La obra de Shaman Herrera es como la línea A: subterránea, transversal e imprescindible. Desde que llegó a La Plata en 2001, con 20 años, el músico y productor patagónico se transformó en pilar de la creación musical independiente, especialmente después de Cromañón, antes de la etiqueta indie. Operó en el centro de (o en torno a) Sr. Tomate, La Patrulla Espacial, Prietto Viaja al Cosmos con Mariano y El Mató a un Policía Motorizado, fundamentales para la escena joven de estos tiempos. Y se consagró como cantante de excepción (para el under y para el rock en general) junto a Hombres en Llamas y hoy con los Pilares de la Creación. En todo este tiempo, estuvo entre los más bucólicos de la movida metropolitana. Ahora tal vez le toque ser el más urbano entre los rurales. Es que luego de ser padres este año de Govinda, él y su compañera de toda la vida se irán a vivir a un paraje en Epuyén, Chubut, donde hará base para seguir creando música propia y ayudando con las ajenas. Antes dará un concierto imperdible, hoy en el Xirgu Espacio Untref (Chacabuco 875), junto a sus amigos Los Reyes del Falsete.

“Nos vamos a vivir a una chacra en el bosque, cerca del río. En Epuyén, departamento Cushamen, a 30 kilómetros de El Bolsón. Es un paraíso. Todos los años voy de vacaciones y vuelvo diciendo ‘puta, tengo que venir a vivir acá’”, expone. “Fui padre y eso ayudó a tomar la decisión: queremos criarla fuera de esto. Y también es cierto que cada vez que voy, en quince días vuelvo con cinco o seis canciones. Es el aire que respirás, el agua que tomás: cambiás de onda. Me potencia para componer.”

Shaman ya tiene invocada tanta música como para hacerles justicia a su gran porte físico y a la presencia de su voz. Su discografía encima obras diversas, álbumes compartidos con bandas amigas, flashes lo–fi con guitarras embrujadas, pastoral psicodélico, pop orquestal, elegancia, vibraciones vocales improbables y sentimiento. Luego de Sueño real, disco fenomenal de 2015 que suena como Tom Waits jugando al bardo medieval sobre música de Arcade Fire, está terminando el nuevo de Shaman y los Pilares de la Creación. “Me lo llevo para mezclar”, dice. “Llevo mi estudio, que son mis cositas. Es hacer base en otro lado, que me dé más tiempo para componer y estar en conexión con la tierra. Quiero hacerme una huerta, vivir ese flash, pescar; todo lo que me gusta está ahí. Y las circunstancias tecnológicas dan para hacerlo: la chacra está alejada, pero hay internet”.

–Tuvo que ver con la decisión que Govinda no creciera con “esto” alrededor. ¿Que sería qué cosa?

–Acá hay una energía muy fuerte que está muy presente todo el tiempo y me saca del eje. Está muy oscuro todo. Quiero otra cosa y no ponerme a despotricar contra todo; quiero ver, pensar y expresarlo de una manera más consciente, no desde el enojo. También tiene que ver con aclarar la mente. Tomar distancia de lo que sucede a nivel económico, político y emocional me va a hacer verlo de manera más clara. Cuando llegué a La Plata empecé a mirar hacia la Patagonia y mis canciones hablan de esos paisajes, pero me ayudó la distancia. Quizás yéndome al sur empiece a hacer música más urbana. Pero no es borrarme: allá mis conocidos y vecinos están metidos en la lucha por la tierra, en la causa mapuche. Algunos están ahí aguantando desde los ‘70. En un momento iban a inundar el valle de Epuyén y a hacer un dique, y estos locos la bancaron para que no pase. Esos van a ser mis vecinos.

En ese ambiente patagónico, en términos culturales y finamente laborales, ha sedimentado más que nieve y restos de coníferas: la región tiene una escena de nuevo hip hop muy fecunda, así como también de pop alternativo y de rock indie; y en los últimos años se consolidó un corredor de festivales de verano que moviliza bandas de todo el país. Uno de ellos, El Primer Color, lleva ese nombre por una canción de Herrera que disfruta el hijo del organizador, Javier Araya. No es tan curioso: como los niños, Shaman es un tipo en conexión con lo elemental. “Ya quiero estar ahí en invierno, con un metro y medio de nieve, cortando leña para mi familia”, dice el cantor.

