“Danza tradicional argentina”. Una consigna, o una sentencia. En todo caso una enunciación enigmática en la que las funciones gramaticales podrían trasladarse –bailar– continuamente de un punto a otro, entre sustantivo, verbo, adjetivo. El sábado, en el ciclo Danza al borde que cuenta con la dirección artística de Diana Theocharidis, se puso en escena en el Teatro de la Ribera el espectáculo Tres danzas argentinas. Tres coreógrafos, tres compositores. Tres colaboraciones para tres obras breves en torno a esa idea en acto.

La primera pieza del tríptico es ¡Adentro!, con idea y dirección de   Diana Szeinblum, responsable además de la creación coreográfica junto a Bárbara Hang y Pablo Castronovo. La música en escena es de Axel Krygier. En ¡Adentro!, música y danza se articulan desde el gesto mínimo, en un crescendo expresivo balanceado entre gracia y virilidad –atributos esenciales también de las danzas argentinas–. El trabajo de elaboración sonora de Krygier, que entre sonidos sintetizados incluye voces y palabras de rasgos criollos, va componiendo un espacio que se resuelve desde y hacia los cuerpos.

El espacio de la danza está en los cuerpos de los tres bailarines: Bárbara Hang, Pablo Castronovo y Andrés Molina. Tres. Un número problemático para la danza, aun cuando por la individualidad de esos cuerpos –por las manos, los rostros, las caderas–, se deslizan gestos en los que por un instante parecieran vibrar los ecos de una multitud.

Si ¡Adentro! se articula partiendo desde el gesto primordial, El accidente, la segunda pieza del tríptico, se origina desde las sombras y el ruido. Con música en escena de Carmen Baliero y dirección coreográfica de Iván Haidar, la obra, articulada sobre la pregunta ¿Cómo surge una danza argentina en 2016?, logra una síntesis contundente de cuerpos que bailan su extravío sobre una música que pareciera que ya no sabe lo que dice, como si fuera demasiado tarde para todo.

El sugestivo clima sonoro del inicio en la oscuridad –crujido de plásticos, repiqueteos sordos de maderitas–, se prolonga en el piano. Baliero trabaja con glisandos y percusiones sobre el arpa del instrumento, mientras el cuerpo de la danza es la multitud inquieta que con luces de linternas busca un gesto posible en la basura que suena a su paso.  

Más barroco resulta el tercer momento: Diábolico. La partitura y el mapa, con música y textos de Gabo Ferro y coreografía de Pablo Lugones, una reflexión más articulada sobre la relación entre música, movimiento y posibles sentidos de pertenencia. La música de la obra, en todo caso, podría ser Gabo Ferro diciendo el texto, una larga pregunta que en su discurrir se responde a sí misma sobre la patria y sus posibilidades. O mejor dicho, la música podría estar en las reverberaciones de ese texto con el que Ferro va delineando el mapa de lo que podría ser una tradición. Y la danza, entonces, es Pablo Lugones escuchando ese texto, con sus reverberaciones.

El teatro que componen Ferro y Lugones abarca un espacio amplio, donde el texto se diluye y la discusión se despliega por momentos en los cuerpos, pero más en los símbolos: ponchos, bombos, guitarras eléctricas, gorras, zapatillas, una pantalla y el sillón donde empezó Diabólico, con Gabo Ferro imaginando los mapas de la argentinidad. El mismo sillón donde termina la obra, después de otra escena de extravío esta vez apabullante e hipecinético, con una coronación de laureles y chorizos bombón en el cráneo gozoso de quien de los dos llevaba puesta la camiseta de Boca.

* Tres danzas argentinas se repondrá en el Teatro de la Ribera los sábados 3 y 10 y los domingos 4 y 11 de diciembre, siempre a las 15.