Un nene con camiseta de Boca se suelta de la mano de su papá, corre unos metros hacia adelante y con su cuerpo erguido, hace el gesto del Topo Gigio. La gente que camina a su alrededor lo festeja y unifica un cántico: "aunque Macri no quiera, vamos a votar, todos juntos de la mano de Román". Sobre la calle Brandsen hay puestos de choripán, venta ambulante de bebidas y camisetas azules y amarillas. Esa es la postal en los alrededores de este barrio porteño que asombra por sus casas pintadas de varios colores. No es día de partido, el motivo de la congregación es por las elecciones presidenciales del club, algo que tendría que haber ocurrido el 2 de diciembre y se postergó por una medida de la jueza Alejandra Abrevaya

Entre idas y vueltas judiciales, el acto electoral se concretó este domingo, donde no sólo el Xeneixe decidió su futuro dirigencial, sino también San Lorenzo, Tigre, Colón, Deportivo Morón y Nueva Chicago. Pero la atención del país se concentró en el minuto a minuto de lo que pasó en La Boca por todo lo que estaba en juego. Para muchos –propios y ajenos – la soberanía y la identidad. Por un lado, Juan Román Riquelme –“el último bastión de la resistencia popular”– y la continuidad de un proyecto que mantenga a los socios como prioridad, por encima de los negocios y las conveniencias comerciales. Del otro, Andrés Ibarra y la digitación de Mauricio Macri para encabezar la puesta en marcha de las sociedades anónimas, entre otras cosas.

Por eso los hinchas fueron a votar y no los detuvo el fuerte temporal que azotó a Buenos Aires. No importaron calles anegadas ni árboles caídos, ni tampoco la lluvia que hubo durante gran parte del día. Cerca de 45 mil socios y socias arribaron a La Bombonera para emitir su decisión en las urnas. Entre los presentes, estuvieron, por ejemplo, el actual presidente de la nación Javier Milei, a quien repudiaron e insultaron y tuvo que irse rápido. "Nos estás matando de hambre", fue una de las primeras reacciones. Ángel Rojas, referente histórico de Boca, fue otro de los que concurrió. "A Riquelme lo amo, para mí gana, si no no estaría acá", declaró. Y Claudia Villafañe, junto a Dalma y Giannina Maradona, también hicieron lo propio.

"Siempre Román, nunca Macri", había posteado Giannina en sus stories de Instagram, donde después sumó una foto de su papá y un texto que decía (sic): "Pues claro q tengo memoria, MUCHA. Soy hija y me dolieron muchas cosas que pasaron, pero también soy hincha de BOCA desde q nací xq el me transmitió su amor incondicional por estos colores y como tengo libertad de elegir y la posibilidad de ir a votar antes que al cartonero lo prefiero a Román”.

Rolando Schiavi y Martín Palermo, llegaron acompañados por un grupo nutrido de hinchas que demostró afecto y agradecimiento. Para con el histórico 9, las muestras fueron más explicitas, aunque se encontraron con cánticos que dejaron en claro la postura política de la comunidad "bostera". "El club es de los socios", dijeron a viva voz ante la sonrisa incomoda de los ídolos, que se pasearon por las inmediaciones de La Bombonera en representación de la formula Ibarra–Macri. "Te das cuenta la diferencia entre uno y otro", dice a Página 12, un hincha enojado. "Usan a los ídolos, los ponen en contra del hincha. A Román no se le ocurriría hacer una cosa así".

Desde las 9 de la mañana, horario en que empezó la elección, hasta las 6 de la tarde, el flujo de hinchas que llegó al estadio no mermó. Frente a las cámaras de televisión que estaban en los ingresos, el "Boca, Boca" se decía con los dientes apretados, como dispuestos a darlo todo por su club. En los momentos donde el clima demostraba los porqués del alerta amarilla y naranja, la canción que musicalizaba la escena, recordaba que "esta lluvia de mierda no quiere parar, es Mauricio que no para de llorar".

Una vez concretado el voto, los hinchas permanecieron en las afueras del estadio. Los bares y bodegones cercanos con la música y la televisión encendida recibieron a esos "bosteros", que repetían en sus fotos y selfies el gesto del Topo Gigio. Nadie quería regresar a sus casas, todo era una gran previa y la expectativa estaba latente por el porcentaje de las urnas. La rabia contenida después de dos semanas de incertidumbre, en las que no se sabía si definitivamente los socios y socias iban a poder elegir presidente, había encontrado su destino electoral. Antes todo era "intervención" para las voces de la opinión pública y el fútbol envuelto en la incógnita de un rumbo a la deriva del poder.

La gente quiso permanecer en la calle, el lugar donde Riquelme se había manifestado junto a los hinchas, algunas semanas atrás. Estar presente en el terreno donde se legitima el poder popular, ese que "el último 10" se ganó a fuerza de cariño. "Riquelme presidente", fue el rayo sonoro que impactó sobre el asfalto de La Boca. Una y otra vez. "Fuerza Román", dicen algunos grafitis de las paredes, al lado de afiches que vaticinan que "Diego vive". Sin dudas, el ex futbolista, al que muchos le hubiese gustado que siga comiendo asados en Don Torcuato, gestó una trinchera. Se mostró resistente con el apoyo de la gente. Siguió los consejos de "La María" –su mamá– y "no aflojó". Sostuvo el lema que escuchó desde chico: "a la vida venimos para algo".