Un chino, pero coreano

Pablo Mehanna

Sorpresas te da la vida, canta Rubén Blades, con cadencia caribeña. Y este restaurante abierto desde hace un año y medio en un pasaje mínimo de Flores cumple con la premisa: Chung Chinese Fine Dining es dirigido por coreanos, su clientela también es coreana, pero ofrece comida china. No la comida china de Occidente, léase empanaditas primaveras o pollo con almendras, sino la interpretación de esa comida que se hace en Corea. 

El menú, traducido al español, deambula por nombres muy poco explicativos. Entre los fideos, por ejemplo, está el cha chan mion (“fideo con salsa negra”, $130), el gan chachang (que también es “fideo son salsa negra”, pero cuesta $150), mientras que el hemul ghamppong se explica como “fideo con marisco en sopa caliente picante”, y viene con un langostino y varios calamares, mejillones y almejas ($150). Dentro de los arroces, el bokumbap ($140) es un salteado y el chachan bap ($130) es, nuevamente, “arroz con salsa negra”. Hay cerdo rebozado y frito, bañado en salsa agridulce (thang syuk, $280 para compartir entre varios), pollo salteado con salsa picante fría (yuringui, $350), langostino con salsa crema dulce (krim seu, $350) y más extrañezas nunca antes leídas por estos lares. Son platos abundantes en ajíes, en cebolla y en salsa choongjang, la mentada salsa negra, elaborada a base de porotos negros fermentados, ajo, azúcar y salsa de soja, entre más ingredientes. Por suerte, hay algún camarero argentino (en especial Nicolás, que se divide entre el salón y la cocina), que explica y advierte sobre el generoso tamaño y el nivel de picante de las porciones. Para tener en cuenta: donde dice picante, cumple con creces, mucho más incluso que en otros restaurantes coreanos, mexicanos o indios. 

Cuando se llega al pasaje de Flores, Chung recibe con una pequeña plaqueta con su nombre en la puerta. Tras tocar el timbre, se pasa a un patio pequeño, luego a un salón en planta baja o a un primer piso que conforman una casa amigable donde pasar una buena comida. Mejor dicho: no sólo buena, sino única. 

Chung Chinese Fine Dining queda en Pasaje Ruperto Godoy 731. Teléfono: 4613-2969. Horario de atención: lunes a sábados, de 10 a 21.30.


La cercana Rusia

Pablo Mehanna

Hablar de una única cocina rusa es, como mínimo, perezoso. País de enorme extensión, de climas extremos y carácter multicultural, con pasado (¿y futuro?) de ansias imperiales, con aristocracias y revoluciones varias, su gastronomía es tan amplia como diversa. En Buenos Aires hubo y hay algunos intentos por mostrar algunas de sus variantes. Y el que tal vez mejor lo haga sea El Molino Dorado, con ya ocho años de recorrido en Almagro.  

Detrás de El Molino Dorado está el grandote de Dimitri Svetlichni, potente fuerza motora detrás de la propuesta. “Antes cocinaba mi mamá, yo atendía. Ella falleció hace dos años, ahora estoy a cargo de todo, con la ayuda de mi sobrino”, explica con acento lejano. 

El lugar es pequeño: unos veinte cubiertos que suelen llenarse pronto. La TV encendida muestra películas y musicales rusos, mientras que en las mesas se amontonan los shots de vodka que Dimitri recomienda como bebida. Hay importados (desde $70 la medida helada) y también caseros y saborizados (“lo tri-destilamos nosotros, unos treinta litros al mes, con una base de centeno y trigo”): cuesta $60 el shot con una oferta de tres shots individuales a $120. 

La cocina de El Molino Dorado tiene que ver con la región de donde viene la familia de Dimitri, esa Rusia más centroeuropea, cercana a Ucrania. Pastas como el vareniki (con relleno de papa, cebolla salteada y panceta, a $150), carnes como la suprema a la Kiev (suprema de pollo rellena de manteca y hierbas, rebozada y frita, a $240), deliciosos niños envueltos (carne, arroz y especias enrollado todo en hojas de repollo, $150) o las salchichas caseras que salen con chucrut de repollo ($150). Hay también blinis dulces (con ricota y miel) y salados (con salmón, con carne, incluso con caviar rojo) y, entre los platos más pedidos, la buzhenina, un favorito de Rusia desde hace varios siglos, elaborado a base de carne marinada y horneada con especias. 

Por las mesas, Dimitri se mueve, saluda, recomienda, incluso exige. Su presencia es parte indisoluble de un lugar que, gracias a él y a su comida, ya es un clásico porteño. 

El Molino Dorado queda en Quito 4100. Teléfono: 3528-8940. Horario de atención: lunes a sábados, de 20 al cierre. 


Competir en la selva de Palermo

Pablo Mehanna

Cuando Burger Mood abrió sus puertas en Microcentro, hace cuatro años, la escena de las hamburguesas porteñas era muy distinta de la actual, con apenas unos pocos locales elaborando estos medallones de carne caseros, con calidad y propuestas originales. Así, pronto, Burger Mood se convirtió en un éxito, como parte de una camada que luego fue copiada y replicada hasta el hartazgo. “Nos fue tan bien que queríamos competir en el barrio donde hay más hamburgueserías. Es a su vez una vidriera para comenzar a pensar en franquicias”, dice Nicolás, uno de los socios de la marca, para explicar el desembarco de este segundo local en Palermo. 

En Burger Mood las hamburguesas (todas a $130) se hacen cada día, con un mix de tres cortes vacunos distintos, que finalizan en un medallón de 160 gramos, tamaño ideal para sentir la carne sin tapar al resto de los ingredientes. La salsas son caseras, lo mismo los panes, armando combinaciones como la Cuate (con cheddar, palta, tomate, cebolla asada y ketchup especiado), la original Huancaína (con chips de batata, cheddar, huevo a la plancha, cebolla morada y salsa huancaína) o la Bastermood, que suma berenjena asada y hummus. Hay opciones más clásicas, otras de pollo, vegetarianas y también de cerdo, como la Al pastor, con bondiola picada, guacamole, ananá, cilantro, cebolla morada, queso, pickles de jalapeño, todo envuelto en tortilla de trigo. Y, dato nada menor, suman muy buenas papas fritas, premisa que debería ser básica pero que no suele cumplirse en otros lados, desde $45, además de ensaladas, cócteles y cerveza artesanal (pinta $85, hay extenso happy hour de 12 a 22, con dos pintas por $100). 

Competir en Palermo no es fácil: hay decenas de propuestas similares, muchas que también ofrecen buenas propuestas y precios competitivos. Burger Mood cuenta a su favor con un par de cartas ganadoras: experiencia, ricas papas, combinaciones originales, aceptan tarjeta de crédito y, lo mejor de todo, tienen, casi escondida, una de las terrazas más lindas del barrio. En esta esperada primavera, un destino donde relajarse. 

Burger Mood Palermo queda en Thames 1627. Teléfono: 4833-5014. Horarios de atención: miércoles a domingos de 12 a 0.30.