Javier Milei inicia este domingo el período de cuatro años como Presidente de la Nación inaugurando a la vez otra oscilación hacia uno de los extremos del péndulo argentino.

En un lapso muy corto en términos históricos de 50 años, el permanente vaivén de la hegemonía política con su correspondiente régimen económico resulta muy desgastante para unos y otros. Los costos de esta indefinición y, por lo tanto, de la inestabilidad económica son muy elevados para definir un determinado sendero de desarrollo.

Ahora le toca el turno a una estrategia global de neoliberalismo con la particularidad de que se presenta con débil base política electoral, aunque con el respaldo primario de gran parte del poder económico y mediático.

Con los lineamientos expuestos hasta el momento, el gobierno de Milei confirma otro cambio brusco de la política económica, alteración que ratifica una dinámica muy frecuente de la historia local.

A lo largo de las últimas décadas ha habido diferentes equipos económicos que se fueron sucediendo en el poder, y en esta ocasión se produce el desembarco de la casta de financistas con el antecedente reciente de haber sido protagonista del fracaso de la gestión Macri.

El cambio que se avecina expresa la oscilación pendular entre dos corrientes enfrentadas del pensamiento económico, y también de la representación política.

El péndulo argentino: ¿hasta cuándo?

Así tituló Marcelo Diamand el ensayo económico a fines de 1983 y la vigencia que tiene cada observación del texto es impactante, con una actualidad que pareciera que hubiera sido redactado hoy para comprender la presente situación económica y política.

En las primeras dos carillas dice lo siguiente:

* “Las últimas décadas en la Argentina se han caracterizado por cambios muy bruscos y muy frecuentes de la política económica que muestran una oscilación pendular entre dos corrientes antagónicas: la corriente expansionista o popular y la ortodoxia o el liberalismo económico”.

* "La corriente popular refleja las aspiraciones de las grandes masas de la población. Sus ideas en materia económica reconocen la influencia del modelo keynesiano y del nacionalismo económico. Sus principales objetivos son la distribución progresiva del ingreso y el pleno empleo".

* "Se recurre al manejo de los grandes instrumentos -fundamentalmente del tipo de cambio y de las tarifas de los servicios públicos- en función del objetivo prioritario de evitar que aumente el costo de vida. El segundo objetivo se logra asegurando un alto nivel de demanda".

* "Las etapas expansionistas suelen comenzar con el aumento de los salarios reales, el crédito barato, el incremento de la actividad económica y una euforia en el sector industrial y comercial. Sin embargo, en la mayoría de las veces esta etapa no dura mucho".

* "El déficit fiscal crece, la balanza comercial se desequilibra, aparece el desborde sindical, surge el desabastecimiento y se acelera la inflación. El proceso culmina en el agotamiento de reservas en el Banco Central y en una crisis de balanza de pagos".

* "La expansión se detiene y sobreviene una situación económica caótica. A medida que pasa el tiempo aumenta la oposición de los estratos influyentes de la sociedad y, finalmente, sobreviene la caída del equipo económico del gobierno".

* "Aunque la corriente popular admite algunos errores y excesos, tiende a minimizar su importancia, y como justificación principal de su fracaso alega la insuficiencia del poder popular para manejar los resortes clave de la economía y la resistencia de poderosos grupos económicos".

* "La caída de la corriente popular provoca siempre un brusco vuelco hacia la ortodoxia económica basada en la teoría neoclásica de la economía".

* "Por estar identificada con lo ‘serio’ en la economía, la ortodoxia resulta afín al pensamiento de lo que puede considerarse como la ‘opinión ilustrada’ nacional e internacional, incluida la de las instituciones financieras internacionales y de los principales medios de difusión".

* "Es así que las políticas ortodoxas reflejan el pensar y el sentir del sector agropecuario, del financiero, del exportador tradicional y, algo paradójico, de gran parte del industrial".

