Es el capítulo final de Mad Men y Donal Draper, el mejor peor publicista que nos dio la televisión, está en un retiro espiritual en un paisaje natural soñado, muy lejos de la demencia vertiginosa de Manhattan de finales de los 60’s. Tal vez para encontrare a sí mismo. Tal vez para expiar sus culpas. Sentado con las piernas cruzadas sobre un pasto verde aterciopelado frente al mar y rodeado de hippies vestidos con túnicas de bambula, un maestro recita un mantra meditativo. “Padre sol, te saludamos, y te damos gracias por la dulzura de la tierra. El nuevo día trae nueva esperanza, las vidas que hemos llevado, la vidas que vamos a llevar, un nuevo día, nuevas ideas. Un nuevo tú”, consigna. Donald sonríe. Ya sabe cuál será el próximo slogan de la publicidad de Coca Cola para los jóvenes New Age.

Mad Men (y el capitalismo) nos enseñaron que cualquier buena intención que busca polemizar con los males del consumismo puede mercantilizarse y volverse un nuevo deseo o una nueva relación de poder. Hoy en día, también puede monetizarse en las redes sociales. Esto último es uno de los clásicos de Burning Man: el festival de nueve días que se lleva a cabo anualmente en el desierto de Nevada.

Este evento, que este año alojó a 70 mil fans, es el epicentro más convocante de influencers, modelos, DJs encumbrados, tech-gurus, entrepreneurs californianos, ejecutivos de Google y Facebook, dioses de Sillicon Valley y el 1 por ciento del 1 por ciento. Jets privados y caravanas de lujo llegan todos los años a este spot con el objetivo de dejar atrás los males modernos y crear una nueva comunidad sin dinero, la participación colectiva, los intercambios amistosos y orientada hacia la búsqueda mística de la espiritualidad.

Muchos califican a este evento como el “Davos sin ropa”, porque combina a personajes ultrabillonarios (y sus empleados del mes) con orgías tántricas, MDMA, psicodélicos, raves eternas con DJs tope de gama, luces de neón, meditaciones guiadas, rituales de lavado de pies y un mundo de fantasía de parque de diversiones para adultos. Un paisaje único que los influencers documentan en sus TikToks reforzando su imagen de marca. El público es tan blanco (para sorpresa de nadie) que los organizadores lo saben y tratan de convocar (sin éxito) a personas negras. Aunque la propuesta es vivir sin dinero, la experiencia ronda casi los mil dólares. Es el precio del networking espiritual. Eso sin contar la entrada a las exclusivas fiestas privadas que organizan en en el predio los CEOs de los CEOs.

El evento Burning Man en sus épocas de gloria. No serían éstas. 

Este año, sin embargo, hubo una situación verdaderamente disruptiva, caótica y anárquica. El cambio climático (motorizado, en parte, por los intereses extractivistas de muchos asistentes) se tradujo en lluvias torrenciales. El suelo árido y liso de Black Rock, ideal para andar en bicicleta, se convirtió en un lodazal de arcilla que hizo que sus huéspedes se tengan que poner poco halagadoras bolsas zipploc para arrastrarse hasta los báños públicos rebalsados de caca.

Como era de esperar, cuando cayeron las primeras gotas los más pudientes huyeron en sus jets privados, que estaban estacionados en un conveniente aeropuerto dentro del festival. El resto, la casta plebeya, no podía entrar ni salir. Los caminos estaban cortados, la electricidad no funcionaba, los recursos empezaron a escasear y las influencers tuvieron que racionalizar lo que les quedaba de sus sopas Maruchan y papel higiénico. Prontamente el paisaje se convirtió en una remake de “El señor de las moscas”. Como si fuese la pequeña venganza de los pobres, este escenario postapocalíptico se volvió inmediatamente en un meme para reírnos en masa de la extravagancia de los ricos y sus devenires infernales. Las modelos, temblando en sus casas rodantes, le pedían a sus followers que no crean todo lo que dicen en las noticias, que “no es tan así”. Pero las imágenes hablaban por sí solas.

Uno de los tantos memes que circularon en las redes en torno al desastroso Burning Man 2023

Cuando la derecha re interpreta el mensaje

Hace un par de semanas, esta cronista recordó al primer neoliberal que conoció en los albores del 2015. No era un macho herido que encontró en las filas de Milei un espacio para canalizar su frustración. No era un fanático de los bitcoins o de la Escuela Austríaca, o un ferviente creyente de que la mano invisible va a solucionar los problemas de la humanidad. Bueno, finalmente sí llegó a estas conclusiones. Pero, en sus orígenes, era un joven rico, muy rico, de Zona Norte, que no necesitaba trabajar ni pagar un alquiler. Y que, al igual que Donald Draper y muchos de los fans de Burning Man, encontró en la espiritualidad New-Age, el ambientalismo y el veganismo un llamado vital.

