La estampa de Ciro Fogliatta es translúcida como el vidrio de la oficina que da al aire y luz de una tarde en Palermo. Con más de mil batallas sobre el lomo, parece desmentir los 73 años que porta, y está listo para otra que es la que supone su nuevo álbum. Pido demasiado es un disco notable, que por primera vez en mucho tiempo le brinda a Fogliatta la oportunidad de mostrarse en tiempo y forma. Producido por la dupla Guyot-Toth, es un trabajo finísimo sobre una estructura muy simple, y eso es lo que lo hace destacar. En menos de media hora liquida un disco de nueve canciones impecables, breves, concisas y hermosas, de raíz tradicional y confección moderna. Lo que se dice: un nuevo clásico. O un clásico renovado. Desde la canción que los titula, uno de los invitados, Juanse, canta: “Quiero cambiar la historia, quiero triunfar, quiero llenarme de gloria”. ¿No será mucho pedir? Probablemente sí.

 Pero también es inevitable pensar que Ciro Fogliatta ya está cubierto de gloria. Se pronuncia su nombre y se escuchan sus dedos dándole arranque al rock argentino, con el Farfisa que echó a andar “La Balsa” hace ya más de medio siglo. “Me ha quedado un mote”, refunfuña Ciro, “de que si no hubiera grabado ‘La Balsa’ no existo”. Otra injusticia: Ciro no solamente fue el tecladista que estuvo en Los Gatos AN y DN (Antes y Después de Nebbia), sino que además participó de un sinfín de otros grupos enhebrando una larga lista que va de Sacramento a la banda de Andrés Calamaro, pasando por Espíritu y Polifemo, sin contar ya veinte años de solista que transcurrieron en Argentina, y unos quince que se le pueden computar de su estadía madrileña. “Digamos que lo que hago es reciclarme, algo que vengo haciendo desde hace bastante tiempo”, explica Fogliatta. “Tengo algunas cosas a favor; yo me he dedicado siempre a la música, no tengo familia, soy solo, y eso te permite tirar para adelante sin joder a nadie. También hay gente que ha tenido familia y ha salido adelante justamente por eso. Cada cual tiene su método”.

Alfredo Toth y Pablo Guyot, dos de los productores más exitosos del rock argentino, supieron trabajar el material de Fogliatta sin quitarle la esencia rockera suburbana, dosificando al organista y poniendo en primer plano al cantante y sobre todo al compositor. “Este es un disco de rock nacional”, dice, y se ríe. “Y es el tercero que hago como solista. De este estilo tengo dos discos under anteriores: Acordate de olvidarme, que lo hice con la banda que tenía a Juanito Moro en batería. Luego armé Las Blusettes y saqué El Rey del Rock and Roll. Los otros discos que hice fueron de ritmo y blues, pero creo que la gente que me conoce va a encontrar algo de ritmo y blues también en Pido demasiado. La diferencia es que este lo canto en castellano porque tiene temas que son de acá, del país”. 

   Ciro sabe perfectamente que cada tanto hay que darle un sacudón a los proyectos, porque si no las cosas se atascan, las ideas se frustran y las bandas se separan. A lo largo de una carrera que arranca en los tempranos ‘60 en Rosario liderando a los Wild Cats cuando el rock argentino ni siquiera era una ilusión, fue aprendiendo la dinámica del show-business. “Yo siempre canté en todos los grupos en los que participé, desde Los Gatos en adelante. Lo que pasa es que siempre fui la segunda o tercer voz de una banda. Siempre cantábamos varios, ahora eso no se usa tanto. Comencé a cantar como solista en los ‘80, cuando tuve que empezar a armarme una vida musical en España; hice todo el circuito de bares de Madrid con un repertorio de blues muy amplio y, obviamente, cantado en inglés. Cuando tuve que cantar en castellano me di cuenta que la cosa era mucho más complicada, y lo vi claramente en este disco. Juanse vino a cantar en el tema ‘Pido demasiado’, y ahí puso de manifiesto el oficio porque me dio vuelta la letra y lo cantó con su fraseo. Yo todavía canto en castellano con la idea del inglés, que es la idea del rock nacional: David Lebón, Charly García, Spinetta mismo, lograron hacer que el castellano suene bien para el rock. Pero ellos tienen años de oficio cantando en castellano y se nota, como yo lo noté en Juanse”. 

