Este martes, cuando Argentina juegue contra Venezuela, Jorge Sampaoli afrontará una situación peculiar para su carrera: sentarse en el banco de suplentes de un estadio argentino (será, de hecho, su primera vez en el Monumental). La última vez que lo hizo, aporta su biógrafo y periodista de ESPN, Pablo Paván, fue hace cinco años, en las semifinales de la Copa Libertadores 2012, cuando el técnico santafesino conducía a Universidad de Chile y tuvo que visitar a Boca en la Bombonera. 

El año anterior, por los cuartos de final de la Sudamericana 2011, Sampaoli había dirigido en la cancha de Arsenal, también al frente de la U chilena. Previamente, por la primera fase de la Copa Libertadores 2010, había visitado la cancha de Newell’s con el Emelec de Ecuador. Entonces hay que retroceder 10 años, al 2000, cuando Sampaoli dirigió unos pocos partidos a Argentino de Rosario en la Primera B Metropolitana, en su segundo ciclo en el club rosarino, justo antes del comienzo de su trayectoria en clubes peruanos. Pero su única experiencia estable en el fútbol argentino fue hace 20 años, en la temporada 1996/97, también al frente de Argentino en la B Metro. Su debut había sido en un Reclasificatorio de la temporada anterior, el 13 de mayo de 1996, ante Laferrere, pero después de una rápida eliminación en la instancia siguiente, ante Temperley en el estadio Alfredo Beranger, Sampaoli dirigió a Argentino durante todo el Apertura 96 de la B Metro y la mitad del Clausura 97. 

Dos décadas después, jugadores, dirigentes y otros integrantes de aquel cuerpo técnico recuerdan al único Sampaoli que peregrinó por canchas nacionales, la rareza de un entrenador de la Selección que, mientras se apresta a dirigir por primera vez en el Monumental, se curtió en las canchas de Midland, Alem y Laferrere. 

Néstor Rozín, excoordinador de Newell’s, actual empresario: “En la década del 90 estaba a cargo de las divisiones menores de Newell’s. Un día (de septiembre de 1995) vi en el diario La Capital la famosa foto de Sampaoli arriba de un árbol en la final de la Liga de Casilda. Siempre se dijo que el que descubrió esa imagen fue (Eduardo) López, el presidente de Newell’s, pero fui yo. Cité a Sampaoli y me trajo todos las campañas de sus equipos (en la liga de Casilda): lo más bajo era un tercer puesto. Le propuse 200 dólares mensuales (convertibles a pesos en aquella época) para que dirigiera las menores de Newell’s, pero me dijo que no, que ya ganaba 2.300 en Casilda. Le respondí que aceptara para hacer mérito y me respondió que ya había laburado gratis en Renato Cesarini. Me cayó algo soberbio. ‘¿Quién es éste loco?’, me pregunté. Lo llamé al padre de Lionel Scaloni, que es de Pujato, un pueblo de la zona. ‘¿Sampaoli? Es un fenómeno, va a dirigir en Primera’, me respondió, y me contó que hacía entrenar a sus jugadores, que eran amateurs, con paracaídas y de 13 a 15, en medio de sus laburos, bajo un sol infernal. Lo quise contratar pero Jorge Griffa, que estaba encargado de todas las inferiores de Newell’s, me lo bochó. Hasta que en 1996 surgió un convenio para que Argentino de Rosario, que estaba en la Primera B Metropolitana, fuera una filial de Newell’s. Era un acuerdo entre López y Julio Grondona: si Argentino ascendía a la B Nacional, Grondona le daría un cupo en las inferiores de AFA. La idea era armar un equipo competitivo y ascender. Ahí pensé en Sampaoli y López aceptó. Recién entonces lo conoció”.

 

Diego Corman, exdefensor de Argentino, actual colaborador de un pastor evangélico: “En su primer entrenamiento, Sampaoli desplegó conos y cintas elásticas. Yo venía de las inferiores de Central y me pareció raro. Encima era bajo de estatura, no me inspiraba seriedad y al principio lo menosprecié. ‘¿Y éste de dónde salió’?, me preguntaba. Pero enseguida me di cuenta que estaba equivocado y armé una gran relación. Años más tarde, me llevó a Juan Aurich”.

Diego Oyarbide, exdelantero de Argentino, actual técnico en clubes del torneo Federal: “El primer partido de la temporada 96/97 fue contra Dock Sud, en la cancha de Argentino de Quilmes, un día de lluvia y con mucho barro. Empatamos 2 a 2 y yo hice los dos goles. Lo que más recuerdo es que todo era muy B Metro, incluso nosotros, los jugadores, menos él. Que él estaba de paso por la categoría, como fuera de contexto. Lluvia, barro, Dock Sud, la cancha del Mate, pero él vestido de traje y dando una charla técnica diferente. Iba camino a más”.

Corman: “Contra Dock Sud estaba nervioso, era mi primer partido con él, y me expulsaron a los 10 minutos. Encima no iba a ser titular, así que sentí que había desperdiciado una chance única. Me dijo ‘es la última vez que me dejás con 10 jugadores. Los que me dejan con 10, no me sirven’”.

Carlos Haro, exutilero de Argentino, actual empleado administrativo en la Asociación Rosarina de Futsal: “Los sábados a la noche yo tenía que grabar TN Deportivo, que era la única forma de ver algo de los otros equipos. Los jueves armaba en un VHS todos los goles a favor y en contra del próximo rival. En la B eso no lo hacía nadie. Un día me equivoqué de VHS y sin querer puse una canción que me gustaba, ‘A puro dolor’, de los ‘Son by four’. Como ganamos, quedó de cábala”. 

