No es que hayan perdido su esencia, los Hermanos Butaca. Pero ya no salen a tocar con los apoyacabezas puestos, a menos que se trate de fotos de prensa, o algo de corte promocional. Por un lado, no era fácil transpirar tanto cuero cabelludo en sótanos húmedos y calurosos como el de Vaca Profana, por caso. Por otro, tiene cierta gravitación el sobrehueso que le salió a Germán Dominicé cerca de la sien. “Es verdad”, ratifica, mientras señala la montañita en su piel y se mata de risa. “Primero me duraba tres días, después una semana, y ahora no se me va más”, se sigue riendo el cantor, compositor y abogado del dúo que, al momento de los apoyacabezas en los shows en vivo, solo había grabado un disco, y tenía en mente el segundo. Hoy, diez años más acá de aquella sacrificial gesta, los trabajos son cuatro, incluido Retiro espiritual, que estrenarán en público este sábado a las 21 en el CAFF (Sánchez de Bustamante 772). Y que viene a suceder enmarcado en una apertura estética total respecto de la propuesta tanguera de los inicios. 

–Hay un solo tanguito que, aunque tenga un nombre sintomático (“Mi especialidad”), es el único entre catorce piezas. Esto habla de una apertura estilística, de un eclecticismo buscado ¿Cuáles son las razones?

Germán Dominicé: –En principio, hay que aclarar que no se trata de algo muy pensado. Después, decir que se relaciona con dejar explícita nuestra doble condición de músicos y melómanos. Así como antes del tango hacíamos otra cosa, el viaje sonoro y compositivo nos fue llevando hacia nuevos rumbos. A los dos (el otro es Carlos Senín) nos pasa lo mismo... no somos de profundizar en un género y desarrollarlo, sino de ir descubriendo cosas. Y, en este camino, preferimos no tanguear a trompadas las composiciones que van saliendo, sino dejarnos violar por otros géneros como el folklore, o el rock. Nos pasa además que los tipos que seguimos también son eclécticos, y van en una búsqueda propia. En suma, nos vamos dejando llevar pero siempre con una condición: tratar de que el disco anterior no sea igual que el que estamos haciendo. 

El planteo del cantante de los Butaca brothers (que hoy refuerzan Raúl Gutta, en percusión y Martín Santiago en contrabajo) enlaza no solo con las notorias diferencias que existen entre el disco debut (Compañía musical el amanecer, presenta), publicado en 2007, y el tanguero Choque de frente (2009), o entre No alcanza una vida (2013), y el flamante, sino también con las diversas miradas hacia dentro del disco. Un trabajo en el que canciones–rock del tipo “Primavera carmesí” conviven con temas fiesteros como el que abre el disco (“Chinchi”, grabada con Daniel Melingo); o en el que un carnavalito que deviene cumbiero (“Melancólico licor”) coexiste con “El camino”, pieza compartida con Guille Arrom y Juan Klappenbach que parece un foxtrot. “Igual le tenemos respeto a todos los discos, más allá de los diferentes enfoques estéticos, algo que para nosotros no tiene demasiada importancia... lo de nombrar tal música con tal nombre es toda una mentira”, redondea Dominicé, que no olvida identificar otro de los temas (“Sideral”) como una polca dedicada a Luis Alberto Spinetta. 

–Ahora, lo de no quedarse en una veta estética e ir por ahí, ¿no les juega en contra en términos de consolidar una impronta específica “hacia afuera”? Dicho de otra forma, ¿cómo se le anticipa al público que no los conoce con qué se va a encontrar cuando los conozca?

G. D.: –Es cierto, lo que hacemos nosotros es pésimo como estrategia de marketing (risas)...

Carlos Senin: –De hecho tocamos en peñas, en milongas, en lugares de rock y creo que la vuelta es que podemos tocar en todos lados, y nos respetan, nos siguen llamando. Aún sabiendo que por ahí tocamos solo dos tangos, nos siguen llevando a festivales de tango. 

G. D.: –Eso sí, nos pasa siempre que vamos a una tanguería y somos peñeros, vamos a una peña y somos rockeros, y así.

C. S.: –Incluso, ya no hay más humor triste, que era lo que veníamos manejando... ahora nos pasamos a las canciones de amor.

G. D.: –Y no podríamos hacer otra cosa, porque nos aburriríamos profundamente. No podríamos volver a hacer un disco como Choque de frente que fue extremadamente tanguero, porque las ganas no están puestas en eso. Por ahí, como decía antes, no es el mejor plan para fidelizar público, pero la música la hacemos para nosotros. 

–¿Cuánto tiene que ver con esto el nombre del disco y la tapa, cuya foto se sacaron ataviados con unas túnicas orientales, en el hall de la Estación Retiro?

G. D.: –Son como varios mensajes en uno. Pero el principal es que queremos jugar con esta suerte de nuevas canciones que nos vienen saliendo y que no tienen un género definido, pero que nos suenan de algún lado de acá, de la Argentina. Entonces, esa foto de tapa muestra que la música de la ciudad de la que somos se encuentra con las músicas del interior, y no en el puerto sino en Retiro, el lugar en donde aparecen nuevos géneros de música argentina. Así sí podemos encasillar las canciones que nos salen. Después, lo de las túnicas es por lo espiritual de la música, y además, nos pintó eso porque grabamos el disco durante la inmigración masiva del pueblo sirio. La foto es una mezcla de todo esto, y grafica bien lo que somos hoy.