Pero no se trata sólo de un viaje emocional o devocional. “Me importa volver allá con todo lo que aprendí acá, retribuir a ese lugar y seguir fomentando esa identidad en mí. Los artistas del interior son necesarios en sus lugares, lo que pasa es que el sistema es venir a Buenos Aires. Si bien pertenezco a esta escena metropolitana y a La Plata, mi esencia es patagónica y quiero mamar más de eso. No sé si es lo que tengo que hacer, pero es de lo que tengo ganas”.

Antes de la entrevista, Shaman pasó por la casa de Maxi Prietto, exviajante del cosmos y actual Los Espíritus, además de proactivo solista. Comieron un guiso y zaparon un poco: “Me encanta tocar con amigos y tengo muchos que son músicos. El momento de zapar es muy puro, es mántrico, casi religioso. Después viene todo el adorno que le ponés para vender un producto y el ego cuenta para el después: el recital, la difusión”, acomoda. “Escucho muchas músicas étnicas y con eso te das cuenta de que la música es básicamente un hecho devocional, así arrancó”.

Después vino el hecho narrativo del cantor laico, el bardo, el juglar en movimiento. “Me gusta mucho la imagen del juglar, y un poco tengo el sueño de poder hacer algo como lo que hicieron León Gieco o Violeta Parra, conocer a todos esos músicos increíbles que son joyas escondidas, a los que jamás se les ocurriría venir a Buenos Aires y dedicarse a la música”, cuenta Herrera, que produjo el nuevo disco de los mendocinos Mi Amigo Invencible. “Con ellos se vio que aunque Buenos Aires sigue importando, es más factible vivir en otro lado y venir a tocar. Y con los chicos que vinieron atrás de ellos de la movida mendocina se vio claramente que está más federal la cosa: en La Plata también ahora hay unos pibes tremendos”.

¿Y qué hay del nuevo de Shaman y los Pilares de la Creación? “Se acoplaron el marplatense Julián Rossini en piano y el tubista Pablo Gilardín, y es un disco con muy pocas guitarras y mucha orquestación: violines, chelos, vientos. Temáticamente, el espíritu es oscuro y al mismo tiempo de esperanza. Tiene mucho del enojo de acá pero traducido a una canción bella. Es el disco que más habla de la realidad; en mi forma, con acertijos. El más influido por lo que sucede en nuestro querido país, al menos en lo que veo de él”.

Cuando el productor mexicano Neto se llevó el crudo de Sueño real para trabajarlo, un aburrido Shaman empezó a samplear y loopear, cortar y pegar. “Armé nuevas músicas desde la síntesis, grabé bajos, sintetizadores y guitarras, y se las pasé a amigos para que pusieran letras y melodías, o para que tocaran la batería”. Recibieron el convite Rosario Bléfari, Poli de Sr. Tomate, Juanchy de Los Reyes, Javi Punga, Ray Fajardo, Hernán Torres de Güacho, Juanjo Harervack. “Se armó un disco ecléctico, loco. Se llama La voz de los demás, saldría en diciembre y lo tocaríamos el año que viene, de un modo audiovisual, más performático”.

El plan previo es venir a mover el nuevo de los Pilares. Será curioso cuando Shaman haga una gira por La Plata y Buenos Aires, donde viene tocando en banda, con orquesta (como en el eximio show en Caras y Caretas 2037 con el que presentó Sueño real) y hasta solo, guitarra a cuestas. “Va a ser tocar en otro plan, voy a estar más conectado con el cantante. Sólo toco guitarra en dos temas, estoy más crooner. Y está bien porque el canto es donde más seguro estoy”, dice este patagónico capaz de vocalizar cantos guturales, tibetanos, cavernosos, profundos, expresivos y autoarmónicos, como se despliega con un divertido y particular jugueteo en su perfil en Instagram. Y no sólo eso: “Si mis amigos son Los Reyes del Falsete, yo soy el Emperador del Falsete: falsete agudo y falsete grave”, bromea y se ríe, con el gesto orondo de quien sabe que, pese a la belleza de lo subterráneo, lo transversal y lo imprescindible, ya no tendrá que lidiar con la hora pico del subte y lo que ella representa.