* "El acento se ve puesto sobre el orden, la disciplina, la eficiencia, el equilibrio del presupuesto, el ahorro, la confianza y la atracción de los capitales del exterior y las virtudes del sacrificio popular".

* "En general, la respuesta de los ortodoxos frente al problema son paquetes de medidas que involucran una brusca devaluación, un aumento de los ingresos agropecuarios, una caída de salarios, restricción monetaria, recesión y un deliberado esfuerzo de atracción de capitales extranjeros".

* "De acuerdo a las afirmaciones de la ortodoxia, la recesión y la caída de los salarios reales no serían más que perjuicios momentáneos que corresponden a un período inevitable de sacrificio, necesario para ordenar y sanear la economía".

* "Gracias a tal sacrificio, se crearían las bases para el despegue y el crecimiento en beneficio del conjunto de la población".

* "Hasta ahora este despegue nunca se concretó. Puede haber ciertos éxitos al comienzo. La inflación, que siempre aumenta inicialmente a raíz de la devaluación, más adelante suele disminuir, los capitales financieros fluyen del exterior y los salarios reales en parte se recuperan".

* "Pero en algún momento del proceso sobreviene una crisis de confianza. El flujo de capitales se invierte. Los préstamos que habían ingresado comienzan a huir. Se produce una fuerte presión sobre las reservas de divisas, una crisis en el mercado cambiario y una brusca devaluación".

* "Caen los salarios reales, disminuye la demanda, la tasa de inflación otra vez aumenta vertiginosamente y se vuelve a caer en recesión, más profunda aún que la anterior".

* "La reacción de la ortodoxia frente a su falta de éxito ha sido siempre similar a la de la corriente popular. Aunque admite errores, atribuye siempre su fracaso a la insuficiencia del poder político para efectuar el saneamiento necesario en la administración pública para eliminar las empresas ineficientes y para mantener los salarios deprimidos por un tiempo suficiente como para que se genere un proceso autosostenido de crecimiento".

La insoportable levedad de una historia repetida

Esta última descripción de Diamand sirve para proyectar el saldo que arrojará el ciclo político que comienza este 10 de diciembre. El desenlace de este proceso no es una especulación política, un pronóstico económico del estilo de los consultores de la city o el deseo de "argentinos del mal", sino que resulta del aprendizaje de la historia y de las propias definiciones entregadas por el equipo económico que acompaña al Presidente que hoy lucirá la banda presidencial.

El plan de Milei violenta la promesa electoral de ajustar a "la casta política", para hacer recaer toda la carga del ajuste en los sectores populares, incluyendo a las clases medias. Aplicará el tradicional ajuste regresivo acompañado del sueño húmedo del poder económico: reconfigurar el funcionamiento de la sociedad como si nada hubiera sucedido en Argentina y el mundo en los últimos cien años.

Las elites hoy tienen como representante político a Milei y resisten el proceso de no retorno gatillado con la industrialización sustitutiva de importaciones y la consiguiente irrupción de una clase trabajadora con derechos laborales y económicos. La estructura productiva y social compleja que irrumpió en esa etapa histórica marca la excepcionalidad argentina respecto a otras experiencias latinoamericanas. Esto es algo que no puede digerir cada uno de los principales miembros del poder económico, lo que los hace apostar una y otra vez a proyectos políticos conservadores que culminan en fracasos, aunque estos fiascos no los han afectado para nada en la expansión de sus respectivos negocios.

El gobierno de Milei viene con la misión de conseguir lo imposible con la promesa de que en esta oportunidad lo logrará, hasta que la decepción aparecerá en el estado de ánimo social para dar lugar a una nueva oscilación del péndulo hacia el extremo opuesto.

El costo de estos movimientos pendulares es inmenso en diferentes frentes, con la acentuación del deterioro del bienestar generando a la par de una mayor concentración del capital.

El desafío no menor es detener el péndulo en el medio y terminar con estos ciclos tan dañinos para el desarrollo del país.

