Nicolás Giménez es futbolista y nació en Villa Constructora, en el partido bonaerense de La Matanza, el distrito más grande de la provincia de Buenos Aires. El jugador, que se desempeña en el Al-Wasl de los Emiratos Árabes Unidos, tramitó su nacionalidad y representará a la selección del Golfo en futuras competencias. Desde Abu Dabi, Giménez dialoga con BuenosAires/12 y repasa su carrera. 

—Jugás en Al-Wasl, uno de los clubes más grandes del país, y representarás al seleccionado emiratí. ¿Te hacen sentir esa presión?

—Estoy acostumbrado, pero la presión no te la da la gente, te la dan los jeques. Cuando te traen, no es para ser uno más, es para que demuestres. Hay muchos que vienen un año y se van, he visto pasar futbolistas que jugaron en los clubes más grandes de Europa y que acá no aguantaron dos meses. No es fácil adaptarse a lo que los jeques quieren, a tenerles respeto y a no sentirse más que ellos. Es distinta la vida, en Argentina si viene a apurarte un dirigente, te plantás y lo apurás. Acá, si te plantás, tiene que ser con mucho respeto y por suerte yo me lo gané.

—¿Cómo surgió la idea de la nacionalización?

—Me lo propusieron acá, cuando llegué al club Baniyas de Abu Dabi. Como había firmado solo un año de contrato, les dije a los dueños que si seguía en el club, o en el país, me gustaría. El segundo año empezaron a tramitar los papeles y el año pasado definitivamente se tornó serio. Si bien Baniyas se encargó de los trámites, nunca me confirmaron si se hacía o no. Pero eso cambió cuando llegué a Al-Wasl. De un día para el otro vino uno de los presidentes, me preguntó si había jugado para la selección argentina y le dije que no, que solo estuve en el sub-15, pero que nunca jugué siquiera un amistoso con la Mayor. En ese momento empezaron a hablar en todo el país del tema, hasta que a lo pocos días vino un jeque, me dio el pasaporte y me dijo 'felicitaciones, sos un emiratí más'.

—¿Ya te pueden citar a la selección de los Emiratos Árabes Unidos?

—No, pese a tener la nacionalidad, tengo que esperar dos años más para jugar en la selección. Lo importante es que ya la tengo, di un paso gigante para lo que me propuse. Que me la den ahora significa que me tienen en cuenta, incluso me dijeron que tratarán de cambiar los años de espera requeridos para que pueda sumarme a la selección. A mí me sorprendió, porque la mayoría de las veces no te dan la nacionalización con tanta rapidez.

—¿Hablaste con Paulo Bento, el DT de la selección?

—No, todavía no hablé con el técnico, solamente con los directivos de Al-Wasl, que están contentos y me dijeron que tienen ganas de que me llegue la citación. Ellos estaban felices, hasta me llamaron jeques de otros clubes para felicitarme junto a muchos jugadores, porque no es normal que nacionalicen a alguien tan rápido.

—A principio de 2020, luego de tu paso por Arsenal de Sarandí, recibiste ofertas importantes. ¿Por qué elegiste Baniyas de Abu Dabi?

—El tema es que todo eso ocurrió durante la pandemia, estaba en un monoambiente, entrenando por zoom y corriendo en dos metros cuadrados. En ese momento me llamaron de todos lados. De Argentina me llamó Racing, que era lo más serio, pero el fútbol argentino estaba parado por la cuarentena y nadie sabía que iba a pasar. Los mismo pasó con River, mi representante habló con ellos, pero era todo tan incierto que quedó en la nada. Como el mercado en Argentina estaba parado, llegaron los llamados de afuera: Italia, España, Corea del Sur, Estados Unidos y Emiratos Árabes, que fue el Baniyas de Abu Dabi. Empezamos a ver el proyecto y a los tres meses decidí irme a préstamo. La idea era esa, venir un año para ver qué onda y no perder ritmo, total, de última volvía a Argentina. Pero pasó el año, me fue muy bien y acá estoy.

—¿Con qué país te encontraste?

—Todo lo que vi cuando llegué me rompió la cabeza, yo venía de estar encerrado y acá la gente estaba normal. Pasé de estar limpiando la mercadería con lavandina, a estar en la calle con autos de lujo y gente que comía la típica comida del lugar, que es carne de camello, sentados en el piso y con la mano. En Argentina no nos podíamos saludar y acá comían con la mano. Me encontré un país con una seguridad increíble, si te olvidás el celular, vas al otro día y está ahí. Igual, no te voy a mentir, los primeros dos meses me quería volver, yo no hablo inglés y se me hizo complicado. Estaba solo, pero vino mi novia a vivir conmigo y cambió todo, se hizo re llevadero.

—¿Alguna vez te peleaste con los jeques?

—Discutí bien, yo peleaba por lo mío y ellos por lo suyo. Lo más complicado fue la renovación de mi contrato. Ese fue el momento más duro porque yo quería renovar y los jeques no aceptaban mis condiciones, entonces les dije 'listo, me voy libre'. Me reuní con todos los jeques del club, desde el más chico hasta el más grande. Ellos no querían perder al 10 del equipo, pero yo no quería que se relajen, quería que traigan jugadores y armen un equipo competitivo, porque habíamos peleado el descenso. Nos peleamos a pleno pero terminamos bien, hasta el día de hoy me llaman para ver cómo estoy.

—¿Alguna anécdota de la familia en Abu Dabi?

