Fabiana Gennari es doctora en Ingeniería (UNLP) e investigadora principal de Conicet. Hace apenas unos días, resultó ganadora de la décima edición del Premio “Por las mujeres en la ciencia”, distinción otorgada por L’Oréal (la mayor empresa cosmética francesa en Argentina) y auspiciada por la Unesco. La mención incluye un reconocimiento monetario que deberá estar destinado al avance de su proyecto (radicado en el Centro Atómico de Bariloche): un sistema que permite la generación y el almacenamiento de hidrógeno, y que no requiere de la intervención de combustibles fósiles para su producción.
Para ello, utilizaron “catalizadores nanoestructurados” que aprovechan las bondades de fuentes energéticas “limpias” –como pueden ser la solar y la eólica– y prescinden de recursos no renovables que, además, liberan gases de efecto invernadero, uno de los principales problemas para el calentamiento global. Aquí, Gennari narra de qué manera su pasión por la química tiene raíz en su infancia en Neuquén, comparte las aplicaciones del hidrógeno y su aprovechamiento a partir materiales nanotecnológicos, y explica en qué consisten sus análisis actuales vinculados al despliegue de estrategias destinadas a la reutilización de dióxido de carbono.
–Usted nació en Vista Alegre, provincia de Neuquén. ¿Cómo fueron sus primeros contactos con la química?
–Mis padres son maestros normales nacionales y la realidad es que en casa siempre hubo libros. Vivía al lado de la bodega de mi abuelo y el entorno estaba compuesto de manzanos, canales de riego y viñas. Allí pasé mi infancia, atravesada por un paisaje plagado de procesos químicos que, incluso sin saberlo, concentraban mi atención. 
–¿Procesos químicos? ¿Por ejemplo?
–Siempre observaba cómo se curaban los manzanos. Se cubrían con productos a las plantas para evitar las plagas en aquellas épocas en que el fruto crecía. Sabía que el químico mataba a los bichitos pero también me preocupaba por el modo en que afectaba la salud de los cultivos. Al mismo tiempo, esas máquinas eran enjuagadas en los canales de riego, sitio del que los pueblos extraen el agua. Así que siempre me preocuparon las temáticas que vinculan química y medioambiente.
–Así que decidió estudiar Ingeniería Química en la Universidad Nacional del Comahue.
–Exacto. Los primeros tres años eran comunes para todas las ingenierías y tenía mucha matemática. Reconozco que al haber egresado el secundario como perito mercantil, me encontraba en desigualdad de condiciones respecto a mis compañeros, en general, formados en escuelas técnicas. Sin embargo, siempre me ayudaron y logré emparejar la situación. Hacia el final de la carrera, me ofrecieron la posibilidad de realizar el último trabajo en el Centro Atómico de Bariloche, así que no lo dudé y viajé. Más tarde, ya recibida, obtuve mi primera beca de Conicet para desarrollar el doctorado en Ingeniería y, con el tiempo, me gradué en la Universidad Nacional de La Plata.
–He leído que desde hace 15 años analiza las aplicaciones del hidrógeno. ¿Por qué le interesa tanto este elemento?
–Tras doctorarme fui a Trieste (Italia) y realicé una estadía de investigación para trabajar sobre química sustentable. Examinaba procesos industriales que buscaban evitar la emisión de efluentes y la contaminación de aguas. Allí sentí, en verdad, que era el tema que me apasionaba. Regresé al país en el 2000 y a partir de allí, comencé a trabajar en materiales para el almacenamiento de hidrógeno. Si uno quema este elemento en un motor de combustión o lo coloca en una celda de combustible, se obtiene energía eléctrica que sirve, por ejemplo, para mover una hélice o bien un automóvil. Al mismo tiempo, genera agua como producto secundario y no libera gases contaminantes. Hoy en día, cuando se quema algún combustible fósil se genera energía pero también gases como el dióxido de carbono y el monóxido que contaminan el medioambiente.   
–¿Y por qué pensó en un material que fuera capaz de almacenar el hidrógeno?
–Porque no es un combustible en sí mismo. No existe un sitio específico de la naturaleza del que se extraiga en forma directa, sino que hay que producirlo. Eso hace que sea necesario su almacenamiento porque tal vez se prefiera consumir como combustible en otro momento. De modo que si en un comienzo pensamos en resolver su almacenamiento, también debíamos examinar estrategias sustentables de producción.
–¿Cómo avanzaron en ese sentido?
–Era necesario continuar con una línea ecológica. Como parte de una estadía que tuve en el exterior, entre el 2003 y el 2005, comencé a trabajar con catalizadores que potencialmente podrían funcionar en la producción de hidrógeno. En este sentido, cuando regresé (de Italia) empezamos a examinar procesos catalíticos que permitieran generarlo a partir de una mezcla que combina alcohol y agua, obtenida a partir de residuos (tanto de vegetales como maderas y hojas, así como también de basura).
