PáginaI12 En Francia

Desde París

“Porque él nos impide soñar, impidámosle dormir”. La consigna para el cacerolazo de este sábado lanzada por el líder de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon hizo menos ruido que el denso rumor que se ha instalado en torno al jefe del Estado francés:”Emmanuel Macron, el presidente de los ricos”. La política fiscal del mandatario le valió a Macron el mismo epíteto y los mismos sarcasmos que al ex presidente Nicolas Sarkozy (2007-2012) y su famoso “escudo fiscal”. El macronismo y su reforma de la ley de finanzas se apresta a modificar los cálculos del impuesto a las grandes fortunas (ISF). Su nueva denominación, IFI, impuesto sobre la fortuna inmobiliaria, así como el fiscalidad que atañe al capital contaminaron el debate con la acusación frontal de que el presidente sólo reforma en beneficio de los ricos. Las cuentas son ruidosas: entre otras generosas delicadezas, el nuevo IFI deja fuera de los gravámenes los valores muebles, entiéndase, en este caso, todo lo que brilla como “signos exteriores de riqueza”: los yachts, los jets privados, los autos de lujo, los caballos de carrera y los lingotes de oro no entrarían en los cálculos de las próximas cargas fiscales. Si a ello se le agregan los cambios en el impuesto sobre el capital gracias a los cuales los contribuyentes más ricos pagarán 5 mil millones de euros menos, más los recortes en las ayudas destinadas a la vivienda (1, 7 mil millones de euros menos para los pobres), el ahorro en el sistema de protección social (5 mil millones de euros en recortes) y el alza del 25% en la Contribución Social Generalizada (CSG)que recaerá esencialmente sobre los jubilados, el retrato presidencial se llena de ironías y de juicios negativos. El primer ministro, Édouard Philippe dijo que “asumía una medida en nada popular pero útil para la economía francesa”. Un sondeo publicado por el diario Libération el pasado 18 de septiembre recoge una opinión mayoritaria: para el 53% de los encuestados, la política económica del mandatario beneficia sobre todo a los ricos. 

Los moribundos socialistas y la Francia Insumisa de Mélenchon se metieron en esa brecha. Mélenchon, sobre todo, fustiga a Macron como el presidente “de la oligarquía” y ya anhela un cacerolazo masivo como el que derribó en 2012 en Canadá al Partido Liberal de Jean Charest, empecinado en aumentar los gastos de escolarización. La ruptura no sólo se focalizó en la oposición progresista sino que también agita los rangos de los 313 diputados de La República en Marche (LRM) que componen la mayoría presidencial. Varios diputados de LRM se inclinan ahora hacia la opción de presentar enmiendas al proyecto para corregir el “efecto devastador” que estos regalitos fiscales tienen sobre la imagen de Macron. 

Resulta que hay una grieta descomunal entre la promesa de presentar un presupuesto “a favor del poder adquisitivo y de un descenso de los impuestos que beneficien a todo el mundo” y esta versión que deja fuera de los gravámenes a los símbolos de la riqueza como esos bienes mobiliarios de lujo no productivos. Las únicas medidas que beneficiarán a las clases medias y modestas es la paulatina eliminación de la tasa sobre la vivienda y un subsidio al consumo de energía (gas, electricidad). Lo demás es un río de gravámenes en aumento y claras economías para los adinerados. La transformación del impuesto sobre las fortunas ISF en IFI y las variaciones en torno a la fiscalidad del capital (una flat tax del 30) le costará al Estado unos 5 mil millones de euros. Estas dos reformas representan por si sola la mitad de los ahorros fiscales previstos para 2018. Por ejemplo, en lo que atañe al IFI, según los casos, es decir, la fortuna que se detenta, los más ricos pegarán unos 10 mil euros menos de impuestos por año. Otro detalle: las fortunas más imponentes (más de 10 millones de euros) están compuestas en un 90% por inversiones financieras, las cuales estarán exoneradas del impuesto. El IFI concierne a 330 mil personas, de las cuales 180 mil se salvarán de la furia impositiva. Ante esto, los comparativos son locuaces: los jubilados, por ejemplo, pagarán entre 200 y 700 euros más de impuestos anuales. Las clases con menos recursos también perderán 60 euros anuales por el recorte de las ayudas a la vivienda (seis millones de hogares). 

Con las cuentas claras en la mano, el apelativo de “presidente de los ricos” se forma solo. La política es a menudo un asunto de símbolos y el Ejecutivo ha sacado el lado más oscuro de los mismos. La prensa habla de una “apuesta incierta”. El Ministro de Economía, Bruno Le Maire, alega que “nosotros bajamos la fiscalidad del capital para liberar la capacidad de crecimiento de las empresas y las creación de impuestos”. La oposición progresista pone en tela de juicio la eficacia del procedimiento y califica la transformación como una “reforma de banquero de negocios”. Los presupuestos nacionales y las políticas fiscales desnudan, de hecho, las metas de los mandatos. Son más sabrosos en verdades que todas las narrativas y las estrategias de comunicación. Ahí queda plasmado quien paga y quien ahorra. En la naciente Francia de Macron ahorran los ricos. 

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