Luego de dieciséis años ininterrumpidos en la elite del tenis por equipos, Argentina cayó por 3-2 de visitante ante Kazajistán, perdió su plaza en el Grupo Mundial de la Copa Davis y deberá transitar la Zona Americana en 2018 para intentar regresar a lo más alto. Los festejos de Mikhail Kukushkin tras el triunfo contrastaron con la tristeza de Diego Schwartzman, quien sucumbió en el cuarto punto ante una gran versión del número uno kazajo. El último partido, ya sin valor, fue para decorar el marcador tras la negativa de Dmitry Popko de jugar contra Guido Pella.

De la gloria al barro. Del cielo al infierno. De Zagreb al ostracismo, apenas diez meses después. Cuando Federico Delbonis acababa de ganar en Croacia el partido más importante de la historia del tenis argentino, el quinto punto de la final de 2016 ante Ivo Karlovic, pocos imaginaban lo que vendría. La caída, tan estrepitosa como eludible, quedó sentenciada en el Centro Nacional de Tenis de Astana pero comenzó a gestarse en febrero. La  primera ronda ante Italia en Parque Sarmiento, que debió ser la fiesta de los campeones, finalizó con una dolorosa derrota que obligó al equipo de Daniel Orsanic a tener que afrontar el repechaje para no descender.

Juan Martín Del Potro y Leonardo Mayer, dos de los estandartes en la conquista del año pasado, ya habían anunciado que no volverían a jugar la Davis. Horacio Zeballos y Carlos Berlocq, por diferentes razones personales, también desistieron de la convocatoria para el choque con los kazajos. Así las cosas, Orsanic se vio obligado a innovar en la formación.

De los siete jugadores que tiene Argentina en el Top 100 del ranking ATP, sólo dos disputaron el repechaje: Diego Schwartzman, en el mejor momento de su carrera, y Guido Pella, quien nunca faltó desde que el capitán lo llamó para debutar en Polonia, en marzo de 2016.

Atrapado entre las ausencias, Orsanic se jugó una cruzada muy riesgosa. Cubrió los cupos restantes con dos doblistas. Andrés Molteni y Máximo González hicieron su debut en la Copa justo en un partido en el que había muy poco margen de error. La última vez que Argentina formó con dos tenistas sólo abocados al doble fue en julio de 2000, en la derrota 4-1 ante Canadá en Montreal, donde el sábado jugaron Martín García y Martín Rodríguez.

Quizá Pella tuvo la llave el viernes cuando se encontró con dos set points para ponerse en ventaja de dos parciales ante Kukushkin, el mejor de los kazajos, quien siempre rinde por encima de la media cuando se trata de la Davis.

Al bahiense se le escapó el primer punto en cuatro sets y Schwartzman puso el 1-1 transitorio tras vencer con autoridad al joven Dmitry Popko. En el choque para desnivelar, la presión de la Davis les jugó en contra a Molteni y Machi, que en teoría eran superiores pero finalmente no pudieron contra Khabibulin y Nedovyesov. Y Schwartzman, que venía de un gran US Open, se vio superado por un enorme Kukushkin, el hombre que se comió la serie y demostró por qué es un jugador copero. Desde que debutó en 2008, el actual 78° del mundo totaliza 21 victorias y sólo 12 derrotas en singles.

Argentina es el tercer país que pierde la categoría apenas un año luego de ganar el título mundial –después de Francia en 1997 y Suecia en 1999–. El descenso, sin embargo, no debiera ser una catástrofe ni mucho menos, pero sí enciende una alarma que tendrá que atender todo el arco del tenis argentino. Además de jugar en el grupo continental por primera vez desde 2001, el último campeón y número uno del ranking de naciones de ITF deberá afrontar un proceso de renovación y tratar de superar la etapa de transición lo más rápido posible.

“El descenso no me va a sacar las ganas de venir a la Copa Davis”, deslizó Schwartzman luego de la derrota en Astana. Y agregó, con la bronca a flor de piel: “Hubo muchas bajas en el equipo; los cuatro que vinimos hicimos lo que pudimos, pero cada uno debió haber hecho algo más para que Argentina no llegara a jugar la Zona Americana”.

A partir del Peque, el mejor argentino del circuito detrás de Del Potro, Argentina iniciará un recambio importante y no sólo por una cuestión generacional. Ya sin Delpo ni Mayer, quienes consideran su paso por la Davis como un ciclo cumplido, habrá que conformar un nuevo frente de jugadores que tengan la motivación para jugar por la ensaladera incluso bastante lejos de las luces y los lujos que ofrece el Grupo Mundial. Con Pella, el único que vivió en carne propia tanto el logro máximo como el desconsuelo de perder la categoría. Con Renzo Olivo, que ya conoce lo que es estar en la Davis; con Nicolás Kicker, con Guido Andreozzi y con todos los que vienen. Y con la mira puesta a futuro en Axel Geller, la joya de 18 años que irá a la Universidad de Stanford pero que configura una incógnita respecto al inicio de su carrera profesional. Será clave la continuidad de Daniel Orsanic como capitán de un equipo que, además de haber conseguido el ansiado título, utilizó la Copa Davis como un vehículo para transmitir los valores olvidados de este deporte. Nunca está de más el baño de humildad que exhibe el capitán. Y menos en un momento tan delicado.

Ya muy lejos quedó la gloria máxima de Zagreb, tanto en el tiempo como en la realidad palpable. Argentina piensa de lleno en la Zona Americana. Este miércoles, en Londres, se sortearán los cuadros de la edición 2018. El último campeón será primer preclasificado, por lo que comenzará la campaña recién en la segunda rueda, que se jugará en abril y sería la instancia previa al repechaje para buscar el ascenso. Con Brasil como segundo sembrado, el equipo nacional  será local ante Chile, Colombia, Ecuador o Venezuela; en tanto irá a sorteo contra Barbados o República Dominicana.

Hace 16 años, en Córdoba, la Argentina conseguía el tan esperado ascenso al Grupo Mundial tras aplastar 5-0 a Bielorrusia. El regreso a la elite llegó luego de transitar una década entera en el postergado grupo continental. Ahora, 16 años más tarde, necesita fortalecer las bases, unir todos los frentes y atraer a todo aquel que pueda aportar desde su lugar. Los dirigentes de la AAT, los jugadores que quieran estar, los capitanes y todos los que tienen un rol preponderante en el engranaje del tenis argentino tendrán que ponerse los guantes y sumergirse en el barro para regresar en un año y no volver a naufragar otras diez temporadas lejos del cielo. Ese mismo que tocaron con las manos hace apenas un puñado de meses.