–A partir del empleo de los catalizadores obtuvieron hidrógeno, pero también dióxido de carbono…
–Exacto. Esto representó un nuevo estímulo: nosotros no podíamos permitirnos el desarrollo de un sistema sustentable que emitiera dióxido a la atmósfera. Necesitábamos capturarlo, así que desarrollamos materiales para evitar el efecto invernadero, en consonancia con el compromiso mundial adquirido en la última cumbre de París realizada a fines de 2015.
–¿Cuáles son las aplicaciones del hidrógeno? Leí que podría ser utilizado para generar energía eléctrica en aquellas comunidades sin acceso…
–Hay que tener en cuenta que el hidrógeno puede producirse a partir de la utilización de energías que todo el tiempo se desperdician. Si estuviera en el norte del país podría aprovechar la solar, del mismo modo que en el sur sería la eólica. Se trata de energías intermitentes que pueden rendir, únicamente, ante la presencia de sol y viento, respectivamente. La ventaja del hidrógeno radica en que permite la utilización de energías intermitentes y su almacenamiento. De modo que amplía la disponibilidad: el elemento se quema en una celda de combustible para producir la energía en el momento en que existe la demanda de consumo. Por ejemplo, por la noche cuando no hay sol y cuando puede no haber viento.
–¿De qué manera ingresa la nanotecnología?
–Los catalizadores que utilizamos poseen naturaleza nano: un soporte mecánico nanoestructurado y una fase metálica dispersa que también presenta las mismas propiedades de nanoestructura que participan del fenómeno catalítico. Por otra parte, respecto al almacenamiento, existen dos formas de pensar las esponjas capaces de capturar el hidrógeno. Son materiales con huecos nanométricos que cuando se ponen en contacto con el hidrógeno lo absorben. También, utilizamos esponjas con matrices carbonosas que son capaces de nanoconfinar fases activas. 
–En efecto, se trata de técnicas de síntesis que buscan reducir las emisiones de gases contaminantes en todos los instantes del proceso. 
–Correcto. Esto es muy interesante, porque cuando los científicos realizamos las pruebas a escala de laboratorio no se piensa demasiado en los efluentes y los residuos, pero cuando la producción es industrial, la ecuación se modifica y se deben tener en cuenta otras variables. En este contexto, el hecho de que nuestro grupo sea interdisciplinario, con la participación de ingenieros, químicos y físicos, permite que el esquema pueda ser pensado desde un enfoque mucho más global. El trabajo grupal es crucial. 
–Usted narró sus aportes respecto a la producción y al almacenamiento de hidrógeno, y a la captura de dióxido de carbono. Sin embargo, en la actualidad, trabaja en la reutilización del  CO2.
–Exacto. Proponemos procesos de conversión del dióxido de carbono mediante la utilización de los mismos catalizadores que utilizamos para producir hidrógeno. Con esa idea, obtuvimos el apoyo para el desarrollo del proyecto, por parte de la fundación Marie-Curie de la Comunidad Europea. Un trabajo en el que participarán naciones de Europa, nuestro equipo argentino y uno de Chile, para realizar una tarea más integral frente al problema del calentamiento global. No es posible convertir la matriz energética de un país de la noche a la mañana, de modo que la utilización de energías limpias en reemplazo de la generada a partir de combustibles fósiles representa un cambio paulatino. 
–Por último, ¿qué implica obtener un premio que se denomina “Por las mujeres en la ciencia”? El interrogante es ineludible: ¿qué opina respecto al espacio consignado a las mujeres en este campo?
–El reconocimiento ayuda mucho, nos permite exhibir nuestras investigaciones a toda la población del país. Es cierto que las mujeres han ganado espacio y conseguido mayor participación en el último tiempo. Cuando estudiaba ingeniería era muy común escuchar comentarios y experimentar situaciones desafortunadas por ser mujer y hacer mi carrera en un ámbito tradicionalmente masculino. Por eso, quiero reconocer que se ha producido cierta evolución social y cultural, y se refleja en el hecho de que cada vez son más las mujeres que escogen carreras vinculadas a las ingenierías y a las mal llamadas “ciencias duras” como profesión. En mi grupo de trabajo tenemos partes iguales de hombres y mujeres, y está de más decir que las capacidades son independientes del género. La deuda pendiente es que, aún, no se refleja esa equidad en los cargos directivos, porque todavía tenemos personas de generaciones anteriores que fueron educadas con otra perspectiva. Todavía no llegó la generación joven que hoy, afortunadamente, piensa distinto. Pero es cuestión de tiempo. 

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