Sin embargo, aunque el veganismo y el ambientalismo son enemigos naturales del extractivismo, el híper consumismo y la injusticia social, estas corrientes pueden reinterpretarse para serles funcionales a la extrema derecha. Como también ciertas búsquedas espirituales. Más que nada, cuando no cuestionan las estructuras políticas y económicas que motorizan las crisis sociales, económicas y climáticas, y abandonan estas luchas en pos de perseguir un bienestar personal. Una mirada sobre el mundo que hace mella en quienes creen que “toda la política es mala y cada uno tiene el poder individual de sobreponer su dolor y alcanzar el éxito a través del trabajo duro”, como dicen las máximas neoliberales de la meritocracia.

Inti Miski es un investigador de Morón radicado en radicado en Ciudad de México y doctorando de la UNLP. Actualmente, está trabajando en un ensayo sobre la cultura de la neoespirutualidad chamánica y psicodélica, donde critica cómo la cultura de romantizar los “proceso de desarrollo interno” puede dar lugar a individuos conformistas “que sueltan las armas de la revolución porque creen que hay un ente superior que todo lo justifica” y habitan un narcisismo poco feliz.

¿Dónde situarías el origen de esta tendencia?

--Es complicado. Hay que recordar que la iglesia católica históricamente vendía las absoluciones a cambio de dinero, perdonaba a genocidas y corruptos. Desde que empezó la posibilidad de que alguien te absuelva luego de un intercambio de este tipo, empezó la especulación entre el poder institucionalizado y las personas.

¿Podés especificar más acerca de tu trabajo de investigación?

--Estoy haciendo un foco en lo que es la búsqueda de iluminación mediante sustancias enteogénicas, psicodélicos, chamanismo, etc. Lo que se pone en juego es personas que sienten que han sido tocados por la iluminación de un privilegio farmacológico que los hace superiores al resto. En cuanto al neoliberalismo, uno de los que está a la cabeza en Argentina de la movida psicodélica con una empresa de hongos es “Aíto” de la Rúa. Hace poco una amiga me envió una entrevista de él hablando de “soltar las amarras” y uno no puede evitar hacer el paralelismo con las amarras del helicóptero del papá.

¿Cómo vinculás esto con una subjetividad neoliberal?

--Hay cierto interés por el autosuministro de sustancias psicodélicas en personas que están siguiendo la ideología neoliberal porque no creen en autoridad alguna, ni autoridad institucional, ni autoridad espiritual. Entonces, esta cuestión de los psicodélicos, las drogas sintéticas, van un poco de la mano. Es decir, la deslegitimación de cualquier tipo de autoridad. Esto también atañe al consumo de sustancias y la figura de chamanes cuando se contrata algún tipo de servicio de algún curandero, con una pretensión muy soberbia de quien está pagando quiere que le curen todo, que le quiten los males, que le hagan ver a Dios. Todo eso creo que ahí es donde se vuelven un poco enfermizos los procesos de sanación o guía espiritual con estas prácticas psicodélicas: con la idea de que el dinero lo puede comprar todo, puede comprar incluso la iluminación.

“La espiritualidad farmacológica a través de las drogas me parece que también tiene una raíz en esto de qué es el biohacking, que tiene mucho que ver con una empresa que se llama Mindvalley de California (que es re nefasta). El biohacking es lógicamente para quien tiene guita e implica, básicamente, que podés ‘biohackearte’ el cerebro para convertirlo en súper inteligente. Así empezamos la distinción de las capacidades humanas dependiendo si tenés recursos económicos para “upgradiarte” la inteligencia o no. Tiene que ver un poco con lo que se hablaba de lo que iba a ser el transhumanismo y el mejoramiento genético de la raza, pero ahora lo están haciendo con todo lo que es la falopa y la psicodelia”, comenta Inti.

