El sistema científico-tecnológico nacional es un insumo clave para el desarrollo económico. En ese sentido, el Senado de la Nación dio media sanción a un proyecto de ley para apuntalar el entramado universitario-científico-tecnológico. La iniciativa plantea un aumento presupuestario progresivo hasta alcanzar el 3 por ciento del PIB en 2030. Los senadores opositores apelaron a consensuar una “política de Estado” en esa materia. Sin embargo, los legisladores de Cambiemos votaron en contra. 

La postura oficialista es congruente con las señales emitidas desde comienzos de la gestión. Por ejemplo, el fuerte recorte en el ingreso a la Carrera de Investigador Científico del Conicet. En ese momento, el argumento esgrimido por el ministro Lino Barañao fue que “no hay ningún país que, con un 30 por ciento de pobres, esté aumentando el número de investigadores”. 

El sociólogo Daniel Schteingart refutó ese razonamiento recurriendo al ejemplo chino. “Con la exigencia monetaria de la actual canasta del Indec (la del 32,2 por ciento de pobres), China tiene hoy poco más de 60 por ciento de pobres y, en 1996, 98 por ciento. Sin embargo, viene aumentando sustancialmente la cantidad de investigadores. Es, de hecho, el país del mundo más dinámico no sólo en términos económicos, sino también tecnológicos. Según la Unesco, China tiene 53 por ciento más de investigadores per cápita que Argentina a pesar de duplicarnos en tasa de pobreza”, apunta Schteingart.

El kirchnerismo recibió un sistema científico-tecnológico desmantelado (éxodo de investigadores, congelamiento y envejecimiento de la planta de personal de los institutos científicos) en medio de una fenomenal crisis económica y social. Ese desolador escenario fue revertido con políticas y recursos.

El investigador Roberto Salvarezza explica en “Despilfarrando la herencia: ciencia, tecnología e innovación en la nueva etapa neoliberal”, publicado en Revista Entrelíneas de la Política Económica, que “en 2004, el Gobierno tomó la decisión política de aumentar el salario de los científicos en un 50 por ciento y otorgar 400 cargos de investigadores y 1300 becas, luego de largos años durante los cuales se otorgaban en promedio 100 y 200 respectivamente, frenando el éxodo y cambiando las expectativas de los científicos”. 

El Conicet pasó de 3600 investigadores y 1800 becarios en 2003 a 9000 y 10.000, respectivamente, en 2015. Además, la red de institutos creció de 100 a 230, repatriación de más de 1200 científicos, construcción de  150.000 metros cuadrados de nuevos laboratorios e instalaciones científicas, creación del Instituto Max Planck–Conicet en biociencias, fabricación de radares y satélites, creación de YTEC una empresa dedicada a la investigación y desarrollo en energía, entre otras cuestiones.

El gobierno de Macri está desandando todo lo transitado en los últimos años. Salvarezza sostiene que el desarrollo científico local no tiene cabida en el actual proyecto oficial. “Su proyecto de Argentina, un país periférico destinado casi exclusivamente a la producción primaria y a la especulación financiera, no requiere de un sistema de ciencia y tecnología. Tal como sucedió en la década de los noventa con las políticas neoliberales veremos desaparecer lentamente nuestra capacidad científica y tecnológica. Habremos quebrado los puentes hacia el futuro”, concluye Salvarezza.

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@diegorubinzal