Hay algo del teatro que queda en esos trajes. O tal vez ya estaba desde un comienzo, antes de la puesta, en esa lectura que hizo posible la fantasía. El teatro habita en la obra de Renata Schussheim más allá de sus vestuarios y escenografías, podríamos decir que ella piensa e imagina en términos de puesta en escena. 

Las situaciones ocurren en sus cuadros que se proyectan en una sala del Centro Cultural Recoleta (una de las tres destinadas a la muestra "Al rojo vivo"). El hecho que los cuadros formen parte de una proyección envolvente, que entremos a la sala y la situación ya nos obligue a formar parte de cierto encantamiento, se explica porque en cada una de las salas donde sucede esta muestra, la exposición de las obras está pensada como una totalidad. 

En cuanto entramos percibimos la influencia de ese espacio, aunque nuestra vista no haya capturado el todo. Los cuadros de mujeres con pájaros en la cabeza, con figuras oníricas donde los animales tienen expresiones humanas y los arlequines revelan una tristeza loca, son escenas de fábulas lynchianas. En la sucesión de imágenes podría ocurrir una película. El rojo de las cabelleras y de las lágrimas tiene una narrativa que se escurre y marca una sucesión enigmática donde los rostros tienen expresiones perturbadoras, parecen mirarnos y proponernos alguna aventura.

Estado de gracia

La sala donde se dispone el vestuario nos ofrece también los bocetos, el trabajo privado de la artista que, en el caso de una vestuarista es, en realidad, ya una hipótesis de los cuerpos. La manera en que Renata Schussheim dibuja, habla de un comportamiento, de un lenguaje escénico. Ella perfila cómo serán los personajes y verlos en el papel, desprendidos del contexto, todavía no habitados por la corporalidad de la escena, tiene la potencia sugerente de los fragmentos que podemos armar con solo mirarlos. 

Allí está el teatro desgajado, imaginado, convertido en una posibilidad. María Moreno rechaza la definición de retrospectiva y se inclina por el valor político de los archivos en los escritos que, instaurados en las paredes de la muestra, funcionan como catálogos. La obra de Renata Schussheim es puro presente porque el pasado no es visto en términos nostálgicos ni se propone una tarea arqueológica, por el contrario, generan una relación inmediata a partir de un uso del montaje que dialoga con las lecturas que se pueden realizar de su trabajo, aquí hay que señalar también la acertada curaduría de Romina Del Prete que es dinámica y expresiva.

Sin título


Cuando entramos en la sala donde el relato musical es el que prima, ya estamos alucinadxs con esas tapas de discos que se repiten en colores diferentes. Tenemos la posibilidad de sentarnos en sillones pintados como cielos o tirarnos en almohadones con la cara de Charly. Un video da cuenta de las travesías de Renata Schussheim en el mundo del rock, del modo en el que Charly García supo integrarel diseño, la imagen, la ropa y la escenografía para hacer de sus canciones una batalla escénica. 

La conjunción de artistas, las alianzas propias de la inspiración, se sintetizan en un bricolage de música e imágenes que nos hechiza. Renata Schussheim es una autora que se mete en esos mundos (en la danza, el teatro, el rock, la ópera) para impregnarlos de sus sueños, como si ella armara una narración entre esos lenguajes en los que se inmiscuye, que le pertenecen y cuyo hilado (la trama secreta) se termina de componer al recorrer su obra como quien descubre rastros, pesquisas de tela. Lo que ella propone está allí, iluminado de animales extraños (esos que podrían mutar a la forma humana en cualquier momento) de cielos de estrellas propios de un cuento infantil pero que se manifiestan alucinados, capaces de asomarse a lo más oscuro y no perder jamás la magia.

Al rojo vivo se puede visitar de martes a viernes de 13:30 a 22 y sábados y domingos de 11 a 22 en el Centro Cultural Recoleta.