La Marabunta es la primera casa convivencial para mujeres cis, lesbianas, travestis, trans en la localidad de Villa Lynch. Se trata de un espacio de cuidados en el que se aborda el consumo desde una mirada transfeminista, de reducción de daños, problematizando roles y estereotipos de género, también la estigmatización y criminalización social sobre esa población en relación al consumo de sustancias. El nombre hace alusión a una hormiga guerrera, que arrasa con todo lo que se interpone en el camino. La casa nació en 2021, tras la experiencia de Kuña Guapa, un dispositivo que ofrece tratamiento ambulatorio con perspectiva comunitaria. Lxs trabajadores se dieron cuenta de que era necesario contar con un dispositivo residencial para el tratamiento de consumos problemáticos, pensado y diseñado para feminidades. De a poco y gracias a la articulación con otras organizaciones e instituciones, en 2021 se inaugura La Marabunta, una casa convivencial exclusivamente para mujeres cis, lesbianas, travestis, trans que estén atravesando una situación de consumo problemático. Hoy viven más de 20 personas, entre adultxs e infancias. Todxs están preocupados por la continuidad de esta política pública que gestionan desde el Movimiento Evita, gracias a un programa de la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación Argentina (Sedronar) el organismo a cargo de coordinar políticas públicas enfocadas en la prevención, atención, asistencia y acompañamiento de personas con consumos problemáticos de sustancias, en todo el territorio nacional.

¿Es posible la política de reducción de daños aplicada a la salud pública? ¿Se puede abordar el consumo problemático de forma integral? ¿Quiénes se ocupan de esa tarea? ¿Cómo afecta esta problemática a mujeres, lesbianas, travestis, trans?

Las casas convivenciales

Las casas convivenciales son una política pública de salud mental integral, una propuesta terapéutica que ofrece un tratamiento residencial por consumo problemático de sustancias. Entienden por consumo problemático como una problemática atravesada por múltiples variables: el sujeto, su historia, su contexto microsocial, macro social, entre otras.

La Marabunta forma parte de la Red de Asistencia del Sedronar para atención y tratamiento de consumo problemático. Se trata de un dispositivo comunitario, una política descentralizada que financia el organismo y gestiona las organizaciones sociales en territorio. Aborda los consumos con base en la comunidad, “una propuesta para la integración de las personas, la restitución de derechos de quienes están en situación de consumo problemático”, cuenta Caro Maurente, psicóloga de la casa. Este formato les permite conocer las especificidades y las necesidades más puntuales que tienen mujeres y disidencias con estas problemáticas. La casa cuenta con habitaciones, una galería, espacios comunes, salas donde se realizan los talleres y también un jardín. La Iglesia Luterana cedió el espacio físico donde funciona el proyecto, acompañan desde lo edilicio, hacen donaciones y acompañan las líneas de intervención que llevan adelante desde la organización. “Se trata de una iglesia que nos permite desandar estereotipos en relación a la institución Iglesia, porque militó activamente a favor de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). También muchos pastores y pastoras son parte del colectivo LGTB”, reconoce Maru sobre la experiencia trabajando con la Iglesia Luterana.

En el trabajo territorial se dieron cuenta de que lo ambulatorio no alcanzaba, además la mayoría de los dispositivos con internación están pensados con lógicas que aplican a las necesidades de los varones. “Lo más contundente es una persona que no tiene que responder por los cuidados de nadie, eso es como un punto bastante claro que afectaba a muchas madres que querían iniciar un tratamiento, pero no tenían con quién dejar a sus hijxs”, explica Maru. Un dato que no sorprende, teniendo en cuenta que en el 80 por ciento de los hogares argentinos, el cuidado de las personas que integran la familia está a cargo de mujeres. Incluso el crecimiento sostenido de la actividad laboral femenina aún no está acompañado de nuevos acuerdos y redistribución de tareas al interior de los hogares.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo 2021 del INDEC, el 92% de las mujeres realizan trabajo no remunerado, frente al 75% de los hombres. Hasta el momento, no hay una estadística oficial que tenga en cuenta a las disidencias. Dentro del concepto de trabajo no remunerado se encuentra el cuidado de niñxs, personas con discapacidad y adultxs mayores. El 31% de las mujeres realizan este tipo de trabajo sin contraprestación económica y le dedican más de 6 horas. “Acompañamos infancias que vienen con esas madres con problemáticas de consumo, hacemos talleres de oficio, artísticos, actividades todos los días”, cuenta Maru Arbiata, psicóloga y parte del equipo de coordinación. La propuesta de integrar a las infancias contemplando la necesidad de las personas que asisten a un tratamiento, también permite pensar en la generación de sistemas integrales de cuidados.

Sumado a esto, muchas personas que asisten a La Marabunta han sufrido o sufren violencia género, fueron marginadas por su identidad de género. Es por eso que se trabaja de manera integral e interdisciplinaria, teniendo en cuenta la interseccionalidad de trayectorias y violencias que confluyen en cada integrante.

La casa convivencial acoge a madres jefas de hogar que quieren iniciar un tratamiento y permanecer junto a sus hijxs

Trabajo comunitario 

La mirada de salud integral con anclaje en lo comunitario saca el foco de la sustancia o del consumo en sí, y busca abordar todos los fenómenos que se dan alrededor de esos consumos. “Suelen ser personas que han tenido historias muy complejas, por eso los primeros pasos van de la mano de la restitución de los derechos: acompañar a turnos médicos, personas que capaz históricamente han quedado segregadas del sistema de salud ,volver a retomar la posibilidad de los estudios, etcétera”, cuenta Maru, que coordina la casa en San Martín. Esta modalidad y el trabajo grupal facilitan el acompañamiento en la singularidad de cada caso, lo que cada persona va pudiendo armar y organizar. También acompañan los egresos, a medida que la persona va definiendo y concretando objetivos.

