Cuando en 2011 debió ser operada de la rodilla izquierda por una rotura de ligamentos cruzados, sintió que su carrera en el handball se terminaba. Cayó en un estado depresivo que, pese a tu contextura delgada, le costó perder diez kilos. Victoria Crivelli, jugadora de Ferro y del seleccionado, no veía un mañana adentro de la cancha y con la pelota en las manos. Cinco años después, la estabilidad volvió a faltarle en la pierda izquierda; y también en la derecha. No había ninguna lesión, sino una emoción que convulsionaba el cuerpo: era protagonista de la fiesta inaugural de Río de Janeiro 2016. La excitación por estar en el lugar soñado ni siquiera le permitía sostener el celular para registrar ese momento. Después sí hubo cientos de fotos, y asegura que no hay ni un solo día en el que deje de mirarlas para volver una y otra vez a ese inolvidable Juegos Olímpico.

Cumple el sueño de muchos al calzarse la camiseta celeste y blanca con el número 10. Central del equipo nacional, dirige con inteligencia y determinación cada ataque. Fuera de la cancha también se destaca por su lucidez a la hora de hablar del deporte amateur, lo que significó la primera experiencia olímpica para el handball femenino y las implicancias para la selección.  

-¿Resignaste muchas cosas por el handball?

-Sí, ya lo hacía en el secundario, cuando después de salir del colegio en lugar de quedarme con mis amigas me iba rápido a tomarme el colectivo hasta el CENARD. Después me puse a estudiar Comunicación Social en la UBA y lo dejé por las dificultades de los viajes. Pero siempre quise seguir estudiando y me recibí de publicista en un instituto privado. Ya más de grande lo que dejás de lado es mucha vida social los fines de semana. Pero se trata de cosas que uno elige. Desde chiquita que tuve un compromiso muy grande, sin querer faltar nunca a un entrenamiento. No me arrepentí de nada de lo que resigné, porque el premio siempre fue muy grande. 

-¿Qué significó para vos Río 2016?

-El sueño de mi vida. No solo por lo que fue estar en un Juego Olímpico, sino además por todo el camino para llegar hasta ahí. Estar en la fiesta inaugural fue algo indescriptible. Fue muy intenso compartir eso con mis compañeras y con mi familia que también estuvo allá. Río fue perfecto.

-¿Qué fue lo más especial?

-Todo era deslumbrante para mí, pero sin dudas que el desfile de apertura en el Maracaná fue impactante. Desfilar detrás de la bandera argentina que llevaba Luis Scola es algo inolvidable. Después, es espectacular estar en una convivencia de igual a igual con la Generación Dorada, con atletas como Michael Phelps y Rafael Nadal, que andaban en la villa como uno más. 

-¿Y hubo algo malo?

-Perdimos todos los partidos y eso fue duro, porque se compite para ganar. Es difícil lidiar con ese tipo de frustraciones. Nosotras hace un tiempo incorporamos una psicóloga a la Garra y es algo importante para los momentos difíciles de un equipo o una jugadora.

-¿Qué implicancias tuvo el paso olímpico para el handball femenino?

-Fue histórico haber llegado por primera vez a un Juego Olímpico. Eso de por sí marcó un quiebre. Además, le dio mucha más difusión a nuestro deporte. Los partidos eran de noche, en un horario en el que casi toda la gente estaba en su casa viendo la televisión. Hoy jugamos con una cantidad de público que antes era impensado. Puntualmente en lo deportivo, creo que, a pesar de que las cosas no nos fueron bien, pudimos competir a nivel y jugar bien.

-¿Es muy complejo arrimarse a las potencias?

-Tienen una fortaleza física y una técnica difíciles de equiparar. Nosotros acá tenemos problemas estructurales que dificultan las cosas; porque es muy complicado desarrollar una buena técnica en un playón, como tienen la mayoría de los clubes, en lugar de hacerlo en una superficie preparada especialmente. Otro aspecto que nos distancia mucho es la competencia que hay en Europa en relación al nivel que nosotros podemos tener acá. Son las distancias propias entre el profesionalismo y el amateurismo.

-¿Cómo podría darse ese salto de calidad?

-A largo plazo, con una Liga Nacional, como ocurrió con el básquetbol primero con el vóley después. Eso lleva a que los clubes tengan un desarrollo mayor con el impulso de una estructura más fuerte. Hoy, como eso no existe, el hecho de que nuestras jugadoras se vayan a jugar a Europa para estar constantemente en ese roce es algo que nos puede ayudar. Hay que tener mentalidad amateur y desarrollo profesional. 

-¿En la Selección sí tienen esa estructura?

-La creación del ENARD cambió mucho las cosas, en cuanto a materiales, posibilidades de hacer giras, tener una obra social y contar con becas que te permiten una buena dedicación al deporte.

A los 26 años Crivelli habla como una veterana. Tantos años en el seleccionado y ser una de las pocas jugadoras que continúa después de los Juegos Olímpicos la ubican en un ineludible lugar de liderazgo dentro de un grupo que transita el recambio generacional. Si todo sigue como hasta ahora, en diciembre jugará su quinto Mundial. Pensó que después de Río de Janeiro su ciclo en la Selección podía estar concluido. Hasta admite que por momentos le cuesta encontrar motivación después de aquella experiencia. Pero sabe perfectamente por qué sigue y lo sintetiza con contundencia: “No hay otra cosa más que la pasión por lo que se hace y la entrega en la manera de hacerlo”.