En su pelea con Mauricio Macri por la presidencia de Boca, Juan Román Riquelme representa mucho más que sí mismo. El ídolo mayor de los xeneizes ha trascendido largamente a su club y ha devenido en líder de un movimiento transversal, masivo y multitudinario que se opone a la conversión de los clubes de fútbol en sociedades anónimas deportivas. Riquelme está convencido (y muchos empiezan a estarlo junto a él) que si Macri vuelve a la Bombonera con Andrés Ibarra como presidente y delegado personal quedará abierta una ancha avenida para el ingreso de los capitales privados a las entidades futbolísticas. Y que Boca puede ser el primer gran paso para el cumplimiento de ese objetivo. Por eso da la pelea que da. 

La imponente marcha del domingo con más de 20 mil hinchas xeneizes caminando de Parque Lezama al viejo estadio de la Ribera y la incursión de Riquelme saltando y cantando en medio de la muchedumbre permitieron hacer dos comprobaciones: 1º) Lo que está en juego es bastante más que la presidencia de uno de los gigantes del fútbol argentino. En Boca se discuten cuestiones que van mucho más allá de quien será el próximo director técnico, la política de contrataciones y refuerzos o los resultados deportivos y 2º) Riquelme vuelve a apuntarle directo al corazón boquense. Sin palabras rebuscadas y envuelto en los colores azul y oro, Román le habla a la tribuna en su idioma acaso porque como sucediera en los años '60 y '70 con Alberto J. Armando, él se autopercibe como el hincha número uno. Con la ventaja de haber llegado a los escritorios luego de haber sido uno de los grandes protagonistas del ciclo más exitoso de la historia xeneize.

Pero detrás de Riquelme parecen estar no sólo millones de socios y hinchas de Boca. Su pulseada contra Macri y todo lo que Macri representa es también la de millones de socios e hinchas de otros clubes que parecen dispuestos a plantarse y a pelear con tal de que esos clubes sigan siendo de ellos y no de fondos de inversión o multimillonarios de dudosa procedencia. Si Riquelme aguanta y gana las elecciones que alguna vez deberían hacerse, les será más fácil a éllos resistir y defender sus instituciones del nuevo embate privatista que se ve venir. Si por el contrario, Román pierde o lo terminan corriendo de la cancha con malas artes como sería una intervención judicial, esos mismos socios e hinchas se sentirán más desprotegidos y expuestos a que cualquiera con un golpe de billetera se quede con esos clubes que desde principios del siglo veinte, forman parte del paisaje social, cultural y emocional del pueblo argentino.

Por eso, en este pleito Riquelme es más que Riquelme. Sin querer convertirlo en un héroe o en un superhombre, el momento que vive el país lo ha puesto a la cabeza de un movimiento que va mucho más allá de lo deportivo. Quedó dicho que su pelea con Macri es una pelea política. Y en esa pulseada de poder, Román no está solo. Lo bancan millones de hinchas. De Boca y de otros clubes que saben (o intuyen) que su lucha es también la de ellos.