WONKA 6 puntos
EE.UU./Reino Unido, 2023
Dirección: Paul King.
Guion: Simon Farnaby y Paul King.
Duración: 116 minutos.
Intérpretes: Timothée Chalamet, Olivia Colman, Hugh Grant, Sally Hawkins,
Paterson Joseph, Keegan-Michael Key.
Estreno en salas de cine.
Nadie está exento del fenómeno y a Willy Wonka le llegó la hora de la precuela. La célebre creación literaria de Roald Dahl ha tenido dos grandes adaptaciones a la pantalla y en ambos casos, el clásico de 1971 con Gene Wilder y la no menos popular versión de Tim Burton estrenada en 2005, el relato seguía relativamente de cerca los vericuetos chocolatosos del texto original. El nuevo largometraje de Paul King imagina los años de juventud del futuro magnate del cacao procesado, tiempos de anhelos en los cuales la intención de fabricar el mejor chocolate del mundo no es una realidad, apenas una quimera a perseguir. Para ello, el guion construye un universo deudor en parte de la imaginación del propio Dahl, pero sostenido además en varias piedras angulares de orden dickensiano, en particular en lo que refiere a la explotación de la mano de obra empobrecida. A pesar de ello, Wonka no llega a los niveles de oscuridad psicológica sugerida en los dos films previos, por la sencilla razón de que el protagonista es un joven idealista cuyo trauma de origen –aquí, la muerte de su madre– no parece aún haber hecho mella en su personalidad.
Timothée Chalamet, el nuevo Wonka, llega a la gran ciudad con la esperanza de ofrecer sus servicios en un local disponible para el alquiler, pero a poco de aterrizar en el lugar cae en la cuenta de que la libre competencia de los maestros chocolateros no es tal. De hecho, los tres fabricantes más poderosos sostienen en las sombras una suerte de cartel y de ninguna manera están dispuestos a soltar el control monopólico del dulce producto. Para colmo de males, el muchacho cae en las garras de una mujer inflada de maldad capitalista, la dueña de un hotel cuyos empleados son en realidad esclavos obligados a trabajar durante años hasta pagar exorbitantes deudas (Olivia Colman en plan villana de manual). El grupo de trabajadores explotados en el subsuelo se transforma velozmente en el grupo de ayuda de élite de Wonka, dispuesto a todo con tal de que los dulces lleguen al mercado, a los paladares de los potenciales clientes. Desde luego, las capas más satíricas de todo el asunto están envueltas en papel celofán colorido, y el público ideal para la película es definitivamente sub doce.
De clasicismo terso y narración transparente, Wonka ofrece los consabidos momentos musicales, entrelazados en un arco dramático tradicional, que ilustran los pasos del héroe en su derrotero que va de la ingenuidad al pragmatismo. Paul King no ofrece aquí la mezcla de candidez e ironía que hicieron de Paddington y su secuela dos de los mejores exponentes del cine infantil no animado de los últimos tiempos, pero al menos no cae en las garras del montaje hiperactivo o el abuso de la sobre digitalización. Mención aparte para el sacerdote corrupto interpretado por Rowan Atkinson (en el subsuelo de la iglesia se esconde el secreto de los villanos, protegido por un ejército de “chocoadictos”), el magnate que sufre arcadas cada vez que se pronuncia la palabra “pobre” y el Oompa-Loompa encarnado por un Hugh Grant empequeñecido y con peluquín verde a tono. El gran triunfo, de todas formas, es del diseño de producción, aunque el exceso de caramelo visual provoca en algún que otro pasaje algo parecido al empalago.