Todo origen es escandaloso. Precisamente, porque reúne un mundo de posibilidades que luego se despliegan, en algunos casos, hasta separarse, hasta hacer que lo que era uno termine siendo dos, una dicotomía irreconciliable que tuvo el mismo punto de partida. La historia es rica en ejemplos de este tipo, más la historieta. ¿Cuántas veces hemos leído cómo dos amigos entrañables deciden tomar caminos opuestos? Charles Xavier y Magneto, Mr. Fantástico y el Doctor Muerte, hasta Superman y Lex Luthor fueron amigos en su juventud. Lo que pasa en el Río de la Plata es que esa misma estructura es menos un avatar de la ficción que el doloroso recuerdo de situaciones concretas, a veces, silenciadas, disimuladas, escondidas. Eso, la tensión entre amigos jóvenes que se transforman en líderes de bandos opuestos, es lo que se cuenta en Tacuara, el trabajo que el dibujante Dante Ginevra y el guionista Rodolfo Santullo publicaron de manera seriada en 2012 en la revista Fierro, luego de la experiencia de otro trabajo basado en hechos reales, complejos de nuestra biografía como pueblo, Malandras, centrada en los acontecimientos disparados por la infame Revolución Libertadora. Aquí, a partir de la reconstrucción de la fundación del primer grupo revolucionario argentino, heredero del ultranacionalismo católico y tendiente luego al trotskismo y los proyectos de emancipación del Tercer Mundo. Los Tacuara son, sin dudas, el punto de articulación entre las ideologías de dos golpes de Estado, el del 30 y el de 1976, y las luchas intestinas que la violencia política ha despertado y siguió despertando en nuestro país: luchas condensadas en la relación entre Alberto Ezcurra Uriburu y José “Joe” Baxter.
Esta historieta empieza con la toma de un nombre: un grupo de jóvenes, lectores de pensadores y políticos de la derecha radical de la primera mitad del siglo XX, como Primo de Rivera, eligen un título para su flamante agrupación que muestre tanto su carácter puramente argentino (para no quedar pegados al falso nacionalismo liberal de la línea Mayo-Caseros-Libertadora) como su afán de lucha, su búsqueda de un nuevo camino, por la fuerza, que represente los ideales patrios. El nombre elegido es “Tacuara”, y ya en las primeras páginas recopiladas en una muy cuidada edición de Historieteca (sello que también publicó en un solo tomo Malandras), vemos cómo aparecen identificándose con simbología nazi. Desde el uso de cruces que recuerdan a las esvásticas hasta la persecución real, el secuestro y la tortura de miembros de la colectividad judía, viñeta tras viñeta Santullo y Ginevra se meten en el corazón de las contradicciones del pensamiento nacionalista, más cuando remarcan la veta que liga a esta agrupación (cuya simpatía con el peronismo deviene luego en una directa adscripción a su vertiente revolucionaria) con el fascismo de Mussolini y Hitler, con los ideales conservadores de los Uriburu y Justo, con una línea que puede inclusive remontarse a Rosas y los Ezcurra.
“La idea de hacer esta historieta tiene mucho que ver con Malandras, en parte porque, sin quererlo, se continúa con los hechos posteriores a la Libertadora y que tienen que ver también con la década del 50. Vamos del 55 al 57, cuando se funda Tacuara”, recuerda Santullo (nacido en México en 1979, pero uruguayo de toda la vida), guionista de innumerables cómics que van desde la parodia del género de espada y brujería en Ladrones y mazmorras con Jok o el steampunk soviético de La orden del BES, con dibujos de Horacio Lalia y ganadora como Mejor Guion en la última edición de los Premios Carlos Trillo. “Mi esposa, en aquel entonces mi novia, cuando estaba buscando una idea nueva para armar algo, me había comentado que Carlos Machado, un profesor de Historia que ella tuvo, fallecido en el 2019, le había dicho que el próximo trabajo que teníamos que hacer era sobre los Tacuara. Para él, Joe Baxter era, qué duda cabe, un personaje de historieta”. Razón no le falta: Baxter y Ezcurra, protagonistas de esta historia en episodios, pasa de identificarse con el catolicismo conservador a mirar con cada vez mejores ojos a la campaña de Fidel Castro en Cuba, para luego armar su propia línea, el Movimiento Nacional Revolucionario Tacuara, rompiendo con la línea de Ezcurra, quien luego de la partida de Baxter comienza a acercarse a la religión hasta terminar por ordenarse de sacerdote. En tramos de menos de diez páginas, el lector va repasando hechos que desconocía o sabía a medias: Ezcurra es más tendiente a lo simbólico y las mínimas demostraciones de poder, que incluían muchas declaraciones vinculadas al antisemitismo que disfrazaba de “antisionismo” (un burdo subterfugio que los dibujos de Ginevra deja expuesto); opuesto a un Baxter que se vincula con el Che Guevara, que visita a Perón, que termina luchando contra los yanquis en Vietnam y que se asocia a Santucho y el ERP.
“El desafío de Tacuara, de este tipo de proyectos, mejor, es encontrar un período histórico, un suceso o un personaje y elegirlo por el concepto que se puede extraer de él: después viene cómo articularlo con el presente”, señala Dante Ginevra (Buenos Aires, 1976), un dibujante único en su clase que empezó en el cómic independiente con proyectos disparatados y de tono surrealista como El Grajal (La Productora, 2000) hasta llegar a adaptaciones de novelas como Los dueños de la tierra de David Viñas, junto a Juan Carlos Kreimer. Sus dibujos en este trabajo tienden a diferenciarse apenas de las sombras, en donde las explosiones revientan el ojo del lector cuando ocurren, así como también cuando los planos detalles de las escenas de tortura resultan luego imposibles de olvidar por su puntillosidad, su tenue color a muerte y miseria. Sigue Ginevra: “Claro que hay que pensar seriamente, después, cómo a través de la historia podemos revisar asuntos que nos ocupan hoy, que determinan nuestra identidad y de los cuales es necesario aprender algo. De la importancia de esa reflexión nace el interés por llegar a la historieta histórica”.
Compleja y reflexiva, consciente también de su naturaleza historietística (hasta aparece como personaje en una de las viñetas el mítico comisario Evaristo de Sampayo y Solano López) y por eso, precisamente, una digna indagación de la historia y sus hechos más dolorosos, Tacuara puede leerse como documento dibujado o como un singular relato de dos jóvenes enfrentados por sus elecciones. En nuestro contexto, es también una pregunta punzante: hasta las mejores intenciones de rebeldía, con una base dudosa o un horizonte poco claro, pueden terminar en la más oscura de las derechas. Enemistándonos para siempre.