La Selección argentina recibirá a Perú en la cancha de Boca. Hay quienes festejan el cambio porque toman en cuenta los magros resultados cosechados hasta ahora en las Eliminatorias. Se apoyan más en el campo simbólico que en la realidad. La Bombonera late, vibra, es una caja de resonancia donde el cemento parece cobrar vida con el movimiento de la gente. Ese es el primer argumento para justificar la mudanza de escenario. El otro podrían ser las estadísticas. Qué se apoyan en un récord del seleccionado de 18 victorias, 7 empates y solo dos derrotas, entre partidos oficiales y amistosos. Pero se toman en cuenta cuatro, que fueron previos a 1940 cuando el estadio todavía no estaba construido. Se jugaron en dos viejas canchas boquenses de madera que desaparecieron.

Tampoco puede soslayarse que el partido más importante de todos los que Argentina jugó ahí, significó la eliminación del Mundial de 1970. Terminó igualado 2 a 2 el 31 de agosto de 1969. Perú nos dejó al margen de la Copa que Brasil ganó con jogo bonito y ritmo de samba. Si fuera por ese antecedente, el equipo que ahora dirige Ricardo Gareca nada debería temer. Al contrario. 

Los datos mencionados apuntan a relativizar ciertas miradas que depositan en el entorno de un partido el destino irreversible que debería tener un resultado. Si ganara la Selección que conduce Jorge Sampaoli, quedaría ratificado el acierto del cambio. Pero si empatara o perdiera, los duendes dañinos del pasado retornarían encarnados en Oswaldo Cachito Ramírez, el autor de los dos goles de aquel triste empate del 69.

Perú siempre se cruzó con Argentina en encuentros decisivos. Aquel de la Bombonera. El del Mundial 78 con 6 a 0 incluido y el polémico paso a la final contra Holanda. El de 1985 en el Monumental con el gol de Gareca a 9 minutos del final. Ese que nos clasificó para el segundo Mundial de México que terminó con Maradona alzando la copa. El de otro gol agónico, pero en el descuento. Lo marcó Palermo bajo un diluvio cuando se esfumaba la chance de jugar la Copa de Sudáfrica 2010. El 5 de octubre próximo será la quinta vez que se repetirá la historia. 

El pronóstico es reservado, como el del paciente. La Selección –o mejor dicho sus dirigentes, con Claudio Chiqui Tapia y Daniel Angelici a la cabeza– le pidieron a la FIFA jugar en Boca y les concedieron el deseo. La Bombonera es al fútbol como el diván del psicólogo a los argentinos. Da apariencia de seguridad, de poder transferirle nuestras emociones a un equipo que las necesita. Habrá que ver si el cambio de terapia da resultado.

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