Magdalena es una joven productora que se halla en la Amazonia peruana para participar en un concurso televisivo de proyectos audiovisuales sobre ríos exóticos de Sudamérica. Un poco hastiada del bucólico y tórrido contexto, la muchacha se decide a bajar una aplicación de citas en su celular. Por esta vía contacta a Luana, una misteriosa lugareña. Una noche, Magdalena se decide a conocerla, tiene relaciones eróticas y experimenta placeres escatológicos con la inquietante mujer en plena naturaleza. La encuentra un poco extraña… Luego del orgasmo mutuo, Luana se tira a nadar en el río y es atacada por un cardumen de pirañas. En lugar de aterrorizarse o atinar a pedir auxilio, Magdalena filma la horrorosa escena con un celular hasta que se apagan los alaridos y no quedan más rastros de Luana que la quietud del agua. Acto seguido sube el video a las redes sociales y crea una promoción paga. Quizás el suicidio de Luana no fue el pasaporte al premio de la competencia televisiva, pero le redituó a Magdalena fama inmediata y una suculenta ganancia económica.

“Crear promoción” es una de los más paradigmáticos y escabrosos del conjunto de los once cuentos escritos por Gonzalo Unamuno aunados bajo el sugestivo título de Contactos bloqueados. El núcleo común de las narraciones gira en torno el impacto de las nuevas tecnologías sobre la construcción de las subjetividades y los vínculos afectivos contemporáneos. Por un lado, los relatos dan cuenta de que si Hamlet renaciera y volviera a dudar sobre si es mejor “ser o no ser”, antes debería corroborar su existencia en la virtualidad. De hecho, es la propia Luana, la que, antes de marchar a una muerte segura, le pide a Magdalena ser filmada. Como si su desaparición física solo cobrara entidad merced a su entrada en la esfera mediática.

Por el otro, las llamadas TICS modificaron hasta tal punto las relaciones humanas que dieron lugar a un flamante vocabulario: "ghostear”, “clavar el visto”, “aceptar solicitud”, “dejar de seguir”, “silenciar historia”, entre otras expresiones que Unamuno aprovecha para nominar cada una de sus ficciones. En esta novedosa y extraña era ¿de la boludez? ¿de la banalidad?, parece tan importante comenzar una relación amorosa o de amistad y/o realizar un acto amoroso como viralizarlo en el universo virtual. A su vez, bloquear o eliminar a alguien de una red social cobra dimensiones semejantes a confirmar el fin de una relación o firmar su certificado de defunción. Asimismo, el éxito se mide en likes, el afecto en seguidores y los escándalos privados, públicos o políticos se originan, profundizan o se publicitan a través de las tecnologías virtuales. Con sus perturbadoras historias Unamuno capta cómo cobró nuevos e intrincados sentidos aquella afirmación escrita por Hannah Arendt en “La condición humana”: “Las mayores fuerzas de la vida íntima –las pasiones del corazón, los pensamientos de la mente, las delicias de los sentidos– llevan una cierta y oscura existencia hasta que adquieren visibilidad y se hacen públicas”. 

Pero lo más parece interesarle a Unamuno es explorar las redes sociales como espacios paradigmáticos para ejercer la maldad en el siglo XXI. En efecto, los personajes principales de “Contactos bloqueados” son seres con los que no quisiéramos cruzarnos -y que son presentados por el narrador sin ningún juicio moral- pero sin dudas son hijos de los tiempos que corren. Si bien, la historia de Magdalena y Luana es una ficción, no solo encuentra indefectiblemente su correlato en la realidad, sino que, en términos de lo ominoso, la realidad supera a la ficción. 

Sin ir más lejos, basta recordar que las antesalas del crimen de Fernando Báez Sosa fueron filmadas por uno de sus victimarios. Entre tantas “porquerías de personas”, en los cuentos de Unamuno desfilan como personajes: hermanos posiblemente amantes que pretenden vengarse y denunciar la corrupción de un político filmando primeros planos de felaciones y consumo de drogas; adultos que tiene relaciones con adolescentes y para gozar de cópulas locas desaparecen de los circuitos de comunicación y relaciones amorosas que comienzan a partir de delitos denunciados en las redes.

Escritos con acidez e ironía, profundamente veraces e imaginativas y con desenlaces impredecibles y a menudo sorprendentes, los relatos de “Contactos bloqueados” retoman los tópicos de las mejores novelas de terror o góticas aggiornados a la época actual. En las ficciones clásicas del siglo XIX, la noche era el espacio-tiempo privilegiado para el ejercicio de las perversiones, los crímenes y las maldades. Cuando caía el sol, el Conde Drácula salía en búsqueda de las víctimas propiciatorias de sus prácticas vampíricas; el honorable Doctor Henry Jekyll devenía en el asesino Mr. Edward Hyde y Dorian Gray salía a las calles a dar rienda suelta a sus vicios innombrables o apuñalaba en su hogar a Basilio Hallward, el pintor del retrato que le aseguró la belleza perdurable.

Unamuno parece afirmar que en los tiempos contemporáneos el topoi predilecto que reemplaza el tópico de la noche para readaptar la maldad de las narraciones decimonónicas son indudablemente las redes sociales. La tecnología habilita ámbitos para concretar el hipócrita lema de vicios privados y virtudes públicas, para soltar las múltiples personalidades, esquizofrenias y vanidades de los seres o -vía filtros- materializar el proverbial deseo humano de la juventud o de la felicidad eternas.

Otro de los méritos de Contactos bloqueado es que relatos muy disímiles entre sí tienen a su vez su autonomía – cada uno podría ser un capítulo de una serie semejante a Black Mirror- y conservan a la vez una ilación coherente con un ritmo in crescendo que da cuenta de los demonios y los monstruos virtuales del presente histórico.