UN AUTO PLATEADO Y UN ELEFANTE

La moraleja de este disco parece simple: “Prohibido subirse al elefante”. En este cuento, el paquidermo simboliza el exceso, la cosa sin borde, desmesurada, desmedida. No cualquiera puede montar un elefante sin que en algún tramo del camino el animal se lo sacuda del lomo y proceda a pisotearlo. En la tapa de Pido demasiado, se ve al Ciro de hoy que mira al Ciro de ayer, montado sobre un elefante. “Digamos que es el símbolo de la ambición. Yo tenía muchas ambiciones de joven, pero el chico se bajó del elefante y creció. Sin embargo, no podés hacer nada sin ambición; todas esas bandas que hicimos fueron bandas de chicos ambiciosos. Los Gatos eran así: más que nada queríamos llegar a mucha gente”. El hecho de haber sido compañero de Alfredo Toth en Los Gatos y en Sacramento, ¿facilitó la conexión a la hora de trabajar? “De entrada, fue mucho más fácil. Nosotros tenemos una amistad, pero mi criterio es el de no trabajar con la gente de mi época, si eso pone en peligro la amistad. Me ha pasado con Litto, por ejemplo; perdimos el contacto por divergencias. Nos habían ofrecido tocar en el Teatro Colón, y él no quiso. Eso no me lo puedo guardar”.

   Con Alfredo Toth, Oscar Moro y Kay, los otros tres miembros de la primera formación de Los Gatos, fue que Fogliatta se subió a un avión para palpar en vivo y en directo las sensacionales vibraciones del año 1969 en Nueva York. “Mi mayor influencia es la cultura hippie; por supuesto que soy un personaje argentino, pero soy muy de los 60: la Argentina era bárbara en esa época. Pero en Nueva York pasaban muchas otras cosas, comenzaban los movimientos gays, las manifestaciones contra Vietnam, y los shows en el Fillmore East: ví a The Band, Procol Harum, The Kinks, Chuck Berry. Allá pude ver a The Who dos veces. ¡Y a Jimi Hendrix en el Madison Square Garden! Había quince mil personas, y cuando salió toda la gente le sacaba fotos con esas cámaritas que usaban el ‘magicubo’. Era una bola de flashes que el tipo soportó cinco minutos; después hizo un gesto, y nadie sacó más nada. Cuando empezó a tocar era como si hubiera dos guitarristas en el escenario. Una locura”. 

   El viaje fue una bisagra entre la primera y la segunda parte de la vida de Los Gatos, grupo que de alguna manera Ciro Fogliatta fundó a comienzos de los ‘60 en Rosario bajo el nombre de Wild Cats, y que experimentó sobre sí el paulatino cambio de ser una banda que interpretaba temas ajenos en inglés, a convertirse en el grupo que iba a imponer el rock en castellano. Luego vendrían más viajes y más retornos; idas y vueltas que fueron modelando a un tecladista dúctil y forjando a un artista intenso y resistente, tanto a los éxitos como a los fracasos. Por ejemplo, una de las canciones de Pido demasiado, rinde tributo a la injustamente olvidada banda Sacramento, que Ciro integró junto con Alfredo Toth. “Nito Mestre canta en este tema, ‘Universo de estrellas’, que se lo dediqué a Ricardo Felicié, cantante y guitarrista de Sacramento, que falleció hace algunos años, que era de la barra de Bocón Frascino, músicos del oeste, de otro mundo. Nito es un tipo increíble, le gustó la canción y enseguida estuvo dispuesto a grabar. Tengo un buen recuerdo de Sacramento aunque la banda no haya trascendido. A veces, los fracasos también son buenos. En cambio, Polifemo es más contradictorio para mí. Desperdiciamos un número uno, ‘Suéltate rock and roll’, cuando en la Argentina no había otra cosa; Charly había desarmado Sui Generis. Llegamos a tocar en el Luna Park, teníamos siempre dos meses vendidos de shows. Yo los quiero mucho de todos modos”.

