Los memes son uno de los lenguajes centrales de esta época. Compartirlos consolida parejas y amistades (las rompe, también), suma interacciones en redes sociales, vuelven amigable a la compañía más rancia o destruyen una reputación. Algunos hasta los usan como fuente de información. Así las cosas, los memes desarrollan un rol central en la disputa simbólica y política. Tanto, que entre las decenas de definiciones electorales del último tiempo, levantó especial polvareda el comunicado de la “Comunidad Memera”. 

¿Los memes están ocupando el lugar que supo tener el humor gráfico? ¿Son el lenguaje del anonimato o tienen margen para mostrar improntas personales? Página/12 consultó al respecto a la creadora de memes Emi Buch, a Juan Ruocco –autor de La democracia en peligro, que analiza justamente cómo los memes y ciertos discursos marginales de internet se apropiaron del debate público- y el humorista gráfico Manu Gómez, integrante del colectivo Alegría, especializado en humor político. Y si para una imagen hay mil memes posibles, para las preguntas anteriores hay otras tantas respuestas.

Para Ruocco no hay dudas: “se volvieron un lugar de disputa simbólica”, asegura. Ruocco –colaborador del Suplemento No de este diario- señala los comienzos del fenómeno en la génesis misma del mileísmo. Señala, al respecto, “la importancia que tuvieron los memes en la conformación del espacio del imaginario libertario, y al haber hecho mucha de su campaña y militancia relacionada con internet, Twitter, canales de YouTube, Instagram y cosas por el estilo, ahí la dinámica memética es muy fuerte, entonces desde el principio el palo libertario tuvo un anclaje muy fuerte en poder memificar situaciones de la vida cotidiana”, explica. “Y desde que Unión por la Patria perdió las PASO hubo una reacción y empezaron por lo menos a ocupar el espacio y ahí aparecieron figuras claves como la de Rebord, una especie de, entre comillas, contraofensiva memética”, describe. “No creo que nadie por ver memes de Unión por la Patria vaya a cambiar su voto, pero por lo menos empezó a ocupar ese espacio, a ser un poco más de trinchera y a confrontar a las narrativas libertarias”.

Para la creadora de memes Emi Buch, no son un frente de disputa. “Me parece que son algo más descriptivo”, considera. “Así como están los chistes de Instagram, cuando pasa algo los memes describen la situación de manera graciosa”, opina. Su trabajo, de cualquier modo, está atado a la coyuntura porque –explica- es el modo en que se siente más cómoda para crear.

Es difícil no entender a los memes en una posición similar a la que durante décadas ocupó el humor gráfico. Especialmente en la Argentina, que tiene una extensa tradición de humor político (los primeros grabados humorísticos del extinto Museo del Humor, previos a la conformación de la república, ya eran trabajos políticos). Hay, sin embargo, algunas diferencias formales que los distinguen. Por un lado, los memes parten de una imagen (a veces una captura de pantalla de la televisión o el cine, otras de un dibujo reproducido al infinito y que ya abandonó la noción autoral) sobre la cual se cambia el texto. Una suerte de didascalia infinita, donde formatos y recursos se repiten. Esto suele convertirlo en un recurso anónimo (y en las páginas de memes “firmarlos” es un acto de futilidad). El humor gráfico como lo entendemos hoy, además de haber pulido su lenguaje y sus recursos retóricos durante más de un siglo, tiene la marca del autor en primer plano. Quino es Quino y su trazo es reconocible, aún sin la firma, por ejemplo.

En este sentido, entre los creadores consultados sí hay acuerdo: desde una perspectiva artística, el humor gráfico es “superior”. “Creo que el humor gráfico es bastante superior porque la persona está dibujando, además de pensar un chiste, y es mucho más difícil que agarrar una imagen y ponerle una frase, aunque igual haya que pensar”, concede Buch.

Para Manu Gómez, integrante del colectivo Alegría, de humor político, hay conexión entre memes y humor gráfico (ambos hacen humor con imágenes), aunque en el humor gráfico “está la mano de un humorista gráfico, un artista si querés, el chiste está firmado y uno es responsable por lo que dibuja, por lo que dice, y de cualquier quilombito tienes que hacer cargo. El meme es más anónimo”.

Ruocco destaca que los memes añaden una “dimensión participativa muy fuerte”. Es decir que “los usuarios puedan modificar acorde a sus preferencias los memes que tienen a su disposición”. Por eso los grafica “como una plantilla para añadir humor o lo que quieras, añadir tu visión del mundo, tu comentario o lo que sea sobre un formato”.

“Para mí los memes ayudaron a volver a hacer masivo el humor gráfico en general y el humor político en particular”, opina Gómez. “El humor político se veía más que nada en diarios y en libros, y no todos estaban accediendo a eso, los memes y las redes sociales ayudaron a que se vuelva a hacer masivo el humor político”, plantea. “Ahora todo el mundo comparte memes políticos y chistes políticos”, agrega. Gómez tiene 22 años y reconoce que, generacionalmente, eso lo ubica en el consumo de memes desde chico. “Siento que le dieron un valor más atrevido al humor político que se venía haciendo. En Alegría, creo que estamos más cercanos de ese humor irreverente y los memes de esas falopeadas, que priorizan más ser graciosos antes que dar un mensaje solemne”.

¿Es posible, en esas condiciones, la existencia de un “meme de autor”? Si lo es, en todo caso está en etapa embrionaria. Buch es fácilmente identificable entre otros creadores de memes: nadie hace sus series de Babar, Barbie, Arthur o Franklin como ella, al punto que su perfil ni siquiera es una página de memes, una rareza en el circuito. Ruocco observa el fenómeno desde la estética. “Hay personalidades digitales que crean memes que son fáciles de identificar porque tienen una estética muy determinada que puede remitir a cierta autoría”, analiza. “Cuando hay una especie de marca personal entonces, mal o bien, creo que ahí sí se puede hablar como de, entre comillas, meme autor, cuando hay algo muy personal o por lo menos un estilo repetido del autor, como una especie de estética propia”.

Gómez, duda, por el caracter oculto de la autoría de los meses, pero finalmente acepta: “‘memes de autor’ me parece una linda definición al contenido que hacen algunos de ellos, ahí es verdad, es un híbrido bastante raro porque responden como autores y firman y tienen una impronta propia lo que hacen”. La comparación con el humor gráfico sigue siendo inevitable. “Para mí es legítimo y cumple la función de hacer reír, después podemos discutir el valor agregado que le da a uno al dibujarlo o a tener un estilo de dibujo o un personaje propio, pero mientras cumpla el objetivo, y si tiene una impronta propia, para mí sigue siendo igual de bueno”.