“¡A parir soldados!” es el llamamiento de la cruzada natalista del presidente Vladimir Putin, que tiene por estos días al acceso al aborto legal como principal enemigo. Hace décadas que ese país atraviesa una crisis demográfica, que se agravó por consecuencia del coronavirus y por las pérdidas en el frente en Ucrania. Y en consonancia con la doctrina cada vez más conservadora por parte del Kremlin, una multitud de regiones rusas comenzaron a restringir el derecho al aborto en clínicas públicas y privadas. También se volvió más difícil conseguir anticonceptivos de emergencia.

Desde hace años Rusia despliega una política de incentivos económicos para quienes optan por llevar adelante un embarazo. Esta postura cobró un nuevo significado desde la guerra, cuando aumentar la natalidad pasó a ser "una cuestión de supervivencia nacional".

Homofobia y misoginia a la rusa

Son conocidas las constantes referencias del presidente Vladimir Putin a “recuperar los valores familiares tradicionales”. También lo son las medidas que en estos años la Asamblea Federal ha ido tomando contra la comunidad LGBTQ, por ejemplo, leyes que criminalizan las cirugías de reasignación en el caso de las personas trans y la que prohíbe “propaganda gay”. Estas últimas sanciona “promocionar” cualquier tipo de vínculo no heterosexual en la vía pública, los medios de comunicación, el arte. En este marco fue que el conservadurismo oficial adoptó como nuevo blanco a los derechos reproductivos.

La interrupción del embarazo es un procedimiento legal y accesible en el sistema de salud ruso, pero en los últimos meses, una avalancha de nuevas normativas intenta limitar el acceso a este. En agosto y noviembre, dos regiones rusas –Mordovia y Tver– aprobaron legislaciones que castigaban a cualquiera que “obligara” a las mujeres a abortar. En octubre, fue aprobada una ley que restringe el acceso a medicamentos abortivos, medidas que también podrían afectar la venta de algunos anticonceptivos.

Mientras tanto, todas las clínicas de salud privadas en la Crimea, región ocupada por Rusia, anunciaron que ya no realizarán abortos bajo ninguna circunstancia. Konstantin Skorupsky, Ministro de Salud de Crimea, instó a los directores de clínicas privadas a dejar de "proporcionar" la interrupción legal del embarazo. Les pidió comprometerse con una misión patriótica: “hacer su parte para mejorar la situación demográfica” en la península ocupada.

Otras clínicas privadas en Rusia también han limitado la prestación de ese servicio. Mientras, se presiona a las personas con capacidad de gestar para que acudan al sistema público, donde los tiempos de espera son largos. De este modo se especula con que pierdan la oportunidad de hacerlo pasadas las doce semanas contempladas legalmente. Además, el personal pone énfasis en convencer a las pacientes para que continúen con sus embarazos. Es la bajada de línea oficial.

Genealogía del aborto legal

Si bien la Rusia bolchevique fue el primer país del mundo en despenalizar el aborto en 1920, el Kremlin ahora se acerca poco a poco a la línea antiaborto de la Iglesia ortodoxa.

Tras la toma de poder por los bolcheviques, en 1920 la República Soviética Rusa bajo Lenin se convirtió en el primer país del mundo en la era moderna en permitir el aborto en todas las circunstancias, pero a lo largo del siglo XX, la legalidad del aborto cambió más de una vez. Entre 1936 y 1955 se prohibió sin excepciones, pero a partir de entonces volvió a legalizarse.

Para el activismo feminista de ese país, las presiones que por estos meses se intensificaron no son una sorpresa. La ventana legal para acceder a un aborto se ha ido reduciendo lentamente desde la década de 1990, cuando las mujeres podían interrumpir sus embarazos sin condiciones hasta las 12 semanas o hasta las 22 semanas por una amplia gama de “razones sociales”, como el divorcio, el desempleo o la falta de ingresos.

La lista de motivos se ha ido reduciendo gradualmente bajo el liderazgo de Putin y desde 2012 la única causal contemplada es la violación.

En 2009, Rusia reportó de 1,2 millones de abortos, sobre una población de 143 millones de personas. Para 2020 el número de abortos anuales ya se había reducido drásticamente -450.000- debido a las políticas para obstaculizarlo.

Mortalidad masculina y crisis demográfica

Las autoridades dicen que su objetivo es mejorar la demografía de Rusia, catastrófica desde el fin de la época soviética, a pesar de la evidencia de que restringir el aborto no aumenta las tasas de natalidad y pone a las mujeres en riesgo.

Y aunque el derecho al aborto hasta ahora nunca fue directamente cuestionado, cada vez se elevan más voces a favor de su restricción, en especial desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022.

"Cuando un país está en guerra, esto se acompaña por lo general con este tipo de medidas", afirma a la AFP Leda Garina, una militante feminista rusa que vive en el exilio en Georgia. La medida, dice, envía un claro mensaje a las mujeres rusas: "Quédense en casa y den a luz a más soldados".

Putin se erige en apóstol de las familias numerosas en nombre de los "valores tradicionales" y patrióticos, mezclando moral y problemas demográficos para justificar su posición. Y presenta a Rusia como el contrapeso a un Occidente decadente: feminista y amistoso con la comunidad LGTB.

Aunque esta semana aseguró estar en contra de prohibir el aborto, Putin insistió en que la interrupción del embarazo iba en contra de los intereses del país. El presidente de 71 años declaró que quería que las mujeres "preserven la vida del bebé" con el fin de "resolver el problema demográfico". Putin, que se presenta a un nuevo mandato en marzo de 2024, ha convertido además la defensa de los valores familiares conservadores en un eje mayor de su política.

Incentivos económicos

En las clínicas públicas, ya hay espacios de consulta con el fin de a disuadir a las mujeres de abortar, pero el Ministerio de Salud recomienda una estrategia más contundente. Según la demógrafa rusa Viktoria Sakevich, los hospitales deben ahora "detener, presionar, asustar" a las mujeres. En algunas regiones, existen recompensas financieras para los médicos que consiguen convencer de no abortar a una paciente.

La mayoría de las mujeres que aborta en Rusia son ya madres con dificultades financieras, y Sakievich teme que una política represiva haga emerger un peligroso mercado negro de píldoras abortivas, incluso, con el tiempo, intervenciones quirúrgicas clandestinas. No obstante, esta política restrictiva no convence a todos en el entorno de Putin.

Valentina Matvienko, presidenta de la cámara alta del Parlamento, advirtió que la prohibición del aborto tendría "consecuencias trágicas". Para la politóloga Ekaterina Schulmann, las autoridades rusas se equivocan al orientar su cruzada natalista hacia las mujeres. "Deberían luchar contra la mortalidad precoz de los hombres, principal causa de la disminución de la población, en vez de intentar incitar a las mujeres a tener más hijos", aseguró. Un tema tabú en un momento en el que el Kremlin envía cientos de miles de soldados al frente de batalla.