en el pensamiento. Fue un proceso que ya no sé si definir como largo o corto. Pero cuando tomé la decisión de ir por este otro lugar y poner la energía ahí, fue algo súper contundente, una de esas cosas que te marcan la vida. Este año fue un salto tremendo, y se dieron cosas en lo laboral que manifesté y agradezco. Estoy muy contenta.

  • Podrías haber terminando haciendo fotografía submarina o deportiva, pero fuiste específicamente a laburar con músicxs, desde las fotos o los videoclips.
  • Creo que hay algo entre artistas y deportistas de alto rendimiento, ciertos puntos en común en la exigencia y la exposición. Y la música me acompaña desde que tengo sentido común. En el deporte, era una manera de conectar conmigo y estar en calma, de motivarme. Y me acompaña todo el tiempo en mi cotidianeidad, soy muy melómana. Cuando procesé que me quería dedicar a algo audiovisual, sentí que había algo que siempre había querido hacer pero para lo que nunca me daba el tiempo, porque no podía, siempre era algo a futuro.

► Inmersión y descompresión

Delfina venía haciendo fotos en viajes, "street photography y eso". Pero un día la invitaron a un show de Acru, uno de los artistas que más escuchaba en cuarentena, para acompañar a un fotógrafo. Flashó porque le gustaba mucho el rap. Flashó porque es muy difícil no flashar con Acru, con su nivel, su escritura y su música. Y flashó porque es imposible no flashar con tu primer show masivo en vivo.

"No había ido nunca a ningún recital. No era un lugar habitual: escuchaba música pero no sabía lo que era la música en vivo", reconoce, fanática del rap. Después, volvió a flashar con el primer show al que fue con la cámara. "Me di cuenta de que, costara lo que costara, quería estar ahí. Encontré en el pit la misma emoción que estando en el agua."

  • ¿Creés que haya algo que equipare la experiencia y las emociones de competir?
  • Hay una adrenalina previa a la competencia que siento que no la voy a vivir con esa índole nunca más. Así como solamente estando en el pit voy a sentir lo que es el pit, y lo que se siente al estar en ese momento justo en el que tenés que estar para sacar esa foto. Es algo súper especial, también, pero muy distinto. Aunque también en un punto es un estar yendo de un lado a otro, viendo hasta dónde me puedo meter, estando muy en el instante.

  • ¿Y los videoclips y fotos de prensa? Por los artistas con los que estás trabajando, parecen ser espacios de encuentro con gente de tu edad, que vivió otro plan.
  • Sí, totalmente. Yo estuve en una burbuja de entrenamiento, sobre todo en pandemia cuando no veía a casi nadie y era muy difícil, casi impensable, hacer amigos nuevos. Y de repente ahora todo mi núcleo es de gente que conocí en los últimos dos años, mi novio también. En publicidad hay gente capaz más grande, lo cual me sirve porque aprendo de su experiencia, pero con los clips la gran mayoría del tiempo estoy con gente de 20 a 30-35 años, que tuvo otro tipo de adolescencia, de vida, y aprendo muchísimo. Gané herramientas sociales, aunque parezca dramático, porque hubo experiencias que no tuve porque estaba teniendo otras.

  • Y tu día a día de piba de 23 años que trabaja freelance, ¿cómo se acomodó?
  • Es todo muy nuevo, hace muy poco tiempo de esto, ni dos años. Es poco tiempo, sobre todo comparado a que estuve 7 años en el alto rendimiento deportivo. De repente es re distinto mi modo de vincularme. Siendo freelancer, hay semanas que estoy al palo y semanas que estoy re tranquila, en las que me puedo poner a aprender cosas. Aprendí haciendo, de ver videos, de practicar, de hacer cursos. Me pongo a estudiar o, como no tengo que ir a las 6 de la mañana a zambullirme a una pileta para entrenar, como hacía hasta en invierno, ahora me puedo quedar hasta la 1 o 2 de la madrugada editando o pintando. Tengo tiempo para ir a merendar con mis amigas o ir al cine a las 5 de la tarde, lo que también me sirve mucho para aprender a dirigir. Suena dramático pero son cosas que nunca había hecho y que me siguen sorprendiendo.

  • En el video de Yesan y Brian Taylor aparecés tirándote a la pileta, y el de Malena Villa escenifica una fiesta aquagym. El agua nunca tuvo la culpa, ¿no?
  • No, cero, fue de las primeras cosas que trabajé porque en un momento estaba muy peleada con el deporte, odiando un espacio que amé toda mi vida. Formaba parte de eso pero no lo disfrutaba más, por suerte me di cuenta rápido de que no odiaba el agua... Cuando me voy de viaje o vacaciones lo primero que busco es el agua para tirarme: un lago, el mar, una pileta. Y acá en Buenos Aires, si estoy medio en una me voy al agua. Es un lugar que realmente amo y que tiene cero culpa.


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