La expansión del discurso libertario sorprende frente a lo que en primera instancia puede parecer una contradicción: ¿Cómo es posible qué estos sectores que agitan la bandera de la libertad con tanto entusiasmo y vehemencia defienden al mismo tiempo ideas que se encuentran estrictamente reñidas con la misma, abrazando incluso un ideario profundamente conservador?

Resulta paradójico, al menos en una primera aproximación, que quienes se presentan como máximos paladines de la libertad, reivindiquen recurrentemente gobiernos de facto, promuevan la represión, la mano dura y hasta la pena de muerte, se opongan a la Interrupción Voluntaria del Embarazo, a la Educación Sexual Integral, o incluso al matrimonio igualitario, entre otras expresiones.

En el terreno económico los liberales sostienen que la economía de mercado constituye la mejor manera de garantizar el crecimiento y la mejora del nivel de vida de una sociedad. De esta forma el funcionamiento de la economía es entendido como un conjunto de reglas sociales que automáticamente permiten alcanzar la máxima eficiencia en la asignación de los recursos. De esta forma, se supone, al operar todos los mercados bajo el libre movimiento de la oferta y la demanda, se garantizaría que los mismos se encuentren permanentemente en equilibrio.

Como consecuencia de este esquema teórico el liberalismo brega por un Estado que reduzca su intervención al mínimo indispensable, a fin de que el sistema funcione libremente, ajustándose a los designios del mercado. Por lo tanto, debe removerse todo control y regulación existente, así como promoverse la apertura económica y comercial irrestricta. De este modo, esta postura ideológica sostiene que, a partir de la libertad de elección de cada uno de los agentes, los mercados funcionarán de forma eficiente y permanecerán siempre en un equilibrio óptimo. Bajo esta perspectiva, las crisis económicas resultan hechos aislados y anecdóticos causados por factores externos que inhiben la autorregulación del sistema.

En efecto, esta síntesis tan bien ilustrada por la expresión “laissez faire, laissez passer” caracteriza a una doctrina que se opone a la injerencia gubernamental en asuntos económicos, asumiendo que esto garantizaría una asignación eficiente de recursos, a partir de la suma de las elecciones libres y óptimas de cada uno de los individuos que compongan la sociedad.

Más allá de lo ingenua que resulta esta perspectiva, que imagina un resultado eficiente a partir de la desregulación, descoordinación y la ausencia de toda planificación (cuestión inaudita en toda disciplina, menos en la economía), lo que parece contradictorio es que esa postura tan liberal en lo económico encuentre una contrapartida marcadamente conservadora en algunos otros aspectos sociales.

Sin embargo, esto que en primera instancia parece paradójico, no lo es en absoluto. Los sectores caracterizados como liberales no se interesan por la libertad del conjunto de los individuos. El liberalismo busca convalidar desde su discurso económico un sistema productivo que favorece a una pequeña minoría. Es decir, pugna por la libertad de cierta élite en tanto modo de perpetrar sus privilegios.

Haz lo que yo digo

Como señalara el economista alemán Friedrich List, el libre mercado lejos de ser una política conveniente para el desarrollo de una nación, es, por el contrario, la política económica que conviene a los sectores mejor acomodados tanto a nivel local como a nivel internacional para conservar el statu quo. 

En los hechos, el libre mercado jamás ha sido aplicado en los países avanzados, sino que este concepto ha sido difundido por las potencias globales para conservar las relaciones de poder vigentes. Pretendiendo que los otros países abran sus economías después de que ellos ya hubieran desarrollado lo suficiente la competitividad de su propia industria gracias a la implementación de políticas proteccionistas. List explica esta estrategia a través de la metáfora de la escalera: "Es una argucia muy común que, cuando alguien ha alcanzado la cumbre de la grandeza, retira la escalera por la que ha subido para privar a los demás de los medios para trepar tras él"

Al observar la historia de los países desarrollados, podemos verificar que cada uno de ellos atravesó diferentes fases y alcanzó el desarrollo delineando características únicas e irrepetibles. El desarrollo es una experiencia nacional plagada de contradicciones, conflictos y dificultades, en la que cada país debe seguir su propio recorrido a partir de su experiencia histórica y sus oportunidades. Sin embargo, la historia económica demuestra que no existe sociedad que se haya desarrollado a partir de los mandatos del libre mercado. Por el contrario, ha sido siempre la cooperación, la regulación estatal y la planificación económica lo que permitió a las actuales potencias globales desarrollarse a través de la inversión en educación, ciencia e innovación productiva.

Liberar la economía de una nación, no impulsa ningún proceso virtuoso, sino que, muy por el contrario, favorece a los mejor acomodados, perjudica a las mayorías y condena a los más débiles. Ya que, en un mercado desregulado, prima la ley de la selva, conformando un escenario en el cual, los poderosos se devoran a los más frágiles.

En lo que refiere a lo estrictamente social, los sectores políticos asociados al ideario del liberalismo económico persiguen el mismo objetivo: favorecer a esas mismas minorías aventajadas. Por eso suelen oponerse en este terreno a reformas de carácter liberal, como podrían ser la legalización de las drogas, la IVE, la ESI o la separación de la Iglesia del Estado.

Lo que los liberales proponen básicamente con el concepto de “laissez faire, laissez passer” es que todo siga igual. Una especie de “siga siga”, futbolístico, luego de que la falta flagrante se ha cometido. Es decir, estos sectores claramente favorecidos en las estructuras socioeconómicas vigentes, construidas a lo largo de siglos de explotación, colonialismo, invasiones y saqueos, simplemente bregan por la reproducción e intensificación del sistema.

En definitiva, los sectores asociados al liberalismo económico poco se interesan por la libertad de la sociedad en su conjunto. Son en esencia conservadores, ya que su objetivo es validar, reproducir, e intensificar las estructuras de poder vigentes. Por lo tanto, no debe sorprender su postura conservadora frente a las políticas sociales para la ampliación de libertades, ya que en lo estrictamente económico esto es también lo que los distingue.

* Economista UBA @caramelo_pablo