En 1982, Franco Zeffirelli decidió filmar una ópera. O, en rigor, algo bastante más interesante: hacer una película basada en ella. Tomando como punto de partida la extraordinaria Don Giovanni que Joseph Losey había realizado tres años antes a partir de la obra de Mozart y Da Ponte, el director de Romeo y Julieta y Hermano Sol, hermana Luna reunió un elenco encabezado por Plácido Domingo y Teresa Stratas, y plasmó un film ejemplar sobre La Traviata de Giuseppe Verdi. Allí estaba, en todo caso, ese detallismo casi manierista –o lo contrario, tal vez– que caracteriza cada una de sus puestas.

A diferencia de lo que suele suceder, esta Traviata llegó al teatro después del cine. Se estrenó hace diez años en la Opera de Roma, que recién la reemplazó por una nueva régie el año pasado: la dirigida por otra cineasta, Sofia Coppola. Esa puesta, que la crítica europea calificó de “desfile de modas con música de fondo”, era la que este año se presentaría en el Teatro Colón con un costo faraónico. La nueva dirección del teatro, encabezada por María Victoria Alcaraz, puso el grito en el cielo y el teatro romano ofreció una solución salomónica: mandar la puesta vieja en lugar de la nueva. “Naturalmente siempre estoy feliz cuando ‘mi’ Traviata gira por el mundo”, dijo Zeffirelli. “Pero esta reposición me da un placer particular, a diez años del estreno romano, y el motivo mayor es que una puesta mía sea recibida en el Colón, un teatro geográficamente lejano pero sumamente cercano a nuestra tradición y ligadísimo al repertorio de la ópera italiana.”. 

El superintendente de la Opera romana, por su parte, recordó los tiempos en que ese teatro era dirigido por Emma Carelli, “gran cantante y valiente empresaria en las primeras dos décadas del Novecento”. Y es que en esa época los espectáculos de esa sala “eran regularmente repetidos del otro lado del océano (o sea de éste) durante los meses de verano, en una nación fuertemente ligada a nuestra cultura. La Traviata, con dirección musical del especialista Evelino Pidò, será repuesta por Stefano Trespidi y contará con la participación como escenógrafo repositor de Andrea Miglio. Con funciones hoy, el jueves 14, viernes 15 y sábado 16 a las 20, el domingo 17 a las 17 y el martes 19 de septiembre nuevamente a las 20, esta ópera basada en La dama de las camelias, de Alexandre Dumas (h) y cuyo libreto fue escrito por Francesco Maria Piave, será protagonizada por la soprano albanesa Ermonela Jaho. Junto a ella estarán su compatriota Saimir Pirgu, en el papel de Alfredo, Fabían Veloz como Giorgio Germont, Gustavo Gibert como Barone,  Alejandro Meerapfel como Marchese y Mariano De Salvo como Doctor. Las funciones del 14 y el 16 serán representadas por un elenco diferente, conformado por Jaquelina Livieri, Dario Schmunck, Leonardo López Linares, Sebastian Sorarrain y Victor Castells. 

Verdi había pensado esta composición, estrenada en 1853, como un espejo de la sociedad de entonces –y de su hipocresía– pero el teatro La Fenice, de Venecia, impuso una ambientación en el pasado (“alrededor de 1700”) para ablandar la crítica social. Recién hacia finales del siglo XIX se comenzó a admitir que las puestas fueran ambientadas en la época de su estreno. Pero, claro, para ese entonces ese ya era, también, un pasado donde resultaba más tolerable un personaje como el viejo Germont. Y, todavía hoy, los programas se empeñan en caracterizar a la prostituta Violetta con el sinónimo más equívoco del diccionario: cortesana. Más de uno creerá –y en eso se empeñan algunos directores de escena y mucho de su público– que la “extraviada” del título es una especie de condesa caída en desgracia.