“Trabajamos desde el paradigma de reducción de riesgos y daños, esto significa que no es un objetivo último para nosotras que la persona deje de consumir todo tipo de sustancias, en todo caso es algo que cada persona decidirá”, comenta Maru y aclara que el tratamiento lo van construyendo con la persona, respetando las decisiones de cada quien. Uno de los objetivos principales de la casa es trabajar sobre el estigma que existe hoy en torno a este tema. “Se trata de un proceso individual y colectivo, poder corrernos de ciertas miradas juzgadoras y mirar cada necesidad.”

La Marabunta es un dispositivo público que ensaya alternativas al modelo clínico, a través de estrategias colectivas para atravesar situaciones de vulnerabilidad. Ser una política pública la hace accesible para todos. Entre sus asistentes hay personas en situación de calle, precarizadas, trabajadorxs sexuales, madres solteras, personas que viven violencia de género. La restitución de derechos y la conformación de proyectos de vida, son dos matrices del trabajo. La casa está abierta todos los días del año: brindan talleres durante la semana, los fines de semana y es gratuita.

“Pensamos el consumo como una problemática compleja, como una problemática de salud mental; está incluida dentro de la ley de salud mental como un padecimiento”, afirma Caro. Es complejo porque del otro lado, en los discursos sociales y políticos, de los medios de comunicación, la línea es de “guerra contra las drogas”. En estos enfoques se deja afuera la pregunta sobre cómo trabajar en la problemática del consumo y qué respuesta está dando el sistema de salud. En esa línea las profesionales destacan que hay ciertos consumos que se cuestionan o señalan, y otros que no. El señalamiento también recae sobre qué personas pueden consumir y cuáles serán criminalizadas.

¿Por qué es importante el sostenimiento y existencia de estos espacios?

Son espacios que dan respuestas interdisciplinarias y gratuitas a una problemática compleja existente: padecimientos de salud mental, consumo, vulnerabilidad social, violencia de género. ¿Cuáles serían las consecuencias de la eliminación de este tipo de políticas? ¿Es posible la continuidad de este tipo de dispositivos sin un financiamiento por parte del Estado? ¿Hay otras alternativas? Caro reconoce que ya están evaluando posibilidades con otras organizaciones, comunidades terapéuticas, iglesias que tienen estos abordajes. Se están haciendo preguntas y evaluando estrategias, frente a la incertidumbre y la falta de claridad en relación al futuro de este tipo de políticas. “Es muy difícil cerrarlo de un día para otro, estos dispositivos tienen una importancia fundamental porque ofrecen tratamientos a un montón de familias”, expresa. Para Maru la problemática del consumo está instalada en nuestra sociedad y todo indica que se va a agudizar. “Es un síntoma social, necesitamos políticas accesibles para acompañar y garantizar cierto tratamiento a esto que nos viene sucediendo en lo individual y en lo colectivo”, enfatiza.

Una política con historia

Hoy la Sedronar cuenta con 9 Centros de Asistencia Inmediata, 517 Casas de Atención y Acompañamiento Comunitario CAAC, 49 Casas Comunitarias Convivenciales, 136 Dispositivos Territoriales Comunitarios, 68 Instituciones Conveniadas y 23 Espacios Preventivos de escucha en todo el país. El mapa Federal, que podés encontrar en www.argentina.gob.ar/jefatura/sedronar, cuenta con 800 dispositivos en funcionamiento.

La Secretaría, creada en 1989, tuvo muchos años una mirada punitiva, centrada en la droga y el narcotráfico. Recién en 2014 se delega la persecución del narcotráfico y la fiscalización de precursores químicos al Ministerio de Seguridad, quedando la Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación como el órgano rector en política de drogas a nivel nacional. En ese momento comenzó una transformación en relación a la mirada de la problemática y de las formas de abordarla. Ahí entran en juego las organizaciones, los espacios de salud comunitaria y las comunidades terapéuticas, que consiguen transformar en los espacios la mirada punitivista y estigmatizante sobre los tratamientos por consumo.

“La Casa da respuestas a una problemática existente, a padecimientos de salud mental, aborda los consumos, la vulnerabilidad social y es muy efectiva porque se trabaja desde la posibilidad”, dice Caro, y agrega que al ser un espacio terapéutico seguro pueden problematizar sus consumos y convivir con otras personas que estén atravesando una situación similar, lo que las aparta de la sensación de soledad y marginalidad.

Desde La Marabunta hacen hincapié en la construcción de otras historias posibles, aún en contextos complejos y difíciles como los que hoy nos toca vivir. “Lo que hacemos es muy potente, positivo y valioso para las personas que transitan el espacio”, dice Maru con cierta emoción en su voz, cuando destaca todo el amor y la convicción militante que ponen las trabajadoras y personas involucradas en el proyecto.

Ante la incertidumbre que hoy enfrentan, lxs trabajadores de La Marabunta están muy activas pensando alternativas, nuevos proyectos, articulaciones, formaciones internas, convocando a otras organizaciones para formarse en temáticas específicas, haciendo asambleas y generando espacios de debate. “Es difícil asegurar que eso se lleve a cabo. Nos hacen falta certezas para poder ponerlo en marcha pero vamos a seguir trabajando para que eso suceda”, defiende Maru.