Así como la palabra “Neonazi”, “Ecofascismo” es un término que usa la extrema derecha para vilipendiar los activistas ecologistas que militan en contra de las políticas depredatorias extractivistas. Sin embargo, el movimiento ambientalista está vinculado fuertemente con los orígenes del nazismo, donde varios pensadores romantizaban la naturaleza alemana como una madre sagrada y prístina, a la que había que proteger de la mugre de elementos exógenos como los judíos o migrantes. Estas ideas están vinculadas con fantasías que romantizaban a la vida campesina y a las sociedades preindustrial como si fuesen cofres sagrados de la pureza racial aria. "La unidad de la sangre y la tierra debe ser restaurada", era la proclama de Richard Walther Darré, ministro del Reich de Agricultura y Abastecimientos entre 1933 y 1942.

Estas teorías se esparcieron por todo el mudo y, en EEUU, se gestó una corriente con un pensamiento similar, que sugería que dejar que la población blanca se mezcle “con los indios” es un suicidio social y que había que asegurar la pureza racial a partir de impedir el ingreso de migrantes. Estas ideas, con el correr de los años, se apalancaron en el problema de la “superpoblación”, que derivó en la creencia de que las hambrunas, las guerras y demás crisis sociales iban a hacer que la población se diezme para alcanzar un nuevo equilibrio donde solo sobrevivan los más aptos, (o sea, los más ricos). Como cuando Macri le recomendó a Alberto Fernández que “se muera quien se tenga que morir” en plena pandemia, y más de uno celebró en las redes sociales cómo los delfines volvían a los canales de Venecia (a costa de la muerte de miles de personas).

Volviendo al tema de las búsquedas espirituales, la politóloga y activista especializada en ecología política, Flavia Bloffoni, advierte que estas críticas no deben estigmatizar a quienes “están realmente en caminos espirituales honestos. Sin embargo, considera que “si los caminos de fortalecimiento interno espiritual -o como se quieran llamar- son coherentes, hay algo de la necesaria incomodidad que aparece frente a la despolitización de la vida, en el sentido de la despolitización profunda”.

“Creo que no hubiera sido posible el triunfo neoliberal sin cooptar de alguna manera a espacios espirituales que, recortando muy fuertemente la historia y los conocimientos ancestrales, lograron convencer a mucha gente de que el camino es vibrar alto a nivel individual y que no importa lo que suceda afuera. No importa lo colectivo, no importa la crisis climática, la crisis ecológica, porque la salida está en el camino interno. Como si tal cosa fuera escindida de una trama de vida más amplia”, asegura. “Y eso, sobre todo, a partir de la instalación de esta narrativa neoliberal de inmediatez, de presencia en el ahora, de que no importa lo que pase después porque lo único que existe es el tiempo actual. Incluso no importa lo que pase alrededor, porque nos esperan también otras cosas en otro plano”.

¿Cómo podés interpretar estás búsquedas de sanación new-age?

Muchas veces hay una necesidad honesta de sanación. Ya sea de culpas de clase o del conocimiento de que todo se está yendo a la mierda y nadie da respuestas. Hay mucho también de aprovechar que construimos nuestras referencias políticas en líderes mesiánicos. Eso genera un sesgo del expectador, lo que puede derivar en búsqueda de maestros, de chamanes, de aquel que nos trae respuestas ante esta gran incertidumbre. Y yo pienso: quien dice hoy ‘yo tengo la solución’, como algo monolítico, seguro está haciendo guita con eso.

¿Por qué convoca tanto esta corriente?

--Lo que tiene muy a la mano el new-ageismo neoliberal es una especie de sedación rápida en sentirnos bien momentaneamente…si no profundizás demasiado. Porque si profundizás, nadie puede sentirse bien escindiendose de este bardo. Por eso, creo que el mejor antidepresivo son los activismos. Y no creo que nosotres, como seres terrenales, podamos ser coherentes con nuetro propósito en esta tierra si nos retiramos de la vida colectiva para meditar en la montaña, mientras se viene el fin del mundo. Y sin dudas, también hay algo de expiar culpas de clase. Saber que uno es parte de esa gente que está haciendo todo mal y necesitan argumentos que dejen un poquito más tranquila la conciencia, desde la acción individual. Por eso hay veganos y veganas que votan al fascismo.

¿Cómo esto puede vincularse con las nuevas formas de ecofascismo?

--El ecofascismo es un peligro que está apareciendo cada vez más. Yo no tengo ninguna duda de que, si funciona narrativamente, Milei va a ser en tres meses el mayor defensor de las medidas ecológicas. Desde esa mirada podría querer limitar el crecimiento poblacional o los recursos para la gente. Es muy peligroso, porque le es funcional a la narrativa negacionista. El día que puedan hacer negocios con esto, se van a tirar ahí de cabeza.