Supongamos que a Santiago Kovadloff, el misántropo de esta historia, se le presenta Néstor Kirchner con la visión de los espíritus de las navidades pasadas, presentes y futuras para que medite sobre la responsabilidad de escribir una nueva ley de comunicaciones, a pedido del actual gobierno. 

Ocurre que el filósofo llegó a la comisión redactora, dos años atrás, algo flojo de papeles por su actuación en la conducción de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, que defendió en 2014 al empresario Vicente Massot, imputado por delitos de lesa humanidad por el asesinato de dos obreros gráficos del diario bahiense La Nueva Provincia.

Volviendo al cuento. Nuestro Ebenezer Scrooge es uno de los protagonistas de la contrarreforma impulsada por Mauricio Macri, quien a poco de asumir decretó la intervención de las autoridades de aplicación en materia de radiodifusión y telecomunicaciones y la creación del Enacom como única autoridad regulatoria.

Los argumentos para tal medida de “necesidad y urgencia” saltearon la vía legislativa por entender que la normativa heredada conspiraba contra los procesos de convergencia de servicios en telefonía, TV e internet. 

La primera estación en el viaje iniciático de Kovadloff lo sitúa en su más temprana infancia, poniéndolo de cara el fantasma de Dickens, con la conexión argentina del fascismo, en particular, la época en la que Roberto J. Noble era ministro de Manuel Fresco en la provincia de Buenos Aires, y cuando el luego fundador de Clarín escribiera una oda al “genio” iluminado de Benito Mussolini. 

La próxima parada es en 1980. El espíritu de las navidades pasadas sabe de su afinidad con funcionarios de la última dictadura y le muestra cómo un decreto-ley impide la transferencia de empresas y pone límite a la multiplicidad de licencias, incluso en condiciones más restrictivas que en la década siguiente, cuando Carlos Menem amplió el número de 4 a 24 para que los grandes jugadores transmitan en cadena.  

Hoy el fantasma de la navidades presentes está de joda. Le quitó a las cableras dominantes el tope del 35% del mercado potencial. Dio por concluidos los planes de adecuación a la ley de servicios de comunicación audiovisual. Facultó al Enacom a entregar licencias por registro simple, sin concurso ni demostración de antecedentes y extendió en 10 años la explotación de las mismas. Aumentó su tenencia de 10 a 15. Estableció prórrogas automáticas y anuló el mecanismo de audiencias públicas. Habilitó la transferencia de paquetes accionarios con aprobación tácita a los 90 días y, de paso, autorizó a Clarín para la compra del 100% de Nextel, que aún no brinda LTE (Long Term Evolution), pero ya cuenta con las frecuencias y la autorización para el proceso de refarming (cambio de uso). 

Por eso, el sórdido espíritu de las navidades futuras le muestra a Kovadloff un posible escenario. Le adelanta un monstruo de dos cabezas sobre el cual deberá resolver el dilema de la convergencia. Las telefónicas y los grupos multimedia en un duelo de titanes con un mismo cuerpo, rodeado de legisladores y políticos advenedizos al poder de los medios.

Por ese motivo, el interventor Miguel de Godoy acaba de borrar con el codo el decreto 1340/16 tras anunciar en septiembre pasado, durante las “27 Jornadas de televisión por cable” que las telefónicas pronto podrán dar TV satelital (hoy sólo puede hacerlo DirectTV).

Al tener capacidad satelital operativa esta novedad beneficiará a Telefónica y retrasará las inversiones para llevar la fibra óptica al hogar y atenuará la tensión generada por ese mismo decreto que habilitó un monopolio de derecho al otorgar 15 años de exclusividad para propiciar su desarrollo. 

El fantasma de Dickens tenía la esperanza de que la idoneidad de otros integrantes de la Comisión podría prevalecer a pesar de todo y, así, lograr convencer a nuestro Scrooge de implementar medidas de incentivo asimétricas en beneficio de los usuarios, un régimen de sanciones serio con foco en la calidad del servicio, la desagregación de la infraestructura instalada, señales de contenidos independientes de los distribuidores y el ingreso de nuevos operadores como opción inmediata para evitar abusos y bajar los precios de acceso.  

Pero el fantasma se asustó cuando descubrió en Scrooge un espectro (radioeléctrico) peor que su propia sombra. Imaginó algo imposible antes de la intervención. El Grupo Clarín dueño de Telecom/Personal vía propiedad cruzada de Cablevisión y Fibertel gracias a la intervención del fondo Fintech, y un negocio llave en mano de servicios cuádruple play: telefonía fija y móvil, películas on demand, TV abierta y por suscripción, e internet. 

La pregunta es cuánto durará el romance de ocasión en este aquelarre que organiza sus fáusticos rituales en torno a Silvana Giudice, quien oficia en los dos lados del mostrador: como directora del Enacom avalando resoluciones a medida de los poderosos; y como coordinadora de la Comisión redactora de la retrasada ley convergente. 

Una regulación que se tornará efímera en la medida que sumen derechos adquiridos las empresas monopólicas, esta vez con un nuevo actor en la mesa de negociaciones, el Grupo Clarín, a través de la escisión Cablevisión Holding S. A., que desde el 29 de agosto cotiza en Bolsa y ha logrado lo imposible: equiparar su fuerza a la del Grupo Telefónica. Todo en uno. Contrarreforma, convergencia y restauración a principios de los 90. 

Mientras tanto, Kovadloff, Giudice y el espíritu de Ernestina siguen bailando en ronda mientras el fantasma de Dickens emprende la huída ante la aparición del diablo.

* Docente en Legislación Comparada, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.