La revancha clasista reload

El péndulo argentino está indefectiblemente acompañado en uno de sus extremos con el persistente espíritu de revancha clasista. En este ciclo político que comienza la chance de detener el péndulo se vuelve entonces una quimera.

Primero la dictadura militar, luego el menemismo, después el macrismo y el que se adelanta del gobierno de Milei son proyectos políticos que pretendieron y siguen pretendiendo modificar el régimen social de acumulación desarticulando la industrialización basada en la sustitución de importaciones.

La revancha clasista tiene el propósito de disciplinar a los sectores populares, estableciendo en cada una de las etapas en que se fue aplicando un nuevo techo, significativamente más reducido, en la participación de los trabajadores en el ingreso a través de una espectacular reducción del salario real, la desocupación y la restricción de las conquistas sociales obtenidas por las luchas populares a lo largo de décadas.

La revancha clasista tiene también la configuración de odio mediático y social, violencia política en los medios y en las redes sociales, la estigmatización de diferentes colectivos con la letra K y la obscena persecución judicial y mediática a Cristina Fernández de Kirchner, que tuvo su escala máxima en el atentando a su vida.

Estos son los principales elementos que expresan esta etapa de revancha clasista, que tiene el mismo objetivo que las anteriores: disciplinar a los sectores populares.

El deseo manifiesto de las elites es borrar las expresiones del movimiento popular por lo que él representa en términos de ampliación de derechos sociales, laborales y económicos, como así también de la capacidad de los trabajadores de disputar cómo se reparte el ingreso.

¿Existe la posibilidad de un acuerdo político para frenar el péndulo?

Definir un pacto político básico sería la condición necesaria para avanzar en uno económico y social. Así lo hicieron en 1971, durante la dictadura del general Lanusse, Juan Domingo Perón, Ricardo Balbín, Oscar Alende y Horacio Sueldo. A esta altura no es la cuestión económica, sino que lo relevante es el pacto político y luego, sobre esas bases, avanzar en el acuerdo, la convergencia, la coincidencia, con los sectores socioeconómicos.

Desde la recuperación de la democracia, en 1983, la fuerza política triunfadora en la elección presidencial eludió el pacto social. Milei directamente no lo tiene incorporado en la concepción extrema acerca del funcionamiento de la economía real, y mucho menos con la gaseosa consigna de "la casta política".

El sendero elegido es consolidar una hegemonía sin la búsqueda de esa convergencia que permitiría ordenar el conflicto económico y social de corto plazo.

Conocido el resultado de estas experiencias políticas, en términos de estabilidad económica de largo plazo, queda en evidencia que ha sido poco efectiva la estrategia de no administrar los intereses corporativos junto a cada uno de los protagonistas de la puja distributiva.

La grieta y el empate hegemónico

No es tarea menor convivir con el péndulo político y económico. A lo que ya se presenta como una misión muy difícil, se le interpone un paso previo: neutralizar la grieta tóxica alimentada en estos últimos años.

La derecha y la ultraderecha y su red de medios la han promovido como categoría político-cultural. Se han dedicado a profundizarla con elevados niveles de agresión discursiva, represión social y persecución a políticos y medios de comunicación.

La revisión de la historia argentina permite saber que la grieta básica se encuentra en la disputa acerca de qué tipo de proyecto se impone. Uno pretende un país proveedor de materias primas, que implica una integración pasiva a la división internacional de trabajo y, por lo tanto, de sumisión a la potencia occidental dominante; antes fue el Reino Unido y ahora es Estados Unidos.

El otro aspira a un país industrial, integrado socialmente e independiente de las potencias para fortalecer el desarrollo nacional. Esta es la grieta básica que atraviesa la historia argentina. Como no ha tenido un cierre y no hay perspectivas de lograr una síntesis superadora, se mantiene el empate hegemónico, en definición del sociólogo Juan Carlos Portantiero.

Las tensiones seguirán entonces latentes provocando otras crisis y la reiteración hasta el hastío de movimientos pendulares en el manejo económico y en la representación política.