Ramiro Colabianchi, exmediocampista de Argentino, actual médico genetista: “Estaba muy encima de los detalles. Te decía ‘tal equipo hace tal jugada de corner’. En esa época Villa Dálmine se llamaba Atlético Campana: le ganamos 6 a 1 pero lo que más recuerdo es que el gol de ellos fue como el Zurdo nos había anticipado que nos podrían convertir. Un corner, la peinó el 5 en el primer palo, el 9 cabeceó en el segundo y gol. Si hubiésemos estado más atentos a los que nos había dicho, habríamos ganado 6 a 0”.

Oyarbide: “Te podía hablar dos horas del 4 de Colegiales. Nos daba mucha información. Para un plantel joven, como era ése de Argentino, medio que nos apabullaba. Creo que, por nuestra inexperiencia, no terminamos de entenderlo”.

Corman: “Jugábamos con Armenio y la figura de ellos era el Pachorra (Hugo) Smaldone. Mientras hacíamos la entrada en calor, Sampaoli me empezó a carburar la cabeza: ‘Sos el mejor 6 que tengo, sos el mejor, lo tenés que borrar a Smaldone y ganamos’. Te inyectaba tanta confianza que te sentías muy seguro”. 

Hago: “De mañana todavía trabajaba en el banco de Santa Fe, en Casilda, y a las 15 se venía para Rosario: el entrenamiento arrancaba a las 17. Tenía un Duna y se hinchó las bolas de los peajes, así que se mandaba chupado, pegadito al que pagaba último. Hasta que un día me dice: ‘Carlos, mirá lo que me hicieron en el auto’. Los del peaje lo habían estudiado, le bajaron la barrera con todo y le partieron el techo del Duna”.

Oyrabide: “El padre de Scaloni le pagaba algunos peajes”. 

 

Corman: “Yo vivía en Pérez, a él le quedaba de paso en su camino de Casilda a Rosario, y muchas veces me pasaba a buscar. En el auto teníamos charlas íntimas. Me decía que quería ser como (Marcelo) Bielsa. Otro día, en un entrenamiento en la cancha de Argentino, le pregunté cuánto faltaba para terminar, y me respondió: ‘Vos tenés que entrenar, flaco, yo no voy a parar hasta ser el técnico de la selección’. Era un técnico nuevo en el Ascenso y tenía pocas temporadas en el campo. ‘Éste está re loco’, me dije”. 

Andrés Aibes, ex lateral derecho de Argentino, hoy instalador de aires acondicionados: “Hacía tres meses que no cobrábamos y como capitán le fui a plantear al Zurdo que no íbamos a entrenar. La mayoría tenía familia. Me dijo ‘Mirá, hace un año que yo no cobro y estoy acá. Cámbiense que los espero en la cancha’. Y fuimos a entrenarnos. 

Colabianchi: “Algunas canchas eran muy difíciles, por ejemplo la de Midland, que estaba llena de arena. Otras eran de Primera, como la de Tigre. Ahí jugamos contra San Telmo”.

Aibes: “El vestuario de la cancha visitante de Alem estaba dividido en dos. En una parte nos cambiamos cinco jugadores y en la otra, el resto. Las canchas eran muy malas. Ahora veo por tele que la de Defensores de Belgrano es toda verde, pero antes era toda tierra”.

Corman: “Íbamos por la ruta a Buenos Aires, jugábamos contra San Miguel al día siguiente y sonó mi celular. Era mi familia. Sampaoli escuchó y le gritó al chofer: ‘Pará acá el colectivo que uno se baja’. ¡Me quería hacer bajar! ‘Si no estás concentrado para jugar, te bajás y te vas. Necesito jugadores concentrados. Apagá el teléfono y no lo prendás hasta que termine el partido’, me dijo. Ese día me marcó para el resto de mi vida: entendí que, si querés ganar, tenés que poner hasta el límite”.

Colabianchi: “Nos decían el Dream Team de la B y arrancamos bien. En la primera parte estábamos cuartos o quintos, pero en la segunda parte comenzamos a caernos y quedamos afuera del Reducido. Igual él se fue antes de que termine el torneo, cuando faltaban 9 fechas, después de un partido con Colegiales (derrota 0-3 en Rosario, por la octava fecha del Clausura, el 12 de abril de 1997)”. 

Rozín: “Para los jugadores de Newell’s era un castigo ir a Argentino. Y salió mal, porque algunos jugadores no respondían. El Zurdo no pudo hacer un trabajo de esfuerzo y sacrificio”.

Oyarbide: “En el plantel había algo así como dos grupos. Los que veníamos de Newell’s, como yo, y los que ya estaban en Argentino, como (Abel) Piva (recientemente fallecido, a los 46 años)”.

Colabianchi: “El rumor que circulaba es que lo obligaban a poner jugadores de Newell’s, por el convenio, y él se oponía. Nunca supe si fue verdad. Pero cuando se fue, de inmediato pasaron a jugar varios muchachos más de Newell’s”. 

Rozín: “Discute con alguien de Newell’s porque el que ponía la plata era Newell’s, y quería recuperar algún jugador. Volvió a dirigir a Casilda, y en 2000, cuando yo era el gerenciador de Argentino, lo llamé otra vez, pero duró pocas fechas porque me llamaron de Perú, me pidieron un técnico para Juan Aurich, y lo recomendé a él”.

Pero ésa es otra historia, la habitual, Sampaoli sentado en bancos de suplentes de estadios extranjeros. El círculo se cerrará este martes: el final es en donde partió.