 En esos años, 1977, 1978, cuando Polifemo se disolvió junto a muchas otras bandas, el refugio obligado para Ciro Fogliatta fue Los Desconocidos de Siempre, el grupo que contra viento y borrasca se empecinó en llevar adelante Nito Mestre, y donde volvió a cruzarse con Alfredo Toth. “También toqué con Pajarito Zaguri, con Dulces 16, pero Los Desconocidos fueron un refugio, sí. Yo los había escuchado en el Teatro Estrellas cuando empezaron. Conmigo también entró el Mono Fontana, pero como baterista, y nos hicimos muy compañeros aunque yo era el más grande y él el más chico. Recién ahí comenzó a agarrar el piano. Una vez me llamó la madre del Mono, muy preocupada, porque se quedaba toda la noche tocando el piano. ‘Señora, quédese tranquila que es absolutamente normal’, le dije. Ensayábamos en su casa, lindos tiempos”.

 Aunque hoy impere el buen recuerdo de la camaradería grupal, la época invitaba a irse. Unos amigos de Ciro que emigraron, los integrantes del grupo Carolina, le pasaron el dato de que a Moris le estaba yendo bien y necesitaba un tecladista. “Fue la primera vez que me mandé a un lugar y tenía laburo”. Es así como los dedos de Fogliatta decoraron algunas canciones del disco Mundo moderno, pero Moris ya andaba con ganas de pegar la vuelta y Ciro debió trabajar por su cuenta. “Los años ochenta fueron muy buenos en España; yo pegué un trabajo para tocar en un piano bar. Llegaba afeitadito, me daban la llave del piano, abría, ponía el relojito que me habían dado y tocaba estrictamente media hora y cerraba el piano. En el lugar no querían que tocara más de media hora, y era una entrada de dinero con la que pagaba el alquiler y me sobraba. Eso me dio tiempo para tocar con un montón de grupos como Mermelada, Los Elegantes, Los Secretos y además tocar en televisión. Miguel Ríos hizo un programa impresionante con una gran producción en la que recrearon la historia del rock. Comenzaron por el twist y lo trajeron a Enrique Guzmán, de los Teen Tops, de quien yo fui telonero con los Wild Cats cuando se hicieron famosos en Argentina”.

   En 1998, Andrés Calamaro lo invitó a formar parte de su banda de acompañamiento. Y el bichito del regreso le mordisqueó el tobillo a Ciro. “Volver acá con Andrés fue alucinante; hacía dieciocho años que no veía a mi hermana. Pero lo que me encantó es el público. Calamaro tenía un éxito impresionante; yo nunca había visto chicas llorando, ni con Los Gatos, ni con nada. Después pude tocar con Divididos en el Luna Park cuando presentaron Amapola del 66, y también fue tremendo”.

 Se supone que el kilometraje desgasta el motor, pero Pido demasiado vuelve a poner a Ciro Fogliatta en carrera para una vuelta más. Y en esta ocasión tiene un gran auto a disposición, con nueve canciones impecables, que van del rock al reggae recorriendo las estaciones aledañas de todo eso que Ciro define como “ritmo y blues”. “Hay estilos caprichosos. Yo disfruto mucho de todo. Pero hay cosas que extraño de cuando comencé a tocar: que la gente baile. Con las primeras bandas que tuve, nosotros tocábamos para chicos jóvenes que bailaban. Había gente que escuchaba, y otra que bailaba. Creo que este disco es bailable. O al menos, intenté hacerlo así”.