El capitalismo tuvo dos procedimientos para lograr someter a la población y expandirse. El primero, propio del siglo XIX, fue el de la exclusión, dejando afuera a quienes no pretendía hacerlos producir (incapacitados, negros, viejos, etc). El otro mecanismo, que es propio del siglo XX, fue la fagocitación a través de la inclusión. Esto es, al diferente, al que no se adapta a la Norma, y que por lo tanto puede ser una amenaza para él, lo integra, y al hacerlo lo asimila, como cualquier alimento. Es el abrazo del oso, el beso de la muerte del capitalismo.

Es lo que ocurrió en la historia del arte con muchos movimientos de vanguardia. Hubo algunos de ellos -algunas de las manifestaciones del expresionismo- que pusieron el eje en las consecuencias negativas que trajo aparejadas la revolución industrial -que llevó a la burguesía a ser clase dominante, y por lo tanto a oprimir al proletariado-. Otros hicieron hincapié en los efectos que trajo el pensamiento de la ilustración -la razón como cimiento de la construcción de la verdad-. En algunos casos cuestionaron corrientes filosóficas como el positivismo, que suponía que en tanto hubiera orden en una sociedad el progreso estaba garantizado. Cuestionaron el optimismo que desató en el mundo moderno los descubrimientos científicos y el desarrollo tecnológico -poniendo el acento en sus consecuencias: entre otras la guerra-.

El término vanguardia viene del lenguaje militar, Avant-garde: guardia de avance. Supone algo que está adelante, que se abre camino en una batalla. Implica una práctica ofensiva, de ataque.

Las vanguardias cuestionaron de manera radical las convenciones o cánones del arte, la tradición artística, pero también el universo de representaciones que sostenía el orden social. Fueron más allá de las disciplinas artísticas específicas, se manifestaron en general en todas las expresiones del arte.

Supieron formular manifiestos declamatorios, en algunos casos como declaración de guerra. A su vez, había algo que en general las caracterizaba, que era ser parte de una gesta orientada hacia un futuro emancipador, de manera que se exaltaba el presente, rompiendo con el pasado, con una confianza extraordinaria en la voluntad, en la acción humana como motor de la historia.

Redefinieron los límites de lo que era considerado arte y lo que quedaba fuera de esa categoría (es lo que ocurrió cuando Marcel Duchamp expone el mingitorio). La idea era en parte escandalizar al público burgués.

El expresionismo -tal vez nombre demasiado laxo que se utiliza para englobar manifestaciones artísticas muy heterogéneas- fue considerado como la primera vanguardia que conoce el siglo XX, y vino a cuestionar y a romper con los consensos y la unidad social, cultural y política que se había cristalizado durante el siglo XIX con el impresionismo. Este se desarrolla dentro de una cosmovisión en la que en el mundo de la ciencia, el positivismo se trasforma en el paradigma aceptado y fomentado por todos. Se creía que la revolución industrial venía a liberar las fuerzas productivas y que esa liberación traería aparejada un bienestar para todos. En el mundo de las ideas, la ilustración significaba el haber llegado a un punto -el de la razón, el cogito cartesiano- en el que se podía erigir un nuevo saber, liberado de la tradición, de los prejuicios de la religión, prometiendo una autonomía y libertad esclarecedoras.

El siglo XX fue avanzando, junto con la historia del arte. La potencia de las vanguardias fue declinando. ¿Qué pasó para que ello ocurriera?. Muchas cosas.

Las vanguardias tuvieron mucha fe en el poder del arte, y en su propia fuerza para destruir una concepción del mundo. Tal vez, nos dice Martin Kohan, la magnitud de sus intenciones contribuyó a hacer más estridente su caída.

Pero a la vez hay que pensar en lo que significaron las neo-vanguardias de los 50 y 60 (arte pop) que intentaron retomar lo que fueron las vanguardias históricas, y eso era una contradicción, en la medida que si algo las definía era el invento, producir algo radicalmente nuevo. De esta manera, fueron asimiladas por el mercado del arte, que comenzaba a transformarse en mercancía. Las vanguardias pasan a formar parte de la tradición artística, eso que tanto cuestionaban. Comenzaron a su vez a formar parte de una moda, que como toda moda también exaltaba la novedad, el cambio, pero ya sin representar un peligro para la institución-arte o para el orden social.

En la actualidad muchos filósofos hablan de una post-vanguardia. El prefijo post haría referencia a una época en la que las vanguardias fueron superadas, o que directamente murieron. Pero ¿no ha pasado nada en la historia del arte después de que las vanguardias la atravesaron?. ¿Quedo el arte intacto después del paso de las vanguardias?. ¿Se podría determinar tan fácilmente su certificado de defunción?.

Las vanguardias por otro lado no fracasaron. Ocurrió como suele ocurrir en las revoluciones: fueron derrotadas. En muchos casos por el propio capitalismo, y en otros por las dictaduras (como ocurrió con el futurismo ruso, cuando la revolución bolchevique declara al realismo socialista como arte cuasi-oficial de la revolución, reprimiendo la expresividad, la creación, para instalar la representación de “La realidad”.

Para pensar en la idea de vanguardia en la actualidad, habría que pensar en una estrategia de supervivencia. El arte ya no ataca, nos dice Kohan, el arte se defiende. Lo que era una ofensiva, la de estar adelante, ahora pasa a estar a la defensiva. La vanguardia pasa a la retaguardia. ¿Y contra quien lucha el arte en la actualidad?. Lucha por defender la vida, el arte entendido como creación, como invento, frente a una realidad aplastante, que intenta convertir el arte en mercancía, pero también la vida.

El Arte en la actualidad se trasforma en una práctica de resistencia. Toda vez que un artista intente unir su vida con su obra, toda vez que un artista se lance a un experimento -no emulando a las vanguardias históricas- toda vez que un artista produce su obra sin someterse a los cánones de su época -sin depender de los gustos del público- toda vez que un artista ya no busca en su obra entretener al público sino sacudirlo, con la misma turbulencia que él sufrió al crear, toda vez que un pincel se le escapa de las manos, y pinta como niño, o como un salvaje, hay un pasado vanguardista, tal vez acechando como un fantasma. La presencia de su ausencia nos amenaza siempre. Las vanguardias: un caos en la oscuridad, una sombra que la luz nunca pudo hacer desaparecer completamente.

 

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