Mirtha Dermisache es la combinación perfecta entre artista visual y poeta. Una figura inusual, cautivante y no muy conocida en nuestro país, cuya obra aun no había sido exhibida en forma integral. Es por eso que la muestra que puede verse hasta mitad de octubre en el Malba es tan especial. A la vez que se trata de la primera retrospectiva dedicada a su figura, permite vislumbrar la forma de trabajo, catalogación y ordenamiento de una obra completamente singular. Si bien estuvo vinculada al Instituto Di Tella, al CAyC y el Grupo de los 13, Dermisache se caracterizó por ser una artista solitaria para trabajar, aunque sumamente abierta e inclusiva en lo que fue su producción pedagógica. 

Curada por Agustín Pérez Rubio, Mirtha Dermisache. Porque, ¡yo escribo!, constituye un recorrido por su producción que comienza a mitad de los años sesenta hasta sus últimos trabajos colectivos en los años 2000. Más de ciento cuarenta piezas y un amplio espectro de documentos provenientes del Archivo Mirtha Dermisache. Y todo esto, luego, conforma también un catálogo al que a las imágenes se le suman textos críticos que piensan su obra desde perspectivas históricas, semióticas, estéticas, psicológicas, poéticas, etcétera, etcétera. 

Roland Barthes, con quien Dermisache se carteó durante muchos años, denominó su trabajo como “escrituras ilegibles”. De eso se trata: entre el dibujo, la caligrafía y los grafismos, aborda diversos formatos: libros, cartas, textos, diarios y postales. Siempre enclavada en escrituras asémicas, escrituras que no conllevan una dimensión semántica, es decir no “significan nada”. A veces parecen electrocardiogramas alocados, otras mensajes tachados, o diluidos, a veces son redondeadas como el alfabeto árabe, otras rectas como las líneas de un preso contando sus días de encierro. Lo que vemos siempre son trazos, que en la mayor parte de los casos respetan las líneas horizontales y regulares de la escritura. Sin embargo, la lectura tal y como la conocemos, no puede practicarse ante estos escritos. Además del espacio en la página, las grafías de Dermisache abordaron formatos convencionales y sociales de la escritura, como diarios y newsletters, a los que también hacen tambalear y reflexionar sobre su propio estatuto. 

Todo esto no hace más que abrir una serie de preguntas que parecen multiplicarse a medida que hacemos cada formulación. Porque ¿en verdad estos sistema escriturarios no significan nada?¿no estará ante nuestros ojos un lenguaje desconocido? ¿y qué revela ese lenguaje? ¿hay que leerlo o simplemente mirarlo? Y última instancia ¿no es toda escritura manuscrita también un testimonio de una verdad única y propia de quien escribe? 

Algunos antecedentes del trabajo de esta artista pueden encontrarse en la poesía visual del siglo XX inaugurada por Stephane Mallarmé. A partir de él es que el aspecto icónico del texto en el espacio, comienza a ser no solo tenido en cuenta, sino a convertirse en clave de las búsquedas formales de una poesía pura. Este poeta investigó el uso de la tipografía libre y el espacio en blanco en la poesía en su poema, Un coup de dés jamais n’abolira le hasard (Una tirada de dados jamás abolirá el azar) de 1897. Como si los signos no fueran suficientes para expresar lo que la poesía quiere expresar. En una línea diferente Henri Michaux tematizó la frontera entre la escritura y el dibujo, inventando caligrafías que se opusieran al “lenguaje triste y asfixiado que normalmente utilizamos.” 

Como una corriente inversa, pero que busca llegar al mismo punto de inflexión, desde las artes visuales también se realizaron movimientos hacia el espacio escritural. Pintores como Paul Klee o Wassily Kandinsky, buscaron llegar al límite entre pintura, dibujo y escritura. Dermisache confluye con esta tradición. Luego vinieron el movimiento letrista del poeta rumano Isidore Isou, y el Arte correo practicado internacionalmente, con los que los libros y cartas de Dermisache dialoga abiertamente. 

Y es curioso pensar en un diálogo, justamente en la obra de Dermisache. Diálogo oral o escrito, implica una idea de comunicación entre partes. ¿Y ella? ¿Será que hablaba sola? La obra que da título a toda la muestra, punza en este sentido. Con signos de admiración y entre grafismos ilegibles, se puede apreciar “porque ¡yo escribo! Yo escribo, pero ¡por Dios! ¿No se dan cuenta que yo escribo?” En esta y en otras obras resuena una soledad de artista, un diálogo abierto por ella como escritora atípica, en busca de lectores igualmente atípicos. 

En este sentido y para tener una visión más amplia de Mirtha Dermisache es interesante saber que en paralelo a toda su producción plástica desarrolló una extensa labor docente en el Taller de Acciones Creativas, y las Jornadas del Color y la Forma desde 1974 a 1981. Eran talleres públicos abiertos, enfocados en la enseñanza de distintas técnicas plásticas con el objetivo de desarrollar la capacidad creadora y la libre expresión gráfica de los adultos, de manera grupal. 

Por eso, en ocasión de esta muestra antológica, y para revivir el espíritu de aquellos encuentros 35 años después, se hará una nueva edición de la misma. La jornada se desarrollará en dos momentos, uno de discusión y puesta en común a partir del relato de diversos agentes que participaron o estudiaron los materiales en cuestión, y otro que tendrá lugar en Plaza Perú —a pasitos del Museo— donde podrá participar activamente con algunas de las técnicas propuestas por Mirtha Dermisache. ¿Qué mejor manera para comprender el trabajo de una artista tan única que experimentar alguno de sus motivos? Escribir con ella, seguir practicando los modos extraños que puede tener un dialogo.

Las ediciones especiales de las Jornadas del Color y la Forma serán el sábado 7 de octubre de 11 a 13 y de 15 a 18. Se recomienda asistir con ropa cómoda. El cupo para la actividad en Biblioteca de 11 a 13 es limitado, por lo que se requiere retirar un ticket sin cargo media hora antes del inicio. Gratis. La muestra se puede ver hasta el 10 de octubre.