Fumaba y fumaba, María, mientras escribía. O hablaba. O pensaba. O leía. O charlaba. Y eso se disfruta, claro. Pero también se paga caro. A la larga o a la corta, se paga. Por suerte, en su caso no fue tan a la corta, porque 75 años bien vividos le alcanzaron para dejar huellas imborrables en el imaginario cultural, social y político argentino a través de una muy profusa actividad repartida entre libros, notas periodísticas y películas, antes que ese maldito cáncer mediastino –probablemente causa de ese fumar incansable- que le detectaron hace poco, se la llevara para otros mundos. "La quimio la dejaba muy mal físicamente, a tal punto que la última decidieron no hacérsela y reemplazarla por rayos, pero hace pocos días le hicieron nuevos estudios y le detectaron metástasis, y le comunicaron que lo mejor era hacer cuidados paliativos, porque ya no había nada que hacer", dijo Vicente Muleiro, otro de su estirpe, junto a quien no solo dirigió Radio Nacional durante seis años (2009-2015), sino que también produjo el libro Historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla, quince años después de haber metido su primer gran “hit”: La noche de los lápices.

Ese que llegó justo a tiempo, ni bien se pudo, y avispó a buena parte de la población, que aún no había tomado conciencia cabal de las atrocidades de la dictadura cívico-militar. Andaba entonces ella por los 38 años, venía de abandonar la carrera de economía en la Universidad de Buenos Aires, exiliarse en México por motivos políticos, y –vuelta de allí- empezar a recorrer redacciones como la de Qué, cuando su seductora, clara y concreta pluma, por la forma llana y profunda a la vez en que se deslizaba, quedaba a merced de algún director de cine. De hecho fue lo que pasó rápidamente con La noche de los lápices, película que pasó al celuloide la historia de los secuestros y asesinatos de estudiantes secundarios durante la noche del 16 de setiembre de 1976, que Pablo Díaz –uno de los sobrevivientes- había denunciado en 1985, en el marco del Juicio a las Juntas.

La conexión de María con el cine tuvo su parto allí mismo, cuando Héctor Olivera, rápido de reflejos y a tono con la era, transcribió el libro a cine, mediante esa película que no solo fue éxito en cines, sino herramienta pedagógica para el conocimiento de la historia reciente, en miles y miles de escuelas primarias y secundarias.

Envalentonada, Seoane comenzó así una incansable labor como escritora que tuvo su segundo capítulo en Menem 1989-1990: la patria sociedad anónima, coescrito con Oscar Martínez. Tras él -que no tuvo demasiada repercusión- devinieron tres que sí: Todo o Nada (La historia secreta y la historia publica del jefe guerrillero Mario Roberto Santucho), la biografía de Santucho mejor investigada y escrita que se pueda hallar, y que tendría su correlato por vínculo temático años después en El enigma Perrotta: de hijo del poder a informante del ERP, la historia secreta del dueño de El Cronista Comercial, desaparecido por la dictadura militar, trabajo en que la pluma de la escritora se puso a disposición del itinerario político del paradójico Perrotta.

Antes de este, pero después de aquel, Seoane concibió otro de sus hits: El burgués maldito, voluminosa biografía sobre José Ber Gelbard -arquetipo del burgués nacional- que determinó su segunda incursión en el cine, a través de un documental dirigido por ella –y Carlos Castro- en 2006. Experiencia como directora de cine que repitió cinco años después, mediante la película de animación Eva de la Argentina.

Habían pasado tres años entonces, de su quinto libro histórico-periodístico-político, El saqueo de la Argentina, polaroid ultradocumentada de los efectos que produce el neoliberalismo en la Argentina cada vez que se instala en el poder. Luego llegaron Argentina, el siglo del progreso y la oscuridad -un intento por comprender tragedias y logros de esta rara y cíclica Argentina-; otro motivado por el mismo motor, aunque más extendido en el tiempo (Nosotros: Apuntes sobre pasiones, razones y trampas de los argentinos entre dos siglos), y Buenos Aires, historia de una ciudad, en sociedad con Mario Rapoport.

Desde una perspectiva de género más acendrada, más acorde a los tiempos, María se metió entre las sábanas de argentinos y argentinas para dar con Amor en la Argentina, una especie de “historia social” del sexo y el amor en la Argentina del siglo XX, que abrió el abanico de inquietudes hacia tópicos poco transitados. Desde otro costal, pero no tanto, edificó el sentido de Bravas: Alicia Eguren de Cooke y Susana Piri Lugones, dos mujeres para un pasión Argentina, y Evita, esa mujer, publicado originalmente en 2007 como el Cuaderno Número 5 de Caras y Caretas, y luego como libro, en trabajo conjunto con Víctor Santa María. 

“Eva es, sin duda, la mujer argentina más destacada, más amada y más discutida del siglo XX. Y una de las más en la historia, junto a Macacha Güemes, Encarnación Ezcurra y Juana Azurduy, todas con perfiles vinculados a momentos esenciales en la construcción colectiva de la sociedad”, dijo entonces la periodista y escritora a este medio. “El libro está estructurado en base a contar la historia de Eva Perón como una gran historia de amor entre ella y Juan Perón. Pero también entre ella y los trabajadores, las mujeres, los niños, y los ancianos. Se trata de una Eva que, en ese desarrollo del amor, construye el basamento afectivo del Estado de Bienestar, porque el amor no está separado de los derechos. Es una historia de amor, en suma, pero también una historia de odio, porque quienes la amaron, lo hicieron incondicionalmente, y quienes la odiaron, también lo hicieron incondicionalmente”.