—Si, la vez que viajó toda la familia y se perdió mi viejo. Él se pensaba que estaba en su barrio, es terco, dice 'yo me conozco todo' y no conoce nada. El día de mi cumpleaños tenían que venir desde el puerto hasta mi casa, les dije que cuando salieran de ahí le muestren al taxista el papelito y que él los iba a llevar. Se dividieron en varios taxis y llegaron todos menos él. Yo me entré a desesperar porque pasaron dos horas y no venía, llamé a todo el mundo y empezaron a buscarlo. Cuando llegó se bajó fumando, a las carcajadas, y me dijo 'este taxista me quiso cagar'. Yo le pregunté si le dio el papel y me dijo 'no, le dije que iba a Baniyas y que me deje ahí, en el shopping'. Hoy me río, pero esa fue la primera vez que lo reté a mi viejo en toda mi vida.

—¿En qué barrio de La Matanza naciste? ¿Cómo fue tu infancia?

—Nací, me crié y viví toda mi vida en Villa Constructora, incluso cuando ya jugaba en la primera de Chicago. De chico andaba por todos lados, era muy callejero, mi mamá me tenía que meter a los orejazos. Cuando aparecía mi papá ya era otra la historia. Andaba por la plaza y me iba a Villa Palito a jugar a la pelota, que hoy es Barrio Almafuerte, pero en esa época todavía no. También jugábamos en el polideportivo del barrio. Hoy está cerrado, pero en ese momento era abierto al público, y nos encontrábamos ahí. Se armaban partidos de lo que sea, fútbol 5, fútbol 11, fútbol tenis, torneo de penales, lo que te imagines. Cuando llegaba el fin de semana, mi mamá me llevaba a tres equipos distintos a jugar y yo estaba chocho porque amaba la pelota.

—¿Cómo está compuesta tu familia? ¿A qué se dedican tu papá y tu mamá?

—Mi viejo tiene un taller mecánico. Mi vieja trabajaba en una panadería y ayudaba en el Club Constructora Juniors, donde integraba la comisión directiva y ayudaba a muchos chicos. Nosotros somos siete hermanos, gracias a dios nunca nos faltó para comer porque mis viejos hicieron lo posible para que tengamos las cosas a nuestro alcance. Siempre estuvimos juntos, nos demostraron que con trabajo y buscando salir adelante siempre se lograba lo mejor.

—¿Cuál es tu relación con Chicago, el club que te vio nacer?

—A Chicago le tengo un cariño muy grande, hasta el día de hoy voy a la platea y trato de acompañar cuando voy de vacaciones . Me encanta porque me dieron la oportunidad de ser lo que soy. Yo me tomaba el 126 en la rotonda de San Justo para ir todos los días. Cuando llegué de chico me preguntaron de qué jugaba y dije 'no sé, yo uso la 10', y fue un sueño que luego cumplí.

—Tuviste pasos complicados por Talleres de Córdoba y San Martín de Tucumán...

—Si, me agarraron de muy chico y con una confianza que perdí muy fácil. Estaba muy pocos partidos y ni jugaba. Las estadísticas dicen que participé en 32 partidos en Talleres, pero no llegué a jugar ni 5 partidos completos. San Martín fue diferente porque jugué un poco más, pero nos íbamos al descenso y no levantamos. Siendo chico me costó estar solo, llegaba del entrenamiento y miraba las paredes en silencio. Ahí toqué fondo. Era la primera vez que estaba lejos de mi familia, estaba solo y eso fue un error. Tenía la posibilidad de llevarme a vivir conmigo a un amigo o un familiar, pero no quise porque no quería sacar a nadie de su rutina para que estuviera al lado mío.

—¿Qué capitalizás de esas experiencias?

—Lo positivo de Talleres y San Martín es que jugué en dos equipos muy grandes. La gente, sea domingo o martes, te explota la cancha a pleno. Siempre tuve la suerte de jugar en equipos muy populares. Rescato haber crecido a los golpes, porque cuando llegó Arsenal ya sabía lo que era la Primera División. Sentía que si no daba el paso para adelante iba a caer en las categorías más bajas, que no las menosprecio, pero yo quería ir para adelante.

—¿Qué fueron Arsenal y Sergio Rondina en tu carrera?

—Arsenal era mi última bala. Me tocó que me dirija el "Huevo" Rondina y me marcó mucho. Él me dio mucha más confianza de la que esperaba. Me trató distinto, me puteaba para bien. Necesitaba volver a un ambiente cálido y él me dio esa oportunidad. Me preguntó de qué quería jugar y me dijo 'listo, vas a hacer eso'. Puso 4-3-1-2 y fui el enganche, no salí ni un minuto, hice goles, di asistencias y me adoptó como su hijo. Me contuvo como un padre y por eso nos fue bien, porque no era solo conmigo, era con todo el plantel así.

—¿Cambiaron tus sueños desde que estás en los Emiratos? ¿Qué planes tenés a futuro?

—Si, cambiaron. Vine por un año y mirá donde estoy hoy. Quiero estar dos años más y aspiro a jugar en la selección, tanto una eliminatoria como un mundial, que sería un sueño. Mi idea siempre fue y seguirá siendo retirarme en Chicago. Cuando crea que sea el momento lo voy a hacer, estoy seguro. Me peleé con todos los que me dicen que me quede a vivir acá. Es algo que me quiero dar a mí mismo porque jugué muy poco tiempo en Chicago. Me gustaría disfrutar más de ese ambiente y de la familia, tengo la espina de retirarme en Argentina y me la voy a sacar. Muchos dicen 'jugás con la ilusión del hincha', pero no, es lo que siento desde que me fui y si depende de mí, lo voy a cumplir.