El repudiable ataque terrorista de Hamas a la población civil israelí el pasado 7 de octubre está generando derivaciones y consecuencias políticas de todo tipo, agravadas por la ofensiva militar impulsada por el gobierno de Benjamin Netanyahu en el territorio de Gaza.

En el medio de una crisis que, más allá de la actual tregua, parece no tocar fondo, el Reino Unido estaría aprovechando este escenario trágico y, por demás impredecible, para consolidar sus posiciones estratégicas en Medio Oriente e, igualmente, para contribuir a establecer una dirección al proceso político en curso en función de sus propios intereses y ambiciones.

Frente al gobierno de los Estados Unidos, que teme a la escalada del conflicto y a que se conforme un nuevo escenario bélico de mayores proporciones al que todavía se desarrolla en Ucrania contra Rusia, el primer Ministro británico Rishi Sunak se presenta, en cambio, como un socio mucho más confiable y predecible para el régimen encabezado por Netanyahu, jaqueado por la crisis interna y cada vez más necesitado de aliados a nivel internacional.

La vuelta del ex canciller David Cameron al primer plano de la política británica, ahora como Secretario de Relaciones Exteriores, no sería ajena al desenvolvimiento de la guerra contra Hamas. Pero este regreso inesperado no habría sido la única iniciativa protagonizada por Gran Bretaña en estos últimos días y, al menos ante la situación en Medio Oriente, tampoco sería la más relevante.

"Coordinador humanitario"

El 12 de noviembre trascendió la propuesta de Netanyahu de designar a Tony Blair como “coordinador humanitario” en Gaza. La invitación todavía se encuentra bajo análisis por el ex primer Ministro, señalado como uno de los principales responsables de la invasión a Irak en 2003 en medio del supuesto descubrimiento de armas de destrucción masiva.

Con el objetivo de mitigar las crecientes reacciones internacionales frente a la ofensiva en Gaza, Netanyahu querría aprovechar así la amplia experiencia de Blair entre 2007 y 2015 como representante del Cuarteto, un bloque conformado por las Naciones Unidas, Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea para la supervisión del proceso de paz entre Israel y la Autoridad Palestina.

Así, la aparición de Blair al frente de su influyente Instituto para el Cambio Global como uno de los nuevos actores no parecería ser una jugada menor dentro del más amplio acuerdo, sobre todo de índole militar, que hoy mantienen los gobiernos de Israel y del Reino Unido

El Instituto es hoy una verdadera corporación internacional, con más de 800 empleados distribuidos en más de 40 países. Su facturación también corresponde a la de una empresa con un horizonte global: en 2021 obtuvo más de 80 millones de dólares (un 78% más que el año anterior) a partir de su labor de asesoramiento, consultoría y, fundamentalmente, lobby político.

Poder e influencia

Hoy prácticamente todo el establishment británico reconoce que  Blair es uno de los hombres clave en la expansión y en el fortalecimiento de los lazos internacionales del Reino Unido. De hecho, son varios los políticos que afirman que, a través de la estructura global desarrollada por el Instituto, Blair rivaliza en poder e influencia con el propio Sunak.

Como corporación, el Instituto recibe aportes de grandes empresarios y, principalmente, de gobiernos interesados en ampliar su acceso a fuentes de poder en Londres y en las principales capitales europeas y asiáticas, pero que también desean mejorar su imagen internacional, más aún, si sus gestiones están golpeadas por denuncias por violaciones a los derechos humanos.

El caso paradigmático, y que más críticas le ha valido a Blair, está basado en sus relaciones con el gobierno de Arabia Saudita y con empresas íntimamente vinculadas con dicha monarquía islámica como PetroSaudi.

Más aún, porque el Instituto continuó recibiendo financiamiento por parte del príncipe heredero Mohammed bin Salman, pese a la acusación por su presunta responsabilidad en el asesinato del periodista turco-estadounidense Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul en 2018.

A cinco años de aquel crimen, el Instituto parece haber efectuado una importante labor para la recomposición de relaciones de bin Salman con las principales potencias occidentales. Así como también contribuyó para establecer a Arabia como un factor ordenador de la política regional de Medio Oriente y como un dinamizador de sus principales aspectos económicos y comerciales.

La banca de JP Morgan

La intervención de Blair en el conflicto en Gaza no estaría completa si al mismo tiempo no se toma en cuenta su desempeño paralelo como jefe del consejo internacional del JP Morgan Chase, la principal entidad bancaria de los Estados Unidos que, en sus proyecciones, ya estableció que la guerra contra Hamas afectaría fuertemente a la economía israelí sobre todo a partir de mediados de 2024. Un diagnóstico que, sin dudas, alimenta la posibilidad del otorgamiento de importantes préstamos al gobierno de Israel en los próximos meses.

Pero el papel de Blair no se agota en su rol internacional frente a la actual crisis en Gaza, así como tampoco en la representación de los intereses del Reino Unido en el siempre conflictivo escenario de Medio Oriente.

El ex referente de la “Tercera Vía” no ha dejado de lado su antigua actividad política y en la actualidad se desempeña como asesor especial de Keir Starmer, líder del partido Laborista y, según la mayoría de las encuestas, el próximo primer Ministro del Reino Unido, si es que finalmente logra desplazar de ese cargo a Sunak en las próximas elecciones parlamentarías.

La labor puntual de Blair es promover el acercamiento entre Starmer y la administración de Netanyahu, despejando las dudas que todavía existen en la dirigencia política israelí en torno a un nuevo gobierno laborista. En la memoria sigue muy presente la experiencia de Jeremy Corbyn al frente del partido, entre 2015 y 2020, con acusaciones de conducta antisemita, incluso, en contra de representantes laboristas de origen judío.

Diálogo con Hamas

A través de Blair, está claro que el Reino Unido estará presente en los cambios que puedan sobrevenir en Medio Oriente en un futuro cercano. Seguramente, su diálogo con los líderes de Hamas y, en general, con el mundo árabe serán centrales para el rediseño de la relación con la nación palestina que deberá afrontar el gobierno israelí una vez que recupere el control del territorio de Gaza.

Mientras tanto, y como ocurrió en un pasado no tan lejano, el Reino Unido se prepara para volver a protagonizar un papel de gran influencia en Medio Oriente, ya sea en soledad o en alianza con los Estados Unidos y, principalmente, para la preservación de sus propios intereses en las rutas comerciales y en los estratégicos mercados del petróleo y del gas. Pero todavía más, frente a la aparición de Rusia y China, dos potencias cada vez más involucradas en la realidad política y económica de la región.