Como Eva nunca se completa en todo su esplendor sin Juan Perón, la escritora también hurgó –esta vez junto a la periodista Gisela Marziotta- en los entresijos vivenciales y políticos del General, a través de Juan Perón, ese hombre, definido como un “libro amoroso” por ambas autoras. “Hay una presencia impresionante de la mujer en la vida de Perón, porque está criado en un matriarcado. Y Eva ¿no? Eva, a la que defiende, rompiendo con las pautas morales del momento. Por amor a Eva, Perón enfrenta a los militares, y todos sus prejuicios. La defiende y se van a vivir juntos. Eso no es de machirulo, más bien todo lo contrario”, dijo la escritora en entrevista con Página/12, con la edición del libro aún fresca. 

“Perón fue un criollo que, por serlo, podía entender la magnitud, la complejidad de lo nacional. Sin duda era un militar y un dirigente al que no le llamaban la atención los cabecitas negras, y veía con naturalidad la incorporación de las masas al poder. Esto es el peronismo: la irrupción de las masas y el Estado de bienestar contra las dádivas de la oligarquía. Además, a Perón lo nacional no le viene del Ejército, le viene de la convivencia con sectores populares, por eso elige la Secretaría de Trabajo y Previsión cuando el GOU llega al gobierno… es el lugar desde el que vas a dotar de derechos al otro. No es casual que lo primero que hace es el Estatuto del Peón, porque es una manera de retribuir derechos a quienes eran como aquellos peones con los que, además de tomar mate, convivía en su infancia durante las faenas, las durezas y las soledades del campo”.

Un giro mágico y misterioso ocurrió tiempo después en su obra librera cuando, esta vez junto a Víctor Hugo Morales, concibió –también para Editorial Octubre- Momentos, una obra dedicada a Astor Pantaleón Piazzolla, a propósito del centenario del nacimiento del maestro marplatense. Sobre él también se expidió, claro. “La primera vez que vi a tocar a Piazzolla fue antes de volver del exilio en México, en 1983. Recuerdo lo que fue esa tribuna del Auditorio del Palacio de Bellas Artes del Distrito Federal cuando tocó 'Adiós Nonino', y hoy, no sé por qué, hago una especie de círculo que va desde ese momento, en el que estábamos por recuperar la democracia, a este, en el que estamos en este salón, que es la casa de la democracia y que debemos defender porque hoy, perdón, la siento bajo asedio”, dijo la escritora durante el emotivo acto de presentación del libro, en el Salón Azul del Congreso Nacional, en agosto de 2022.

Además de su muy prolífica labor como escritora y avezada investigadora, María tuvo por supuesto otros quehaceres. Uno de los más importantes fue el ya citado rol como directora de Radio Nacional, entre 2009 y 2015. "Mi idea es hacer periodismo de la mejor calidad, en una radio cada vez más pluralista y federal y con el código de ética en la mano", esbozó al asumir otra forma de ejercer el periodismo, que se abrazó en cierto sentido con un paso –posterior- como integrante del espacio Comunicadores de la Argentina (COMUNA), desde donde luchó duro y parejo por la Ley de Medios-, y por supuesto como directora de Contenidos Editoriales del Centro Cultural Caras y Caretas. Frutos de un sendero que había caminado como redactora de varios diarios y revistas, tras sus principios en Qué. Entre ellos y ellas, El periodista de Buenos Aires, Sur, Noticias y el suplemento Zona de Clarín. Ejerció además la docencia en el Máster de Periodismo de la cátedra de Investigación Periodística de la Universidad de San Andrés.

Cuarenta años de labor incansable la hicieron al cabo, y merecidamente, acreedora de varios reconocimientos. Al primero, cuando en 1991 la crítica argentina eligió La noche de los lápices como libro del año, le sucedieron el diploma al mérito en la categoría Biografías y Memorias del Konex (1994); el premio Rey de España 1998, por su investigación sobre el golpe militar de 1976; y el premio a la trayectoria como Mujer Destacada (2003), entre otros, hasta que en 2018 fue declarada Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.

Fue en aquella oportunidad -en plena macrisis- cuando María del Carmen embistió duro contra el periodismo de guerra, que intentaba ocultar el desastre económico, político y social de aquellos días. “Es una de las prolongaciones del Estado terrorista y el diseño del neoliberalismo (…) Aspiro y lucho para que a nivel nacional e internacional podamos sancionar como violatorio a los derechos humanos ese tipo de periodismo, tan ejercido en estas tierras y en otras de nuestra querida Latinoamérica”.

Tres años después, fue homenajeada junto a catorce mujeres periodistas –Nora Lafón, Gloria Guerrero, Blanca Rébori, Luis Valmaggia y Liliana López Foresi, entre ellas- por el Colectivo de periodistas Argentinas, en el Día de la Mujer. Sus palabras, una de las últimas en público y en vida, fueron casualmente sobre la libertad: “Necesitamos volver al periodismo urgente, imperiosamente, que nos encuentre en el lugar de la libertad. Me gustaría que seamos libres, poder contar aquello que refleja la historia. Cuando no podemos hacerlo, no somos libres".

* La despedida de María Seoane será este jueves de 9 a 12 en Nardi Sepelios (Álvarez Thomas 2671).