Desde Londres

La “Milei británica”, Suella Braverman, consiguió lo que venía buscando desde hacía semanas: que Rishi Sunak la destituyera de su cargo de Ministra del interior. El incendiario artículo que publicó Braverman en el The Times, criticando la respuesta de la policía británica a las protestas pro-palestinas, fue la gota que colmó el vaso del primer ministro. Con su abrupta partida Braverman alcanzó un nuevo record Guinnes: en un año fue destituida dos veces del mismo puesto.

En octubre del año pasado, la entonces primera ministra, Liz “la breve” Truss, la destituyó por haber enviado un documento oficial desde su mail personal, grave violación del código ministerial. Unas semanas más tarde, cuando Truss se vio obligada a renunciar en medio del caos económico que desató su política económica libertaria, su reemplazante en el cargo, Rishi Sunak, decidió nombrar nuevamente a Braverman como titular de la cartera del interior. Su idea era ensanchar su exigua base política sumando a una aliada del ala ultraderechista del partido.

El tiro le salió por la culata. Sunak acompañó contra viento y marea algunas iniciativas anti-inmigratorias de Braverman como el “Rwanda Asylum Plan” que proponía enviar al país africano a los que solicitaran asilo político en el Reino Unido. No le importó el escándalo global o que las Naciones Unidas calificara a la política de ilegal: la cosa era mostrar a su propia audiencia que Sunak y Braverman estaban en el mismo barco. Pero con la persistente caída de popularidad del gobierno en el curso del año, la “Milei British” empezó a proyectar su propia figura como carta de recambio.

En las últimas semanas, Braverman dijo que vivir en la calle como “homeless” (sin techo) era una elección personal. En medio del revuelo que causó esta declaración, agregó que había que prohibir las manifestaciones pro-palestinas porque eran “antisemitas” provocando otro escándalo político mientras insistía con su cada vez más desprestigiado “Rwanda Asylum Plan”.

Volver con la frente marchita

La destitución de Braverman vino con regalo sorpresa. Sunak aprovechó para remodelar su desgastado gobierno y designó al frente de la cartera de la “Milei British” al canciller James Cleveley quien a su vez, fue sustituido por David Cameron que, de paso, obtuvo el título de Lord.

Si le suena el apellido Cameron de la pre-pandemia no se equivoca. El flamante canciller británico es el mismo David Cameron que asumió el liderazgo conservador en 2005, se convirtió en primer ministro en 2010, fue reelecto en 2015 y perdió el referendo que convocó por el Brexit un año más tarde lo que precipitó su renuncia. Como para tener un cargo en el gabinete, hay que ser diputado electo y Cameron abandonó hace años la Cámara de los Comunes, Sunak tomó el atajo de nombrarlo Lord, chapuza a la británica con la que le allanó el camino a su gabinete.

Difícil saber cómo va a encajar al frente de la política exterior británica el ahora Lord Cameron, confeso pro-europeo, en un gobierno en el que el antieuropeísmo es uno de sus escasos puntos de cohesión. Sunak lo quiere como prenda de unidad de la desintegrada tribu conservadora. El primer ministro aseguró en X que están construyendo el equipo unido "que necesitamos para llevar adelante los cambios que precisa este país”. Cameron se expresó en términos similares diciendo que quería ser parte “del equipo más fuerte que podamos presentar en las elecciones generales” (….del año próximo…)

La (ultra) derecha partidaria ya dejó en claro que no lo ve de esa manera. Una ex secretaria de estado de Boris Johnson, Andrea Jenkyns, compartió en X la carta que escribió al partido para que le retire su confianza al primer ministro por la “purga” que está haciendo de la derecha conservadora. “Tenemos un líder que los miembros de nuestro partido no votaron. Las encuestas muestran que tampoco los británicos lo quieren. Tiene que irse. A Suella Braverman la destituyó porque era la única del gabinete que tenía pelotas (…literalmente, “with the balls”) para denunciar el estado de inseguridad en las calles y el sistema sesgado que usa nuestra policía”, escribió Jenkyns en relación a las multitudinarias manifestaciones pro-palestinas del sábado.

El reposo de la guerrera con “balls”

El mensaje de Jenkyns parece sincronizado con la conducta política de Suella “balls” Braverman que, según coinciden los analistas locales, ha apostado claramente a liderar la rancia derecha partidaria con su mensaje de mano dura y antiinmigración.

Este miércoles la ahora ex ministra del interior tiene la perfecta oportunidad para terminar con su "little break" y seguir en el candelero. La Corte Suprema británica anunciará ese día si el "Rwanda migration plan" es legal o viola la Convención Europea de Derechos Humanos de la que el Reino Unido es signataria. Si, tal como se espera, la Corte Suprema se pronuncia en contra, Braverman agitará la bandera anti-europea exigiendo que el Reino Unido se retire de la Convención.

Nadie sabe qué dirá el canciller Lord Cameron frente a este potencial escenario y en qué lugar se colocará el ala más mesurada del Partido Conservador. “Va a ser un Brexit 2.0”, le dijo “off the record” a la BBC una alta figura partidaria. Es probable que así sea en la burbuja conservadora. Con estancamiento económico, crisis del costo de la vida y los servicios públicos, alquileres e hipotecas por las nubes no es el tema que más preocupa hoy a los británicos.

Una de las mejores síntesis de la situación del actual gobierno conservador la ofreció en el The Guardian Simon Jenkins, uno de los polemistas más renombrados del país. “When the solution to your problem is David Cameron, you know you´re in deep trouble” (cuando la solución que encuentras a tu problema es David Cameron, quiere decir que estás en graves dificultades).