Ayer, en la plaza de San Pedro, en la jornada en que en nuestro país se celebraba el “día de la madre”, el papa Francisco saludó a un grupo de mujeres que portaban pañuelos blancos en sus cabezas para recordar los 40 años de las Madres de Plaza de Mayo. Como lo adelantó PáginaI12, el gesto había sido acordado entre Hebe de Bonafini y el propio Bergoglio, y por eso las representantes de la Madres fueron ubicadas en un lugar especial en el marco de la ceremonia de canonización del beato brasileño Mateus Moreira y sus compañeros mártires, asesinados en 1645 por soldados holandeses en el nordeste de Brasil. Ayer también, el Grupo de Curas en la Opción (COPP) por los Pobres, emitió un nuevo comunicado denunciando “una acción ilegal y arbitraria” contra la dirigente social jujeña Milagro Sala, “virtualmente secuestrada y llevada al penal del Alto Comedero” (ver página 5). Y ayer, en una capilla del municipio de Tigre, la Asociación Madres de Plaza de Mayo entregó su pañuelo, el símbolo de sus luchas, a los Curas en la Opción por los Pobres en reconocimiento por su labor.

De otra parte, hasta el presente no hay pronunciamiento que se conozca de la jerarquía de la Iglesia Católica ni sobre la situación de Milagro Sala, sobre la que ya se manifestó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ni sobre la desaparición forzada de Santiago Maldonado, hecho ocurrido el pasado 1 de agosto y que también ha merecido un llamado de atención del organismo internacional. 

En su declaración los COPP señalan que “como pastores, nos seguimos preguntando por el inexplicable silencio cómplice de la Conferencia Episcopal y del Obispo de Jujuy”, sobre estos acontecimientos.

En ninguna de estas situaciones hay hechos casuales, sino que todos ellos son el resultado de tomas de posición y de construcciones colectivas de diferentes actores frente a la realidad que vive la Argentina. El gesto de Francisco enviando especialmente a un colaborador que condujo a las Madres hasta un lugar de preferencia al que poco después se acercó el Papa personalmente, fue previamente concertado entre Bergoglio y Hebe de Bonafini. Ambos construyeron simbólicamente un acontecimiento político de reconocimiento y de respaldo a la lucha de estas mujeres. Un gesto que trasciende las fronteras argentinas y cuyos ecos se multiplican por el mundo por la sola presencia de Francisco.

Tampoco es casual ni sorpresivo que los COPP denuncien que “lo que busca esta resolución ilegal del (juez) Pullen Llermanos instigado por el Gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, es lisa y llanamente deteriorar y quebrar la vida de Milagro Sala hasta matarla”. Los Curas se pronunciaron en reiteradas oportunidades sobre los atropellos contra la dirigente social jujeña y lo hicieron desde el mismo día de su primera detención. Igual actitud han tenido en relación a la desaparición forzada de Santiago Maldonado.

De manera directa los sacerdotes católicos que trabajan en medios pobres dicen que “responsabilizamos al presidente Mauricio Macri que deberá responder por el Estado Nacional ante los organismos internacionales del no cumplimiento de lo resuelto en la medida cautelar de la CIDH”. Y agregan que “también es responsable por la vida y la integridad de Milagro Sala, junto al Gobernador Morales y el Juez Pullén Llermanos, el ministro de Justicia Germán Garavano y la Corte Suprema de Justicia que demora inexplicablemente expedirse sobre el tema teniendo posibilidades de resolver esta cadena de ilegalidades”.

Nada de lo relatado ocurre por azar. Ni las declaraciones, ni los gestos, ni las coincidencias. Y así como, más allá de las diferencias ideológicas indisimulables, las Madres, el Papa y los Curas coinciden en gestos en favor de la vida y de los derechos humanos y en el reconocimiento de trayectorias que así lo ponen en evidencia, los silencios o las omisiones del Gobierno, de los jueces de la Corte Suprema y de los obispos católicos a través de la Conferencia Episcopal, también expresan si no acuerdos, por lo menos omisiones cómplices frente a graves situaciones en las que están en juego los derechos humanos y la vida de personas.